¿Quieres un chocolate?

   — ¡No, no, no, no! ¡Luna!—gritó la maestra de teatro desde las butacas.
   Dio un resoplido muy fuerte y se talló la cabeza.
   Cualquiera pensaría que se estaba rindiendo conmigo. No me sorprendería. Durante el tiempo que estuvimos ensayando esta parte (de la que no podemos salir), se la ha pasado cambiando mis diálogos cada clase, llegó el momento en el que ya no sabía qué demonios debía decir porque ninguno de parecía.
   — ¡Chale, chale! ¿Qué es eso de salsita aquí y allá? ¿No…?
   — ¡Alto! No me gusta, mejor di “Pues, qué onda ¿Qué es eso de salsita?”
    — ¡Pues, qué onda!...
    —No, tampoco. Cámbialo.
    —Chale, chale. Pues…
     — ¡NO! ¡NO ME GUSTA! ¡Te dije que dijeras “Pues, qué onda”!
     —Pues, qué onda…
     — ¡No! ¡Luna! Sigue con “Chale…”
   Me había hartado. Tenía tantas ganas de golpearla en la cara y decirle en su puta frente de aeropuerto: ¡PUES ESCRIBA QUÉ CARAJOS QUIERE! ¡PORQUE ASÍ NO FUNCIONA!
    No teníamos autonomía como actores, ni Valeria podía proponer su propio carácter, la maestra quería el estereotipo de niña listilla que hablaba como si todo era algo sin importancia.  Para mí era muy ofensivo, como jefa y promedio líder de mi grupo de preparatoria.
    Yo era indiferente a ciertos temas pero no a aquellos que atañen directamente.
    Y otra vez estaba cargando la obra de personajes terciarios, ya que otros grupos también se quejaron de no estar haciendo nada para esa pastorela; como resultado, teníamos que hacer espacio y alargar más las escenas.
    No estaba de humor tampoco para aguantar los caprichos de una directora inexperta en la organización de un macro evento. 
    <<Si esto se estaba llenando de basura, preferiría no ser parte de ello>>
    Y no era la única que pensaba que la obra se estaba convirtiendo en “Basura”. Entre los recesos, nos encontrábamos con nuestros compañeros de teatro y platicábamos de ello. Pero ninguno tenía el valor para decirle algo a la maestra porque temían perder su papel dentro de la obra. Había otros compañeros que decían que eso no era cierto, que la obra quedaba muy bien pero eran aquellos que tenían papeles importantes y cargos estupendos.
     Yo no tenía nada en contra de ellos, sólo estaba en contra de la manera estúpida con la que la maestra me estaba gritando en ese momento.
    Luna, creo que tu problema es la pena. ¡Tienes pena! ¡No sé qué más puede pasarte!
   << ¿Pena? ¿Cree usted que es pena? Después de que expuso mi ropa interior en frente de todos mis compañeros sin que yo le pusiera ningún “pero”. ¡VAYASE AL CARAJO! >>
      ¿Pena? sonreí. Yo no tengo pena hasta este punto. Usted me conoce.
     ¡Pues parece que no es así!
     — ¡Entonces he de decirle que ya no quiero estar en esta obra!
    Silencio.
    Mis compañeros se pusieron nerviosos y la maestra sólo me miraba impasible.
    <<Me arrebató el personaje con el que había audicionado y me denigró a personaje malandro que sólo sale una vez en la obra. ¡A mí! La ganadora de un premio dramatúrgico y parte de su gama de mejores actores>>
    Pensé que la pausa entre los movimientos y sonidos dentro del auditorio sería eterna, pero todo acabó cuando ella sonrió también y se cruzó de brazos.
    — ¿Cuáles serían tus razones? ¿Cobardía?
    Los hombres del grupo se atrevieron a dejar salir un “Uhhhh” como un montón de ovejas sumisas. 
     No me siento cómoda con mi papel. Y a juzgar por todas las críticas que dice de mí, bien podría darle la oportunidad a alguien más que lo haría mejor. ¿No lo cree? Aparte de que no me gusta el camino por el que está yendo la obra.
        <<Y de sentir que me trata como una muñeca sucia>>
      No buscaba hacerla quedar en ridículo, hasta eso, no quise mostrarme egocéntrica diciéndole que podía hacer papeles más grandes si me lo permitiera.
    Pero esta mujer tenía en sus ojos la marca del desafío.
    Quitó su sonrisa y se volvió a sentar. Agarró su libreta y se puso a garabatear en una hoja.
    — ¿Quieres que te conteste como si me importara?
    Me atacó. Como si una aguja penetrara mi pecho.
    Aunque no lo quisiera, ella también era una maestra y estaba saliéndose de su profesión para herir de manera sucia los sentimientos de una estudiante.  
    No perdí la compostura, levanté más la mirada y dije:
    Como usted quiera hacerlo. Yo ya decidí.
    Me quité el trapo que tenía atado a la cabeza, acomodé mi falda y recogí mis cosas.


   
     El verde siempre ha sido mi color favorito. Me gusta en su forma natural, no amargo o dulce, no suave u oscuro; me gusta el verde de las hojas, ese. Porque siempre esconde sorpresas cada vez que el sol o la luna las tocan.
     En ese momento, las hojas parecían un laberinto hecho de esmeralda  que se dibujaba con los rayos del sol. El viento acariciaba mi rostro, mientras seguía manteniendo mi mirada hacia arriba.
     Me encontraba sentada en uno de los asientos que rodeaba un jardín mediano que estaba entre el pasillo, dos edificios y la enorme explanada que me separaba del auditorio.
    A lo lejos escuchaba las voces dispersas que albergaban los salones cercanos y el sonido de los pasos pesados de los estudiantes que pasaban por el pasillo.
    Junto a mí había una magdalena de chocolate con un mordisco.
    No estaba bien hecha, nunca me gustó el sabor del azúcar en abundancia en los postres. Dejé de comerla desde el primer bocado, ahora sólo estaba a mi lado como si fuera la única compañía aceptable ante las circunstancias.
    No me importaba ya no tener un papel en la obra, creo que algunos debían pensar que dentro de poco iba a estar arrepentida de eso pero apenas acaba de pasar una hora, sólo faltaba toda una vida para que cambiara de opinión.
   Me sentía libre en cierta parte pero no estaba feliz.
   Uno diría que lo que ocurrió debía estar rondando en mi cabeza una y otra vez, pero no. Lo que estaba pensando era en Lisandro y en aquella última salida.
   Me había ilusionado tanto porque quizá me confesaría sus sentimientos que no dejé espacio para considerar que no lo iba a hacer.
    Quizá eso era una señal de que no debía de esperar algo que nunca pasará, si no lo dijo fue por una cosa. Sólo espero que al final todo haya sido una mentira hecha por las circunstancias y que nada ha cambiado desde que nos conocimos.
    Si es así, no debería hacer que sigan creciendo estos sentimientos con los que ya no puedo cargar; me lastiman a pesar de ser hermosos.
   << ¡Demonios! Pero no puedo hacerlo desaparecer en un parpadeo>>
    Kyra tenía razón. Terminé sintiéndome como una estúpida por él.
   Suspiré.
   Volví a mirar hacia al frente, para descansar mi cuello. Quién sabe cuánto tiempo ya llevaba así, empecé a sentir las consecuencias en sólo segundos.
    Hice que mi mente se distrajera un rato mirando a los estudiantes que pasaban frente a uno de los edificios.
    Fue una coincidencia ver que justo en ese momento se encontraban Valeria y Edward, discutiendo como siempre. No se habían dado cuenta de mi presencia.
     Me culpé a mí misma, ya que cuando salí de teatro la había dejado a ella ahí. Pero tampoco podía arrastrarla conmigo al exilio. Si hubiera estado con ella Edward no estaría arrastrándola hacia su rutina tóxica.
    <<No, no, no, no>>
    Me paré de inmediato para ver cómo podía ayudar a que “Diente chueco” no le arruinara el día con sus estupideces. Pero antes de que pudiera dar un paso siquiera, Valeria logró divisarme desde donde estaba y me hizo señas de que no los interrumpiera.
    <<Maldición>>
    Me senté de golpe, mirándolos sin parpadear.
    El idiota no dejaba de dar manotazos al aire mientras gritaba una que otra palabra. Al menos eso hizo que los que estábamos alrededor escucháramos “¡Valeria, ese no es el maldito caso!”.
     Seguidamente vi que ella sólo bajaba la mirada y le decía algo al oído, notó que unas cuantas miradas de curiosos empezaban a detenerse para seguir viendo el espectáculo.
    Él la miró con recelo y asintió. Luego se alejó y siguió su camino hacia la cafetería.
     Valeria esperó un poco antes de moverse, manteniendo en la misma posición. Como si todavía ese hombre le estuviera clavando un cuchillo por la espalda.
    ¡Cinco minutos, Valeria!gritó Edward al llegar al otro lado del edificio.
    Ella no volteó, caminó rápidamente hacia mí.
    Cuando estuvo sentada a mi lado simplemente dejó que el pequeño silencio entre nosotras la hiciera sentir segura de que sus lágrimas iban a ser bienvenidas.
    Al principio no sabía qué hacer, me agarró desprevenida. Quería tomarme mi tiempo para buscar las preguntas correctas, pero sabía que eso no era lo que ella necesitaba ahora.
    Me acerqué a ella y la abracé.
    Valeria dejó que sus sollozos fueran un poco más fuertes.
    Cuando alguien dice “Te lo dije”, muchas veces lo vemos como una manera de levantar el orgullo de esa persona. “Si, tenías razón. Ahora cállate”.
     No es lo que uno quisiera escuchar cuando ya está herido.
     Valeria y Edward eran ese tipo de parejas que discutían por cualquier cosa. Pero en lo que respecta en mi opinión, ambos son unos imbéciles. Ella siempre perdonándolo aun cuando la engañó con otras estudiantes y él por ser un estúpido manipulador.
      No era la primera vez que veía a Edward reaccionar de una manera explosiva en una de sus discusiones, cada vez que levantaba las manos temía que una de ellas cayera directamente en el rostro de mi amiga.
     Aquí estaba ella, llorando y quizá preguntándose qué están haciendo mal. Porque, para Valeria, todo debe ir de maravilla cuando ambos “se aman”.
     Después de un rato, se apartó de mí con un gentil suspiro.
     Lo está volviendo hacer. se secó las lágrimas. Empieza a crearse suposiciones de que lo puedo engañar con cualquiera.
     Debe ser muy ciego para ver que eres fiel a él. dije.
     Aguante las ganas de vomitar, lamentablemente era cierto, era como su perrito adiestrado.
     Si él decía salta ella preguntaba ¿Qué tan alto?
    Pero él no lo ve. apretó sus puños. Me está sofocando.
    Termina con él. hice un mohín.
    <<Es lo que te he sugerido desde que te engañó por primera vez>>
    Ella sólo me miró con una sonrisa condescendiente. Ya sabía qué significaba:
    “Sabes que no puedo. Lo amo.”
    Siento que todavía puede cambiar pero no sé cómo. dijo como cualquier otra mujer atrapada entre la violencia. Sólo necesita tiempo. Me dijo que lo haría, que cambiaría.
     Cada vez que dejaba salir cada una de sus palabras notaba cómo ella al mismo tiempo trataba de convencerse.
      ¿Y cuánto tiempo ha pasado desde eso?
      No contestó. Sólo miró sus manos y dejó que otras lágrimas acosaran su rostro.
     Mira, no puedes ayudar a quien no quiere ser ayudado.dije. Me imagino que dijo que cambiaría por ti ¿No es así?
     —Si…
      —Y no lo ha hecho, ni siquiera ha habido un avance. Al menos desde mi punto de vista, no. Eso quiere decir que no te ama lo suficiente para hacerlo. ¿Y por qué perder tu tiempo con alguien así? En conclusión, debes terminar con todo y darte la oportunidad de estar con alguien que no se comporte como si tuviera a una perra sumisa de novia.torcí los labios. —Lamento mi expresión, pero es cierto. 
      Se empezó a reír y me miró.
      Ay, Luna. No exageres.
      Pensé que la había herido, pero no fue así. Su risa sonaba ronca, puede que al final quería ocultar su tristeza de otra manera.
     Me sentí decepcionada.
     Sus ojos aún albergaba lágrimas y sus labios se veían cansados a pesar de emitir esas carcajadas falsas.
       Dejé que aminorara su pequeño ataque de negación.
       Me recargué más en el asiento. Accidentalmente mi mano llegó a tocar el glaseado de la magdalena que estaba a mi lado.
     Oye…
     Ignoré mis dedos embarrados y le ofrecí ese postre.
     ¿De qué es? preguntó al tomarlo.
     De vainilla pero decidieron ponerle colorante café. —respondí con sarcasmo.De chocolate. —sonreí.
       Cuando ella le dio un mordisco, al principio parecía disfrutar tener algo para masticar pero en vez de que durara el encanto, su rostro empezó a transformarse en un mohín de desagrado.
       Me reí con tanta fuerza que olvidé por completo que ella estaba triste.
      — ¿En dónde lo compraste? —Dejó la magdalena. —Para que no vaya a cometer tu error.
      —En mi defensa—dije tratando de ahogar mi risa—Se veía delicioso en el mostrador.
      Prefiero los chocolates en barra.
      Se rio conmigo.
     Oye, es una buena idea. ¿Y si vamos a comprar unos chocolates?
     Ambas lo necesitamos ¿No?
      —Así es. No creo que hayas salido ilesa de lo que pasó en teatro, que, por cierto, ¿Cómo estás?   
     Ammm… Podría decirse que estoy bien. Ciertamente me siento liberada, ya no tengo que preocuparme por escuchar a esa mujer y sus delirios.
      Valeria hizo inclinó la cabeza, mostrando un poco de su desacuerdo.
      Quizá sí, quizá no.
      ¿Por qué lo dices?
        —Digamos que hablé con algunos compañeros del grupo y al parecer fuiste como una inspiración a hacer lo mismo. En otros aumento más su miedo de enfrentarse a la maestra. Y créeme que de eso se enterará ella, tal vez te vaya a ver como una mártir.
      Resoplé.
      —Que lo haga. No me interesa.
      ¿Qué hay de tu calificación?
      Puedo ayudar en escenografía. Escuché que hay muchos holgazanes y pocas manos que trabajan. Seré bienvenida, sin duda.
      En su mirada parecía estar un poco escéptica pero al final lo dejó pasar.
     A pesar de haber cambiado de tema, sus pensamientos seguían enfrascados en aquella esquina del edificio de enfrente en donde Edward había desaparecido.
      ¿Qué quiso decir tu manojo de testosterona con “cinco minutos”?pregunté al verla desviar su atención a ese lugar.
      Le prometí verlo en la cafetería para que habláramos mejor las cosas
       —…En cinco minutos.
      Si. Ahora sé que cuando vaya, hablaremos también de este retraso.
      ¿Para qué…?
       —Necesito ir allá. —me interrumpió. —Al menos para darle un ultimátum. “Cambia ahora o me voy”.
        <<Vaya, no era lo que esperaba. Pero es un progreso>>
      Se levantó del lugar como si nuevas energías hubieran sido inyectadas. Se veía decidida.
        — ¡Oh, mira! Allá va el gordo.
      Cuando decidí ver hacia donde ella apuntaba, Rubén ya venía caminando presuroso hacia nosotros.
      ¡LUNA!
     <<Bueno, hacia mí>>
      Me abrazó como si no me hubiera visto en semanas, luego saludó rápidamente a Valeria.
      Hola, Victoria.
      Me llamo Valeria. hizo un mohín.
      —Oh, lo lamento. —volteó hacia a mí. —Te tengo que decir algo muy importante. Y tiene que ser antes de que…
       —Te estábamos buscando, Rubén.
       Edris llegó justo unos segundos después, acompañado de Lisandro.
       Y también a ti, Luna. dijo Lisandro con una sonrisa.
       En realidad… Él te estaba buscando. Yo sólo vengo por este güey.señaló a Rubén quien parecía frustrado.
      Lisandro le dio un codazo sin discreción.
      Edris lo pasó por alto, y siguió hablando.
     <<Típico de él>>
      Él era de las personas que le eran indiferentes tantas cosas que muchos lo catalogaban de insensible. Yo lo consideraba alguien de los míos, pero en un nivel totalmente diferente. Para mí, era alguien centrado y la persona perfecta para obtener respuestas directas y sinceras si necesitabas resolver un problema.
      Hace dos años una compañera había caído en los embrujos de ese chico, pero no se dio cuenta de que estaba cayendo demasiado rápido. Y un día le confesó lo que sentía, dos semanas de haberlo conocido. Claramente, todo salió al mal. Él la rechazó y ella, hasta ahora, sigue escondiéndose cada vez que lo ve por los pasillos.
     Edris tenía un estilo fatalista de lo que eran los Beatles, su cabello azabache tenía la misma forma que McCartney pero sin el fleco uniforme   y sus ojos marrón eran igual de oscuros que la mayoría de nosotros. Empiezo a pensar que las chicas caían por él porque les gustaba que las ignorara.
      No era el tipo de persona que le gustara ocuparse de cosas del amor. Y para que quede claro, no, no es gay.
      En fin, entonces ¿No entramos a clases? preguntó.
      No, que hoy nos extrañen. respondió Rubén.
      Conste que tú lo dijiste, yo sólo pregunté.  
      Deberían entrar. intervino Valeria. Hoy, la maestra no está de buen humor.  
      La maestra nos ama. Somos sus guionistas estrellas. —dijo Edris orgulloso.
       De un momento a otro, Lisandro y yo parecíamos los únicos excluidos en la conversación. Esos tres ya estaban hablando de los momentos en los que la maestra de teatro los había elogiado. Por mi parte, ahora no estaba de humor para hablar de ella y Lisandro no era parte de nuestro taller.
     Sin poder evitarlo, nos miramos. Intentado saber qué decir.
     Y… ¿Cómo has estado? pregunté.
     Muy bien. Se movió inquieto en su lugar.De hecho ¿Te acuerdas que iba salir al cine el domingo con un grupo de niños de mi iglesia?
     Sí, lo recuerdo.
     Apenas noté cómo iba vestido hoy. Tenía su horrible suéter de rayas amarrado a la cintura y el uniforme estaba algo arrugado. En su mano derecho sostenía una especie de cartulina oscura con otros tintes, estaba enrollada. Su rostro parecía cansado pero aún seguía sonriéndome.
     Fuimos a ver una animada. Luego te cuento de ella. agarró la cartulina con las dos manos y me la dio. Al salir del cine me encontré con un amigo que trabaja ahí mismo y dijo que me podía regalar un poster. Es de la película inspirada de la saga que me has prestado.
      << ¡¿En serio?! >>
     No es cierto… dije mirando con asombro lo que tenía en las manos.
     Sé que te gusta mucho más que a mí. Así que… es tuyo.
     Muchas gracias y… No sé qué más puedo decir.
     Me reí por los nervios y la emoción. No podía creer que en mis manos tenía un regalo de Lisandro. Más allá del hecho que era de una de mis libros favoritos, él me lo estaba dando.
    Era otra prueba de que Narciso no era del todo Narciso. Quería llorar de alegría.
    Quizá él no me quería par algo más que amistad, pero me quería. Y por ahora, era suficiente para mí.
     No es nada. Fuiste en quien pensé cuando me ofreció uno de esos.
      Al escucharlo, mi cuerpo se descontroló. Me ardía el cuello y las orejas había una fiesta en mi pecho y sentí que tenía ganas de ir al baño a gritar.
      Lisandro ¿Vienes o no?
     Edris se encontraba ya a unos pasos de nosotros, dirigiéndose a la cafetería junto con Valeria. Me di cuenta de que Rubén era el único que estaba sentado a mi lado.
     << ¿Cuándo fue que se movieron? >>
     Si. contestó Lisandro. Me dirigió una última mirada. Nos vemos luego.
    Por un instante sentí que sólo éramos él y yo entre todo el resplandor esparcido del sol a través de las hojas.
    Sus ojos tenían un brillo que desconocía por completo, pero igualmente me hipnotizaba.
     Por supuesto.contesté casi en un susurro.
      Aun cuando desapareció de mi vista, yo seguí viendo hacia esa dirección. No pasaba por mi mente que Valeria ya iba otra vez a la boca del lobo o que Edris parecía estar tan extrañado ante la demora de su amigo.
    No me di cuenta que Rubén no dejaba de mirarme con esa frasecita que he estado evitando durante el comienzo del día: “Te lo dije”.
    Parecía satisfecho con los resultados de su suposición. Claramente él era el cupido entre nosotros dos, algunas veces. Todavía me es difícil imaginar a Lisandro tratando de encontrar consejos en su mortal amigo-enemigo.
    ¿Se te perdió algo? solté cuando aparté mi mirada.
    Yo creo que a ti se te perdió una máscara. Y era la que utilizabas para engañarte acerca de Lisandro.  En serio te gusta.
    Negué con la cabeza.
    No te confundas. Aunque me guste no quiere decir que he perdido mi máscara. Todavía la necesito. me recargué en el respaldo.Al menos hasta matar el sentimiento.
    ¿Matar? ¿Por qué quieres hacer eso? ¿Vas a desperdiciar la oportunidad de ser amada de vuelta?preguntó controvertido.
    Cuida tus palabras. Amar es una de las fuertes.
    ¡Eso no es importante ahora!
   Puso su mano sobre mi hombro he hiso que lo viera a los ojos.
   Les gustas, en serio le gustas. Mira lo que ha hecho por ti y lo que tú has hecho por él.
    No me inmuté. Simplemente torcí mis labios y miré hacia el poster.
     Son unos ciegos si no quieren que esto realmente suceda. Entre los dos se hacen tanto bien…
     Perdóname si difiero en eso. ¿En qué podemos hacernos bien si estamos juntos? Sólo nos perjudicará.
     ¿Por qué lo dices?
     Se me cristalizaron los ojos. Me volvía a doler la posibilidad que quizá estaba cerca de escapar a la realidad. 
     Me estaba doliendo.
     Puede que él solamente esté confundido. Y crea que me quiere más que una amiga cuando en realidad lo único que siente es gratitud. Probablemente fue la razón por la que no me dijo nada el día que salimos, porque no estaba seguro de que era eso lo que deseaba. No está seguro de lo que siente. Y yo no puedo permitirme ser como una sombra a la espera de su decisión.  Debo mantenerme indiferente ante eso. Y seguir con el rol de “amiga”.
    Oí de cerca su suspiro de cansancio.
     ¿Te estás escuchando?—arrugó un poco las cejas. Yo lo hice, y lo que escuché fue a ti tratando de convencerte. se paró del siento y se puso en frente de mí. —Algo de lo que yo estoy seguro es que no debes de perder la oportunidad de amar. Y si, digo “amar” porque quizá ustedes dos ya estén empezando a sentir eso y no se dan cuenta. Están tan enfrascados en sus temores de “¿Y si no siente lo mismo?” que se están perdiendo su presente y probablemente su futuro.  Tienes en tus manos a un hombre que confía plenamente en ti, pero tú no quieres hacer lo mismo. Eso es un error tuyo. No quieres arriesgarte a ser lastimada de nuevo y lo que es peor, esas dudas  son las que también hacen a Lisandro retroceder. Así que si en el fondo quisieras que algo entre ustedes llegara a pasar, debes comenzar primero contigo, arreglar y estar segura de lo que sientes tú y dejarte llevar.   
     Quise evitar su argumento con lo que yo pensaba al respecto, pero mientras más indagaba en lo que había creado en mi mente, me di cuenta de que él había dado justo en mi problema.
     Estaba insegura de lo que sentía. Yo era la que ponía barreras a lo tonto, sólo porque el fantasma de amores pasados y cicatrices todavía me atormentaban.
    << ¿Y si me arriesgaba a dejar que los sentimientos fluyeran? ¿Me arrepentiría? >>
    El amor es una montaña rusa. dije.
    Sí, pero depende de ti si quieres subir y vivir una aventura, o quedarte siempre en la fila de espera, mirando cómo los demás lo hacen.
     Asentí, dejando que la analogía terminara de ser procesada.
    Tienes toda la razón. sonreí.



Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor a distancia (Obra de teatro)

La chica de la ventana

El calendario (Poema)