Después de una pastorela

Me estaba muriendo de frío, o al menos eso era lo que mi cuerpo me hacía saber cuándo veía que mis manos se movían mecánicamente sobre mis brazos tratando de hacerme sentir un poco de calor. Estábamos a las afueras del teatro, en donde la noche ya bañaba el centro de la ciudad, el frío se hacía presente en cada pequeña ráfaga de viento y las personas que estaban saliendo se amontonaban en las orillas de la acera para poder tomar un taxi de regreso a casa. Para empeorar mi situación, nos paramos justo en medio de la entrada del teatro y la gran fuente universitaria que estaba encendida en esos momentos. Así que cada ráfaga de aire que corría venía acompañada de algunas gotas de agua que lograban mojar mi espalda y mi vestido. Manuel y yo estábamos esperando a que saliera el actor que debía acompañarnos a la fiesta, ni siquiera me había molestado en preguntar de quién se trataba, pero ahí estábamos los dos, mirando hacia la entrada p...