Me enloqueces todavía.

Me queman los deseos de tocarte en secreto, me quema por completo este sentimiento que abruma mis noches al recordarte. Eres el ángel que se convirtió en mi más puro pecado, en mi más codiciado tesoro. Pero yo ya no soy tu pirata, no soy más aquel a quien siempre le hablas en las noches. Ahora mismo debes de estar hablando con el embustero, el estúpido que cree saber de ti. No entiende ni la mitad de las cosas que te gustan, eres una suave rosa tímida de sentimientos, tú no abrirías tu corazón lleno de cicatrices a un imbécil de sonrisa infantil. No logró comprender cómo es que te olvidas de mí, de lo que vivimos y sufrimos en aquellos años de amor sincero y lágrimas de nuestra pena en desvelos. ¿No te acuerdas de nuestras madrugadas, las llamadas y las veces en las que me decías que me adorabas? ¿No recuerdas la vez que te dije que te amo sin rodeos? Te lo repetí tantas veces esa noche hasta que sentí que el alcohol no me dominaba, sino los sentimientos hacia a ti. Esa rabia qu...