Odio que no te pueda odiar

Miradas ajenas y palabras vacías, eso es lo que somos ahora. Cuando apenas hace unos meses estábamos compartiendo sonrisas y buenos momentos, tú me decías que te sentías a gusto y yo no podía controlar el color de mi piel que se tornaba carmín al momento de verte jugar con la mirada. Realmente mis sentimientos en ese momento eran tan sinceros que me arrepiento demasiado de no haberte dado más pruebas de ello, quizá si lo hubiera hecho estoy segura que en el presente estarías consiente de que no te odio. De que es difícil odiar cuando alguna vez llegué a amar...


Pero no vengo a decir aquí nuevamente sobre los sentimientos que aún tengo por ti, a pesar de que tengo también mil razones para odiarte, no puedo. Así que sólo comenzaré diciendo que me duele tanto tener que verte ahora, porque no me gusta ver cómo estas. Odio tanto tu mirada baja, y tu sonrisa forzada, odio tanto que no puedas mirarme a los ojos, que yo signifique una intrusa en nuestro círculo de amigos, porque quizá no te gusta que yo le hable a ellos cuando están contigo (o aún cuando no lo están). 
Odio tanto que hables mal de mí a mis espaldas, cuando por mi parte sigo sonriendo amargamente al escuchar tu nombre, o simplemente me quedo callada. 


Me duele tanto tener que acordarme de bonitos momentos cuando te tengo en frente o cerca sólo por unos segundos fugaces, ya que ambos desviamos la mirada al encontrarnos por los pasillos. O tenemos la decencia de ignorarnos. Pasar fríamente a tu lado es como un ataque en el corazón que no quiero revelar frente a las manos que me apoyaron a superar las amargas verdades que estuvieron entre nosotros. Como el hecho de que yo sólo era un pasatiempo, o el hecho de que no te importó para nada las lágrimas que ambos dejamos caer. 
Enserio, no tienes ni idea de lo mal que me hace sentir que cerca de mí estuvo alguien a quien consideré un amigo pero que para él yo sólo era un repuesto o un apoyo que se podía desechar cuando quisiera.  Y lo peor es que aún estoy aquí, pensando cómo estás,  si estas siguiendo los mismos consejos que alguna vez te di cuando te encontrabas mal... O si me odias...
Hubiera querido que las cosas terminaran de diferente manera, que hubiera tenido el valor suficiente para decirte que ya no te guardo ningún rencor y que quisiera que dejaras de mirar mal a nuestros amigos cuando se acercan a hablar conmigo. 


Pero todo ya está perdido. 
Ya no somos los mismos, el tiempo ya ha pasado, demasiado rápido para mi gusto, y estamos acabando una etapa de nuestra vida en donde nos estábamos preparando para un futuro independiente... Y ya no hemos vuelto a hablar. Y si nos dirigíamos la palabra, era de manera "indiferente" y sin motivo a iniciar una conversación. 
Una vez, alguien me dijo que me necesitabas en estos días, pero no lo creí, porque sé que tú tienes la facilidad de encontrar personas que te escuchen aunque sea por un rato. La verdad en el asunto era al revés, yo necesitaba de ti, me había acostumbrado tanto a escuchar tus problemas, tus anécdotas y datos que te eran interesantes... que llegué a necesitar tu voz, de tu sola presencia y de tu cínica sinceridad. Yo necesitaba ayudarte a ti. 
Sin embargo me derrumbé, porque me di cuenta de todo el tiempo  que nos estábamos ignorando, ya no me atreví a hablarte de nuevo.Yo sé que no voltearías atrás por alguien como yo, que no representó nada importante en tu vida, que sólo estuvo para escuchar y ayudar sin preguntar, quizá necesitabas algo más, y yo no pude cumplirlo. 


Puede que en estos momentos yo ya no me sienta como en aquellos días en los que creí que tú y yo íbamos a poder ser algo más que amigos, porque seamos sinceros, fuiste un imbécil conmigo; simplemente tengo ese pequeño cariño hacia ti que no pude quitarme de encima desde el momento en el que comencé a apoyarte en tus malos días. Y es esa pequeña espina en mi corazón la que me está haciendo llorar ahora, porque sé que no te volveré a ver, y que nuestra historia no podrá tener un final mejor. 
Cuando hable con nostalgia de lo que sucedió en preparatoria,  que llegué a conocer  a un joven con ideales algo extraños a quien quise demasiado, no podré ocultar la amargura de los recuerdos. 
Me siento tan tonta ¿No te imaginas? Yo escribiéndole a alguien a quien quiero mucho pero que sé que el sentimiento no es recíproco, que sé que si se llega a enterar de esto ni él ni yo nos animaremos a hablar nuevamente, que a pesar de considerar que no hice ningún mal en su vida... me mira como si yo fuera un intruso. 
Quizá lo que yo piense no es cierto, porque puede suceder, pero con todo lo que me han platicado, las cosas que has dicho de mí como si hubiera sido sólo un juguete... Me obligan a creer en lo que yo pienso. 


Ojalá que nuestros caminos se vuelvan a cruzar, y que para esas fechas no quede rastro de la pena e inseguridad que ambos sentimos . Ojalá que ambos podamos cumplir con las metas que una vez compartimos en un sábado por la tarde. Y quizá en ese momento de reencuentro, te invite a sentarte conmigo en una de las mesas del cine,  platicar mientras el reloj avance para poder darnos cuenta de que ya es tarde y tendremos que volver a casa. 
Quisiera... 

Quisiera tanto volver a ver esa sonrisa tuya, aquella que no está maquillada de ego o falsa cortesía. Si, quisiera verte a ti sólo para poder escuchar cómo te ha ido en el día.  






Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor a distancia (Obra de teatro)

La chica de la ventana

El calendario (Poema)