No estará aquí

    Suspiré.
    -Luna, ¡Comienza a mover esas manos!-me animó Valeria  con un afectuoso codazo.
   Estábamos en frente de un gran espejo ancho, en donde diferentes marcas de maquillaje, que ni siquiera conocía, iban y venían entre las manos de las demás compañeras que estaban a punto de salir a escena. Yo estaba intentando ponerme algo de rímel, pero esta era de las pocas veces en las que usaba maquillaje. Nunca me ha gustado usarlo para el diario, y menos para los eventos.
   Además… Todavía seguía pensando en Lisandro.
   ¿Qué tanto daño había hecho al hablar de más? Sólo por dejar mostrar mi lado débil ante él. Era demasiado obvio que le desagradó…
   <<Soy una idiota. >>
   Levanté la mirada al espejo y lo que pude observar simplemente me hizo sentir peor, no podía ni siquiera levantar una sonrisa falsa. Lo bueno es que ahorita nadie le interesaba saber cómo me encontraba, además yo sólo era un extra más en la obra.
    Estaba vestida de negro, mi aparición sería como una ayudante del diablo. Quién sabe qué tontería se me iba a ocurrir en el escenario pero mi única misión era rellenar el espacio con una acción. Así que ¡Qué importa cómo luzca en el escenario!
    Me topé con el reflejo de Valeria.
    Ella era realmente la mujer que yo nunca podré ser, muy femenina y delicada, además de hermosa. Se estaba pintando los labios mientras intercambiaba consejos de belleza con la compañera que se encontraba del otro lado. Lucía sus alas de ángel con gracia y su aureola parecía ya ser parte de ella. Su figura delgada hacia que le luciera mejor ese disfraz de blanco.
   A diferencia de mí, ella iba a salir en más escenas y ayudaba mucho al ángel Gabriel.
   Volví a suspirar, pero esta vez nadie se dio cuenta cuando me di la vuelta para abandonar los camerinos.
    Tuve que empujar a algunas personas para poder llegar hasta la puerta. La verdad no me había detenido a ver cómo el espacio dentro del lugar, yo sólo sabía que tanto como la planta baja y la planta alta de los camerinos para damas estaba repleta de mujeres histéricas por encontrar el mejor pinta labios.
    Yo sólo quería un poco de aire.
     Cuando pude salir de ahí, me dejé recostar en la pared, manteniendo mis manos sobre mi cabeza; como si eso pudiera detener mis pensamientos.
   ¿Por qué me está afectando tanto esto? Realmente me importa la opinión de Lisandro, y si yo soy una débil y fracasada que sólo lo engañó con su perfecta máscara de mujer fuerte debe de sentirse demasiado decepcionado. Tanto que quizá no asista a la obra.
   Un puño en el pecho hizo que me faltara el aire. Él no iba a estar entre el público, no me iba a poder ver en escena. Y… ¿Me hubiera gustado que lo hiciera? Por favor, yo no era nada importante en la pastorela, de seguro ni tenía planeado venir. No se iba a perder de nada. Aunque si me gustaría poder verlo, tengo tantas ganas de abrazarlo y disculparme por mi comportamiento. Me gustaría poder aclarar todo aquello que había dicho esa noche, porque me está matando cada vez más la idea de que ya no quiera volver a hablarme por eso.
    No quería demostrarle que soy poca cosa, que no puedo soportar día a día el tormento y la obligación de siempre ser fuerte para los demás mientras que yo quisiera que alguien más notara que también necesito ayuda.  
   << Él no quiere a alguien débil. >>
    En el pasillo estaba un poco más tranquilo, los demás actores se encontraban en los extremos, platicando, algunos otros estaban comentando sobre sus vestuarios, y muchos más simplemente estaban espiando entre las cortinas cercanas para ver al público que estaba llegando.
    Del otro lado del pasillo estaba una pared negra de tabla roca, la cual nos separaba a los actores del escenario. El sólo mirarla hizo que mi tristeza se combinara con mis nervios. Ahora sentía el frío del aire acondicionado dentro del teatro. Empecé a pensar en la posibilidad de que esa misma sensación pudiera ser transmitida hacia Lisandro, para que sintiera mi arrepentimiento.  
    Pasé mis manos por los brazos, intentando obtener un poco de calor, pero bien sabía que esto que sentía no iba a desaparecer si no pasaba ya al escenario. Aunque yo apareciera sólo en dos partes de la obra, había trabajado mucho para que esto pudiera ser posible, así como lo hicimos el pequeño grupo de escenografía con quienes también había apoyado.
    -Muy buenas noches estimados invitados. Les damos la bienvenida al Centro Cultural Universitario, hoy presentaremos una pastorela hecha por los alumnos de quinto semestre del campus. Esperemos que disfruten su estancia y le pedimos de favor que apague sus celulares. Esta es la primera llamada, primera llamada.
     El escuchar a nuestra directora de la obra anunciar la primera llamada, sentí como si cada una de sus palabras se hubiera materializado haciendo que bailaran justo en frente de mí. El estómago se me hizo nudo y la boca se me resecó de inmediato.
    No tardé mucho en escuchar los susurros que iban en ascenso de los  demás actores, que estaban compartiendo esas mismas ansias de poder empezar ya con la pastorela.
    <<Luna, estás a punto de presentar una obra junto con tus compañeros de teatro, no puedes darte el lujo de estropearlo con una más de tus estupideces amorosas. Guárdalo, cállate y sonríe. >>
   -Guárdalo, cállate y…
   -Luna.
   Una voz chillona y atropellada que bien conocía, me hizo desviar la mirada de la pared y enfocarme a su rostro sonriente.
   Mariana se llevó al límite su papel de diabla bipolar. Confeccionó su traje de manera que la mitad fuera de color rojo y el otro negro, y su cabello era una gran idea que atrapaba a la mirada, de un lado se lo rizó y del otro lo dejó lacio. Sin duda agradaría al público, y su actuación sería una de las cuales destacaría mucho en la noche.
    -Disculpa.-volvió a hablar con ese timbre de alarma en su voz. –Te quería preguntar si tienes saldo para hacer una llamada. Es urgente.
     Por la manera en la que jugaba con las manos y sus ojos que no dejaban de mirarme directamente estaba más segura de que no mentía. Ante su desesperación y su sonrisa algo incómoda, asentí con la cabeza y saqué mi celular del discreto bolsillo que traía en mi pantalón negro.
    -Por supuesto.-le extendí el brazo para que lo tomara.
    -¡Muchas gracias, Lunita!-sus ojos marrones brillaron.- Mi hermana quedó en traerme las zapatillas que usaré durante la obra, pero no ha llegado aún y ya casi vamos a comenzar. ¡Juro que la mataré si me dice que aún no llega!
    Cuando agarró mi celular, inmediatamente marcó el número.
    Detrás de ella llegó otro compañero de teatro. Un muchacho de cara redonda y marcas de acné, alto y delgado, otra persona que le quedaba bien su papel de ángel. Cualquiera diría que es todo un niño inocente cuando sonríe.
     Aarón nos vio a las dos y se acercó agitando la mano en manera de saludo.
     -¡Hola Lunita!-dijo.
     -Hola, Aarón.
    Mi saludo quizá no fue con el mismo entusiasmo, pero a él no pareció importarle mucho mi falta de interés a su llegada. Yo seguía con los brazos cruzados tratando de agarrar un poco de calor mientras esperaba que siguieran anunciado el comienzo de la obra.
    -Te ves muy bonita, Lunita. –volvió a hablar. –Muy tierna.
   <<Soy una maldita diabla, se supone que no debo verme tierna. >>
   Dejó escapar una pequeña risa divertida mientras alborotaba mi cabello como era costumbre.  Ese gesto me hubiera hecho reír un poco pero para ese momento todavía seguía perdida en el mar de la incertidumbre. Me limité a sonreír débilmente mientras miraba hacia Mariana, quien se había alejado un poco de nosotros para poder hablar por teléfono. Sólo veía cómo movía los brazos frenéticamente mientras regañaba a la persona que se encontraba del otro lado del celular.
    Esta vez, Aarón no se quedó callado.
    -¿Qué tienes, Lunita?- preguntó aun manteniendo ese tono meloso conmigo.  
    Si le mencionaba que estaba así por Lisandro, puede que me preguntase sobre las causas concretas, y por ahora no estaba de humor para contar de manera breve todo lo que ese hombre me ha hecho sentir. Menos cuando había quedado con Aarón de que yo iba a decidir terminar en definitiva mi relación con Lisandro. <<Si es que se puede decir que tengo una relación con él. El beso en aquella fiesta tampoco había significado que ya íbamos a ser algo serio…>>
   No.
   Me enfrenté a su honesto y amable rostro condescendiente, y le sonreí.
   -Estoy algo nerviosa. -admití, diciéndole sólo la mitad de la verdad.
   -No eres la única. –Dejó escapar otra risa, tragándose mi falsa sonrisa y mi tono tímido.- Todos estamos así. Yo también me siento nervioso pero porque sé que mi padre traerá a casi toda la familia.
    <<Familia. >>
    -Y escuché a varios decir a casi lo mismo. Prácticamente estarán la mayoría de nuestros familiares aquí.
    -Tienes razón.- contesté vagamente mientras resonaba esa sencilla palabra en mi cabeza.
    -¿Tus padres vendrán?-preguntó.
    Tenía toda la razón. Mi familia también era parte importante del público, les había dicho que vinieran para apoyarme. Y con ellos aquí nada podría salir mal. Los necesitaba. A diferencia de mis compañeros, el ver a mi padre y a mi hermana me iba a quitar todos los nervios e iba a poder actuar con gusto, porque ellos hacían que me llenara del valor necesario para hacer las cosas.
     De seguro ya estaban sentados en uno de los asientos de adelante. A mi padre siempre le ha gustado llegar temprano a los eventos, y por supuesto que no se perdería para nada la pastorela en donde su hija iba a participar.
    -Sí, vendrán. De hecho le dije a mi hermana que tomara muchas fotos para este evento. –dije con mucho más entusiasmo.
    Y esta vez cuando sonreí lo hice de manera sincera.  
    Importaba un comino si Lisandro no llegaba a ver la obra, mi padre y mi hermana era los que me alegrarían la noche.
     -Gracias Luna. –dijo Mariana mientras interrumpía en la conversación.
    Me extendió mi celular para dármelo mientras miraba hacia ambos lados del pasillo. Estaba demasiado nerviosa, o alterada.
    Agarré mi celular.
    -De nada. ¿Y qué pasó?- pregunté.
    -Pues… dice que ya está aquí pero que le da pena pasar a camerinos. Así que tendré que ir con ella.-dijo mientras dejaba salir un suspiro profundo.- Bueno, nos vemos.
    Y sin decir nada más, fue corriendo hacia la puerta de salida, que estaba a sólo unos metros de la entrada a camerinos de los hombres. La perdimos de vista entre los demás actores en sólo segundos. No pude detenerme a seguir pensando en la hermosa idea de que ahora tenía un motivo para sonreír esta noche, ya que el sonido de las bocinas en el auditorio volvió a llamar la atención de todos.
    -Buenas noches estimados invitados. Ésta es la segunda llamada, segunda.-volvió a hablar la directora.
    Como un relámpago entre todos nosotros, la bomba de bullicio estalló. Haciendo que varios empezáramos a reír de los nervios o que hiciéramos comentarios pesimistas que nos hiciera llamar la atención de aquellos que nos podían escuchar más allá de las cortinas que cubrían el escenario.
     Era divertido pensar en lo que debían de estar comentando los espectadores de todo aquello que podían escuchar de nosotros. En ese momento alguien había gritado “¡A la verga! ¡Qué pinches nervios!”, seguidamente de muchos chitones que nos hicieron reír a todos.
    -¡Aarón!
    Desde el otro lado del pasillo, el diablo principal le hacía señas a Aarón para que se acercase.
   -¿Qué quiere ese Rodrick?-dijo Aarón a mi oído.
   -No tengo idea.-dije. –Será mejor que lo averigües o puede que seas tú el causante de que ese loco desate el mismo infierno antes de que abran el telón.
     Me miró con cierta duda en sus ojos, pero al final me sonrió entendiendo mi pequeño intento de chiste.
   Era lo menos que podía hacer después de estarle contestando tan fríamente y distante. Me volvió a revolver el cabello y se fue.
     Nuevamente me quedé sola. Bueno, en realidad era imposible decirse que me encontraba así, porque los actores se habían alborotado como en un hormiguero destruido. Iban y venían en el pasillo mientras que en los camerinos todavía se escuchaba a las mujeres peleando por encontrar el toque perfecto en su rostro para poder presentarse.  
    Pero no iba a estar sola. No esta noche.
    Marqué el número de mi padre, y esperé a que me contestaran.
    El sonido de espera se estaba tardando demasiado pero no importaba, puede tenga el celular en silencio.
     Ya me podía imaginar a mi hermana saludándome entre el público, con esa horrible combinación de ropa que se debió poner para la noche, la iba a reconocer fácilmente al subir al escenario, ella siempre llevaba puesto ese mugriento gorro de lana color verde musgo. Y mi padre, tomando fotos mientras estuviera vitoreando mi nombre.
    Ja. Al menos esto lo haría salir de su consultorio.
    -¿Bueno?
   La voz de mi padre me hizo sonreír más. Ya casi podía sentir a mi corazón bailar de emoción.
    -Hola, papá. –Agarré el celular con afecto.- Nada más llamaba para asegurarme de que tomaran fotos para la función.
    Pero entonces el pequeño silencio que escuché del otro lado del celular me hizo dudar.
    -¿La función?... ¿Qué función?-preguntó después de unos segundos.
    El desconcierto en su voz me hizo perder el valor en la mía. Un indescriptible dolor empezó a embriagar mi garganta, y haciendo que mi pecho se oprimiera mientras pronunciaba las siguientes palabras:
   -La pastorela, papá… Ustedes… Están aquí, ¿no es así?
   Silencio.
   Sólo silencio.
   No era necesario que me dijera la respuesta, ya la sabía. Ahora me arrepentía de haber hecho una pregunta tan tonta. Las lágrimas empezaron a aparecer por la comisura de mis ojos, pero no me quería permitir estropear el poco maquillaje que tenía.
    Qué infantil.
    Yo soy una infantil. Ahora podía verme a mí misma marcando de nuevo al número de mi padre, saltando y sonriendo como en navidad. Sólo para volver a mantener mi sonrisa al revés.
     -Lo lamento, hija.- dijo “El doctor” después de un momento incómodo en silencio.- Tengo dos pacientes afuera y otra que estoy atendiendo ahora mismo. Y bueno…
     -No, no. Yo entiendo bien.
     <<No, no quiero entender. >>
    Las lágrimas ya se me estaban escapando.
     -Hija, ya sabes que no puedo…
     -Sí, no importa.
     -Hija…
     -Adiós.
      Terminé la llamada, y cuando volví a guardar mi celular, me di cuenta que el piso ya había sido tatuado con el húmedo sentir de mi decepción.
    ¿En qué estaba pensando? Mi padre estaba trabajando a esta hora, y no puede perder los pacientes que le lleguen. Sé que necesitamos el dinero. Y mi hermana no podía venir si él no la acompañaba.
    Entonces… ¿A quién carajos le interesaría que yo apareciera en esta pastorela en donde solamente soy un extra?
    <<No te pongas triste, Luna. Ellos no se pierden de nada. Si esta fuera una obra en la que tú fueras la estelar si importaría, pero no. Así que deja de llorar que Valeria de seguro te obligará a maquillarte de nuevo. >>
     Pero entonces ¿Por qué me está doliendo tanto?
     <<Guárdalo-que a nadie le interesa-, cállate-porque es lo mejor que sabes hacer- y sonríe. >>
    Me limpié las lágrimas que aún andaban por mis mejillas y me obligué a sonreír y a llenar mi cabeza con basura positivista. Pero algo debía ser cierto. No porque las personas que más quiero (mi padre, mi hermana…y Lisandro) no iban a estar aquí no significaba que debía de arruinarle la noche a los demás. Yo actuaba para mi grupo de teatro, y trabajé duro con los de escenografía para poder hacer realidad esto.
    Debía sonreír.
     -Señoras y señores, niños y niñas, esta es la tercera llamada, tercera llamada. ¡Comenzamos!
     Las luces se apagaron, el bullicio detrás del escenario se había extinguido, el primer actor ya estaba sentado frente a todo el público y el telón ya había terminado de correr.
     Era hora de ponerme mi máscara y hacer lo que hago mejor: actuar.



    La oscuridad era mi única amiga, tan callada y tan acogedora. Si pudiera permanecer en ella no podría pedir nada más, porque sé que ella no juzga ni tampoco discrimina. Toma a todos por igual.
   Yo estaba en ella ahora mismo, no podía distinguir nada más que pequeños movimientos delante de mí, pero no podía distinguir ningún rostro, ningún objeto. El frío ya no lo sentía como antes, a pesar de estar llevando un vestido corto que apenas podía cubrir mis muslos. Por primera vez podía sentirme bonita, pero dentro de poco iba a quedar como toda una idiota, como siempre.
   Una luz se encendió en medio del escenario, ahuyentando a mi amada oscuridad.
   Era mi turno de actuar.
    Caminé hacia ese pequeño espacio iluminado, con mi celular en mano y un gesto de fastidio en mi rostro.  
   Suspiré ruidosamente.
   -Lo lamento, cariño-se escuchó la voz de mi pareja, estaba afligido.
   Interrumpió en el escenario con la cara roja y su celular en la mano. Llevaba puesto un esmoquin, pero su corbata estaba mal anudada, y los pantalones que traía estaban arrugados.
   Mi expresión cambió de repente, ahora estaba molesta.
   Él no era el muchacho más listo, ni tampoco el más puntual, pero ahí estaba, haciéndome ver como si no importara el hecho de hacerme maquillarme, peinarme y llevar puesto un ridículo vestido corto.
   Se acercó a mí con los brazos abiertos, en señal de disculpa.
    << ¿Me quiere abrazar? >>
     -¡¿Qué te pasa?!-grité.
     Y antes de que me tocara le pegué en el hombro con un manotazo.
     -Pero cariño…
     Se había protegido de inmediato, poniendo sus brazos delante de su rostro. ¿No debía de protegerse los brazos? Creo que le importaba más su “bello rostro” en vez de su cuerpo. Bien para mí, hay otros lugares en donde podría pegar.
    Retrocedió un paso con la cabeza agachada.
    -¡Me tienes ahí, esperando por ti! ¿¡Cómo te atreves a dejarme plantada?! ¡¿Es que acaso no podías avisar que llegarías tarde?! ¡Me tienes hasta la…!
    Mientras le gritaba con fuerza y rabia reprimida, comencé a pegarle más. En los brazos, la cara, la espalda…
   Pobrecito, aunque podía sentir lástima por él, me gustaba verlo encogiéndose para protegerse. Se iba agachando, hasta llegar al punto de llegar al suelo, de espaldas hacia mí. Tratando de cubrirse de cara con sus brazos.
   Después de unos segundos, me congelé.
   Literalmente.
   Me quedé con el brazo levantado y viéndolo a los ojos. En eso, mi compañero se levantó del suelo, se limpió la camisa con las manos, como si no hubiera pasado nada, y miró al público.
    -Usted. ¡Sí! ¡Usted! ¿Está harto de ser mangoneado? ¿De ser golpeado por cualquier tontería? Le presento a usted “El aplaca-novias”.   
     Y entonces el público comenzó a reír.
     Nuestra segunda y última aparición se trataba de un comercial que interrumpía en pleno casting que el diablo hacía para conseguir nuevos reclutas.
     Yo estaba a punto de reír también pero tuve que ingeniármelas para que mi cabello ocultara mis dientes.
     Esta era la primera vez que reía en la noche.
    Cuando las risas acabaron, mi compañero había vuelto a tomar su lugar bajo mi brazo que amenazaba con pegarle en donde pudiera. Y fue cuando volvimos a nuestra interacción de novia histérica y novio sumiso (mangoneado).
    Al final, dimos a entender que no importa qué tanto pueden prometer los comerciales, no siempre funcionan. En el momento en el que mi compañero me roció de ese producto inservible, lo llevé arrastrando, muy enojada, fuera del escenario. Y con él, nuestros aplausos.
    Nuestra corta aparición hizo que varios se llevaran otra sonrisa de esta obra.
    Cuando estuvimos nuevamente ocultos por las cortinas, nos empezamos a reír. Las felicitaciones nos llegaron como lluvia y las palmadas en la espalda también.
    Pero la obra seguía continuando.
    Así que rápidamente los demás se esparcieron para anticiparse a la siguiente escena.
   Yo estaba acalorada, a pesar de llevar el vestido. Había olvidado porqué estaba tan amargada desde el inicio.
    -¡Lunita!
    De repente recibí un abrazo sofocante, que me dejó estática, pero por la pequeña adrenalina que aún sentía por haber estado en el escenario, sonreí y dejé escapar un pequeño suspiro de alivio cuando esos brazos fuertes pararon de estrujarme.
    Aarón no soltó mis hombros, me miraba con una felicidad algo exagerada para mi gusto.
    -Por fin, ya terminé. – dije sin quitar mi tono de entusiasmo.
   -Y estuviste muy bien. ¡No! ¡Excelente!
   Volvió a abrazarme.
    <<Está bien… Ahora me siento incómoda. >>
    -No es para tanto…- sin dejar de sonreír, me liberé de sus brazos con la excusa de acomodarme el vestido.
    Mi rechazo ante sus muestras de afecto era porque a pesar de estar distraída y emocionada por mi aparición, Lisandro volvió a inundar mi cabeza mientras estaba pensando que no podía permitirme dejar que otro hombre viniese a presentarse con otras intenciones más allá de la amistad.
   Yo ya sabía que Aarón sentía algo por mí, era demasiado obvio. Así que esos simples abrazos, que eran inocentes para aquellos que nos rodeaban, para mí era una forma más de darle alas a alguien a quien no me interesaba en lo absoluto, sólo como amigo.
   Pero eso tampoco me daba derecho a portarme como una arpía.
   -Eres capaz de eso y mucho más, ambos sabemos que bien podías obtener uno de los papeles protagónicos.-puso su mano sobre mi cabeza y me alborotó el cabello. –Lunita.
   Aunque no fuera la primera persona en mi lista que me hiciera sentir bien en este día, al menos fue quien pudo hacer que mis pensamientos se detuvieran para apreciar un poco más su elogio.
    Sus palabras fueron suficientes para que yo me relajara y lo mirara esta vez a los ojos.
   -Muchas gracias.- dije con sinceridad.
     La obra siguió fluyendo conforme a los minutos. Detrás de las cortinas, Aarón y yo escuchábamos las risas del público, como todos los demás actores que también se escondían con nosotros. Nos reconfortaba mucho escucharlos, semanas atrás nos estábamos jalando del cabello con la idea de que todo esto iba a ser un desastre.



    La obra ya estaba terminando.
    Es esta última escena, el diablo estaba en medio de un programa de televisión que acusaba las infidelidades de las parejas. Su esposa terminaba saliendo con uno de sus subordinados, a los pastores les prestaron el avión presidencial para ir al nacimiento del divino niño, los ángeles celebraron y el diablo quedó refunfuñando en medio del escenario.
    Fue entonces cuando las luces se prendieron para dar la despedida a los actores y también nuestro “gracias” por la presencia de nuestro público.
   Por la emoción, o quizá por la simple curiosidad, pasé mi mirada por las personas que ahora yacían aplaudiendo en sus asientos, aunque bien sabía que iba a ser difícil encontrar un rostro conocido entre tanta gente.
   La garganta se me secó, mi corazón empezó a acelerarse mucho y unas lágrimas de alegría se escaparon de la comisura de mis ojos cuando vi entre las primeras filas a Lisandro.
   Él estaba aplaudiendo junto con las demás personas, estaba sonriendo también, pero no me estaba viendo a mí, sino que su mirada iba y venía conforme los actores principales se presentaban en el escenario.  
   Traía puesto su suéter espantoso de color café y rayas blancas, que al mismo tiempo lo hacía ver inocente y apuesto.  Y más si sonreía así como lo hacía en estos momentos.
    Pero con la misma rapidez con la que me alegré de verlo, también empecé a sentirme triste.  
   Quizá aún seguía enojado por nuestro pequeño mal entendido, y mi torpeza; quizá no se acerque para saludarme…
   Temerosa, aparté mi mirada antes de que él la notara y me oculté más entre las cortinas del escenario.
   <<Será mejor dejarlo en paz, puede que sólo haya venido a la obra porque sus amigas también están en ella, David también se presentó, Rubén y Edris también debieron de haberle insistido. No está aquí por mí, menos cuando yo no le di ningún motivo para asistir… >>
   A pesar de tener estos pensamientos en mi cabeza, aún ardía fervientemente la necesidad de hablarle, de abrazarlo si me era posible. No quería salir de este auditorio sin haberle dicho un “Hola” al menos. Y si me ignoraba o me decía de frente que no tenía ganas de hablar, me iba a ser suficiente, así podría estar tranquila y la incertidumbre no me abrumaría por toda la noche.
   -Lunita ¿Dónde estás?
   Cuando escuché la voz de Aarón resonar por el pasillo de camerinos me puse en alerta, y rápidamente busqué la manera de desaparecer de ahí, dejando atrás aquellos pensamientos que me estaba hostigando. No era por ser desconsiderada, pero si Lisandro estaba afuera no quería que me viera con alguien más.
   Caminé discretamente entre los actores que estaban amontonados ya en el escenario, la gente ya se estaba yendo, dejando los asientos vacíos y algunos de mis compañeros se acercaban a saludar a sus conocidos que los vieron durante la obra.
   Me entró el pánico, temí que Lisandro ya no se encontrase entre el público que quedaba. Lo empecé a buscar con la mirada desesperadamente, ya no estaba en su asiento, quizá estaba entre las personas que se acercaban a la orilla del escenario, quizá…
   De repente alguien se me acercó por detrás y me tapó los ojos. Mi corazón empezó acelerarse, podía ser que se tratase de él, había estado arriba del escenario buscándome y ahí estaba.
   Sonreí.
   -Vaya ¿Quién podría…?
   -Pudín.
   << ¿Qué? >>
   Las ilusiones se murieron al momento de escuchar esa voz que no pertenecía a Lisandro, era de alguien más.
   Los dedos de esa persona se deslizaron hasta llegar a mis hombros y me hicieron dar la vuelta para verle el rostro, pero yo ya sabía perfectamente de quién se trataba. Por costumbre, dibujé una sonrisa cordial en mi rostro.
    -Lunita, que alegría verte.
   -Óscar, que grata sorpresa.-dije dándole un afectuoso abrazo.
   -Ja, si. Veo que ya no te da tus ataques de risa, antes lo hacías al escuchar esa palabra.
    Se cruzó de hombros y me miró de arriba abajo lentamente.
   -Te ves muy bien.
   -Bueno… Ya no soy la misma de antes. Claro está.-contesté incómoda.
   Óscar era un viejo amigo que conocía desde los inicios de la preparatoria, ahora él era repetidor y ya no se encontraba en el mismo grupo, pero al parecer mantenía fresco esos recuerdos de cuando bromeábamos entre ambos. Siempre hacía eso cuando me veía, me tapaba los ojos y me susurraba “Pudín”, se suponía que yo debía doblarme de la risa y seguir así por unos minutos.
  Pero estaba demasiado decepcionada y triste como para eso.
   -Oye, traje mi auto. Si no tienes ningún plan, podemos ir a una fiesta ahora mismo. Sólo estoy esperando a un amigo que actuó también para que nos vayamos juntos ¿Qué dices?   
   << ¿Así de la nada? >>
   -Ammm…
   Dejé escapar un fuerte suspiro, preparándome para negarme a la invitación pero algo me detuvo. Lo estaba considerando. Realmente no quería ir a mi casa ahora mismo, y menos cuando mi familia se había negado a venir,  me podría dar el lujo de llegar tarde. Y Lisandro… tal parecía que ya se había ido, y no me había saludado al menos, entonces eso significaba que seguía molesto. 
    No tenía nada más qué hacer.
    Como un pequeño grito de esperanza, volví a mirar a mí alrededor para ver si existía algo que me detuviese. Un rostro, una situación, Valeria… pero ella debía de estar con su familia, estaba segura de haber visto a su madre entre el público.
    -Claro, iré.
    -Perfecto.- dijo Óscar al momento de sacar sus llaves del bolsillo. –Te vas a divertir, lo prometo.

     Puso su mano sobre mi espalda desnuda y me condujo entre los actores hacia la salida del auditorio.



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