Un personaje
¿Han detenido el tiempo estos días? ¿Han mirado con más detenimiento el rostro de las personas que los rodean? ¿Cómo fue que los conocieron? Yo podría contarles la vez que conocí a un compañero, gracias a que me dieron ganas de tocarle la pancita a un extraño. O la vez en que conocí a mi mejor amiga (después de un año de compartir el mismo salón) de una manera algo abrupta y escandalosa. ¡AH! Y cómo olvidar la vez en que por un accidente de oficina, conocí a quien años después sería el mentor de mis poemas.
¿Pero saben cuáles son las amistades más curiosas y duraderas? Aquellas que crecen en las adversidades, aquellas que sin importar cuántas veces se peleen o cuántas tormentas se presenten, siempre llegan al mismo punto, estando juntos.
Les quiero contar de uno en particular, un pequeño momento en el que me pude dar cuenta que esta persona formaría parte de mis mejores amigos:
La maestra no había
llegado aún y yo llegué quince minutos tarde.
Estaba sentada al final de una fila, con
Rubén, mi buen compañero de teatro y confidente, y Valeria quien no dejaba de
hablar con él sobre cosas banales.
Todo el salón estaba envuelto en charlas
superfluas de cómo se la habían pasado el día de ayer y de los chismes de la
semana.
—Pero mi prima y yo nos
fuimos a comprar en la otra tienda a la que pasamos antes.
—Ajá… Y eso ¿En qué nos
interesa? —
preguntó Rubén.
—En que ya tengo parte de
mi traje de muñeco de nieve.
—contestó Valeria, orgullosa.
—Yo no sé qué verga va
hacer nuestra jefa de grupo para los villancicos. ¿Si les dije que no hemos
hecho ni una madre? Pues sí, estamos jodiditos.
Gruñí desde mi pequeña cueva de brazos.
Ese era otro asunto que debía de atender
yo también.
Los maestros de inglés hacen que los
estudiantes de quinto semestre participen en un concurso de villancicos en el
idioma extranjero, por supuesto, por eso mismo cuesta toda la calificación del
ciclo.
Las bases eran simples: escoger una
canción en inglés (nosotros escogimos “A Wonderful Christmas Time”), ensayar
letra y exponer una coreografía ORIGINAL (sin ayuda de algún coreógrafo).
La última regla debe ser un chiste de mal
gusto porque ya se sabe que los estudiantes si contratan coreógrafos, incluso
desde años anteriores. Si el concurso es una tradición, la trampa de los
alumnos también lo es.
Lo chistoso es que todos sabemos que
faltamos a esa regla pero no decimos nada. Ah, pero un grupo debe de cuidar el secreto
sucio porque si alguien de la escuela los llega a sorprender todos sacan sus
máscaras hipócritas y empiezan a decir “¡Qué deshonestos!”, “¡Tramposos!”,
“Quítenles la calificación”.
Nosotros comenzamos con la buena
intención de hacer nuestra coreografía. Dos compañeras que están en un grupo de
danza nos iban a ayudar junto con un grupo de chicas, entre ellas estaba yo,
pero nos rendimos. Y se buscó a alguien.
Cada jueves y viernes se reunían en mi
casa para ensayar en el patio de en frente.
Debo admitir que me dio igual, mi
problema no era la coreografía sino las riñas que se generaban entre las
mujeres en el grupo por el diseño de los trajes. Yo nunca tuve una madre para
enseñarme de esas cosas: moda, maquillaje, que color combina con otro, zapatos…
Como jefa de grupo, debía atender las
quejas de todas la inconformes, la mayoría de ellas no les entendía cuando me
decían: “Es que no es necesario un corte redondo para el vestido de las
bailarinas, debemos cambiarlo a…” “¿Por qué debemos usar estos colores
depresivos? Usemos coral, es mejor”
Me dolía más la cabeza al recordar que
quizá hoy debía escuchar lo mismo.
—Luna, baby. Despierta. —dijo
Rubén mientras me pasaba una mano por el hombro. —Necesito hablar contigo de
algo.
Rubén se había convertido en uno de mis
amigos durante el cuarto semestre. A tropiezos nos fuimos conociendo.
La primera vez que lo había visto fue en
una junta improvisada en teatro, nuestra maestra nos había abandonado (otra
vez) dejando a todos los grupos de teatro con la tarea de hacer algo para el
día de muertos. Eso hace ya un año que pasó, él se acercó al círculo de
estudiantes histéricos y empezó a insultar de manera educada a todo aquel que
quería tomar el mando.
Valeria y yo le decíamos “El gordo”. Muy
despectivas, sinceramente… Si, Rubén está pasado de peso pero nosotros no
éramos ningunas Barbies.
No nos agradaba.
Hasta que él se molestó en acercarse a mí.
Sabía que conocía a Edris-otro compañero de pequeñas aventuras- y a Lisandro (poco después me enteré que
tenían una relación de amigos-enemigos).
A veces se reunía conmigo en la biblioteca
y trataba de descifrarme, quería saber qué tipo de persona era yo. Algo muy
inusual para alguien que prefería pulir su alter ego. No diré que fue una
pérdida de tiempo, yo también descubrí cosas de él. Desde esos momentos estuve
más consiente de las máscaras que fabrican las personas, también estuve
consiente de las mías.
Ahora era uno de mis amigos más cercanos,
hablábamos cada que podíamos pero durante algún tiempo se ha tomado muchas
libertades. Para él yo no soy una mujer, soy una más en su grupo de amigos pero
sin pene.
Levanté un poco la mirada y me topé con sus
ojos curiosos.
—Me enteré de algo que quizá te guste
saber. —aguardó a que yo
abandonara mi cueva y me enderezara. —Es sobre Lisandro.
—Ah. —dije
en mi intento por quedarme despierta.
—No te hagas, que si te
interesa.
Me un codazo brusco al instante.
Al menos me ayudó a abrir un poco más los
ojos. Del otro lado veía la mirada de desaprobación de Valeria por aquel trato.
—Ajá... —bostecé.
—
¿De qué se trata?
—Me he enterado de todas
las salidas que han tenido desde que inició el ciclo. Lisandro siempre nos las
cuenta al llegar a clases. Y digo “Nos” porque Edris también ha escuchado todo.
—sonrió
con cierta chispa malévola. —TODO.
Y déjame decirte que no he visto a Lisandro así antes, has hecho un cambio
drástico en él que se le puede notar hasta por los codos. Algo más importante,
sólo habla de ti.
Hizo una pequeña pausa para ver si yo
reaccionaba de alguna manera. Yo no pude hacer más que mirarlo con cautela.
Una parte de mí no sabía cómo reaccionar
ante la insinuación de Rubén. Pero tenía mi mente trabajando en ello: Lisandro
es un hombre con el afán de siempre hablar, le gusta, y si se siente mejor es
porque ha podido liberar los males que lo acosaban. Puede que el gordo sólo
estaba exagerando con el hecho de que sólo habla de mí, habla de nuestras
salidas y de las películas, tal vez, pero no mí específicamente.
Tranquilicé a mi corazón y cerré mis ojos.
—
¿Dónde está la parte en la que debo de interesarme?
— ¡No mames, Luna! —
dio un manotazo al pupitre que hizo saltar a algunos que estaban cerca de
nosotros. —
¿Cómo puedes mostrarte tan fría ante eso?
Levantó la voz, así como hace siempre.
Me
reí. Era la primera vez que esta clase presenciaba este tipo de demostraciones
de Rubén y se estaban poniendo
incómodos, para mí ya era normal ver sus dramas.
— ¡Te estoy diciendo que el
hombre se está volviendo loco por ti y no te interesa!
— ¡Wuo! Para ahí. —levanté
una mano mientras trataba de dejar de reír. —Lisandro no está haciendo
tal cosa. Simplemente salimos como amigos.
—Cada fin de semana y se
hablan todo el maldito día. —afirmó
con un mohín. —Puedo
apostar que no pasa ni media hora que salen de la escuela y ustedes ya se están
mensajeando.
Separé mis labios para protestar pero la
verdad me obligó a cerrarlos. Era cierto, hablábamos casi todo el día, sin
embargo eso no podía adelantarnos a la idea de que él sentía algo por mí.
— ¡Ves! Tengo razón.
—Eso no demuestra nada. —objeté.
—Estás tan ciega. Me vas a
negar que en estos meses no has sentido nada hacia el pobre Lisandro.
—Empatía, sí. Nada más.
<<Y algo más… ¡No! Nada más.
>>
Rubén hizo un gesto ahogado en el que
parecía querer ahorcarme.
—Buenos días, muchachos.
Comencemos de una vez con las exposiciones, no perdamos más tiempo.
Sin dejar que mi amigo pudiera decir una
palabra más, la maestra había entrado apresurada y con un montón de carpetas en
sus brazos.
Parecía un pequeño ratoncito desgreñado con el
maquillaje un poco corrido. Bastó para que mis energías volvieran a renovarse
(dando casi las últimas) para que sintiera a mi corazón tocando tambores para
mantenerme con la sangre fría.
—Hablamos de esto después. —me
susurró Rubén mientras cada quien comenzaba a mover sus sillas con su
respectivo equipo.
Quién hubiera pensado que ese personaje bonachón, se convertiría en algo más que un confidente. Sería el comentario sarcástico de los días tristes y el mentor de las leperadas de mi vida. Es el personaje que más quiero que conozcan cuando lean "La antología del DRAMA", porque este hombre es quien condujo la historia y la reparó cuando se salió de control.
Hay tantas aventuras que juntos que quiero que conozcan, para que también sepan que hay personas que valen la pena conocer, a pesar de sus caparazones narcisistas o sociopatas, a pesar de mostrarse duros ante las malas rachas; ellos también esconden el "kokoro" que vale la pena admirar.
Yo admiro a este hombre por sus enseñanzas atropelladas, por sus perspectivas que me hicieron reaccionar durante mis momentos de estupidez.
Lo amo, es mi mejor amigo. Y es por él, por que estoy terminando de escribir nuestras historias, como esta:
Cuando
decidí ver hacia donde ella apuntaba, Rubén ya venía caminando presuroso hacia
nosotros.
— ¡LUNA!
<<Bueno, hacia mí>>
Me abrazó como si no me hubiera visto en
semanas, luego saludó rápidamente a Valeria.
—Hola,
Victoria.
—Me llamo
Valeria. —hizo un mohín.
—Oh, lo lamento. —volteó hacia a mí. —Te
tengo que decir algo muy importante. Y tiene que ser antes de que…
—Te estábamos buscando, Rubén.
Edris llegó justo unos segundos después,
acompañado de Lisandro.
—Y también
a ti, Luna. —dijo Lisandro con una
sonrisa.
—En
realidad… Él te estaba buscando. Yo sólo vengo por este güey.
—señaló
a Rubén quien parecía frustrado.
Lisandro
le dio un codazo sin discreción.
Edris lo pasó por alto, y siguió
hablando.
<<Típico de él>>
Él era de las personas que le eran
indiferentes tantas cosas que muchos lo catalogaban de insensible. Yo lo
consideraba alguien de los míos, pero en un nivel totalmente diferente. Para
mí, era alguien centrado y la persona perfecta para obtener respuestas directas
y sinceras si necesitabas resolver un problema.
Hace dos años una compañera había caído en
los embrujos de ese chico, pero no se dio cuenta de que estaba cayendo
demasiado rápido. Y un día le confesó lo que sentía, dos semanas de haberlo
conocido. Claramente, todo salió al mal. ÉL la rechazó y ella, hasta ahora,
sigue escondiéndose cada vez que lo ve por los pasillos.
Edris tenía un estilo fatalista de lo que
eran los Beatles, su cabello azabache tenía la misma forma que McCartney pero
sin el fleco uniforme y sus ojos marrón
eran igual de oscuros que la mayoría de nosotros. Empiezo a pensar que las
chicas caían por él porque les gustaba que las ignorara.
No era el tipo de persona que le gustara
ocuparse de cosas del amor. Y para que quede claro, no, no es gay.
—En fin,
entonces ¿No entramos a clases? —preguntó.
—No, que
hoy nos extrañen. —respondió Rubén.
—Conste
que tú lo dijiste, yo sólo pregunté.
—Deberían
entrar. —intervino Valeria. —Hoy, la
maestra no está de buen humor.
—La
maestra nos ama. Somos sus guionistas estrellas. —dijo Edris orgulloso.
De un momento a otro, Lisandro y
yo parecíamos los únicos excluidos en la conversación. Esos tres ya estaban
hablando de los momentos en los que la maestra de teatro los había elogiado.
Por mi parte, ahora no estaba de humor para hablar de ella y Lisandro no era
parte de nuestro taller.
Sin poder evitarlo, nos miramos. Intentado
saber qué decir.
—Y… ¿Cómo
has estado? —pregunté.
—Muy bien.
—Se
movió inquieto en su lugar. —De hecho
¿Te acuerdas que iba salir al cine el domingo con un grupo de niños de mi
iglesia?
—Sí, lo
recuerdo.
Apenas noté cómo iba vestido hoy. Tenía su
horrible suéter de rayas amarrado a la cintura y el uniforme estaba algo
arrugado. En su mano derecho sostenía una especie de cartulina oscura con otros
tintes, estaba enrollada. Su rostro parecía cansado pero aún seguía
sonriéndome.
—Fuimos a
ver una animada. Luego te cuento de ella. —agarró la
cartulina con las dos manos y me la dio. —Al salir
del cine me encontré con un amigo que trabaja ahí mismo y dijo que me podía
regalar un poster. Es de la película inspirada de la saga que me has prestado.
<< ¡¿En serio?! >>
—No es
cierto… —dije mirando con asombro
lo que tenía en las manos.
—Sé que te
gusta mucho más que a mí. Así que… es tuyo.
—Muchas
gracias y… No sé qué más puedo decir.
Me reí por los nervios y la emoción. No
podía creer que en mis manos tenía un regalo de Lisandro. Más allá del hecho
que era de una de mis libros favoritos, él me lo estaba dando.
Era otra prueba de que Narciso no era del
todo Narciso. Quería llorar de alegría.
Quizá él no me quería par algo más que
amistad, pero me quería. Y por ahora, era suficiente para mí.
—No es
nada. Fuiste en quien pensé cuando me ofreció uno de esos.
Al escucharlo, mi cuerpo se descontroló.
Me ardía el cuello y las orejas había una fiesta en mi pecho y sentí que tenía
ganas de ir al baño a gritar.
—Lisandro
¿Vienes o no?
Edris se encontraba ya a unos pasos de
nosotros, dirigiéndose a la cafetería junto con Valeria. Me di cuenta de que
Rubén era el único que estaba sentado a mi lado.
<< ¿Cuándo fue que se movieron?
>>
—Si. —contestó
Lisandro. Me dirigió una última mirada. —Nos vemos
luego.
Por un instante sentí que sólo éramos él y
yo entre todo el resplandor esparcido del sol a través de las hojas.
Sus ojos tenían un brillo que desconocía
por completo, pero igualmente me hipnotizaba.
—Por supuesto.
—contesté
casi en un susurro.
Aun cuando desapareció de mi
vista, yo seguí viendo hacia esa dirección. No pasaba por mi mente que Valeria
ya iba otra vez a la boca del lobo o que Edris parecía estar tan extrañado ante
la demora de su amigo.
No me di cuenta que Rubén no dejaba de
mirarme con esa frasecita que he estado evitando durante el comienzo del día:
“Te lo dije”.
Parecía satisfecho con los resultados de su
suposición. Claramente él era el cupido entre nosotros dos, algunas veces.
Todavía me es difícil imaginar a Lisandro tratando de encontrar consejos en su
mortal amigo-enemigo.
— ¿Se te
perdió algo? —solté cuando aparté mi
mirada.
—Yo creo
que a ti se te perdió una máscara. Y era la que utilizabas para engañarte
acerca de Lisandro. En serio te gusta.
Negué con la cabeza.
—No te
confundas. Aunque me guste no quiere decir que he perdido mi máscara. Todavía
la necesito. —me recargué en el
respaldo. —Al menos hasta matar el
sentimiento.
— ¿Matar?
¿Por qué quieres hacer eso? ¿Vas a desperdiciar la oportunidad de ser amada de
vuelta?—preguntó controvertido.
—Cuida tus
palabras. Amar es una de las fuertes.
— ¡Eso no
es importante ahora!
Puso su mano sobre mi hombro he hiso que lo
viera a los ojos.
—Les
gustas, en serio le gustas. Mira lo que ha hecho por ti y lo que tú has hecho
por él.
No me inmuté. Simplemente torcí mis labios
y miré hacia el poster.
—Son unos
ciegos si no quieren que esto realmente suceda. Entre los dos se hacen tanto bien…
—Perdóname
si difiero en eso. ¿En qué podemos hacernos bien si estamos juntos? Sólo nos
perjudicará.
— ¿Por qué
lo dices?
Se me cristalizaron los ojos. Me volvía a
doler la posibilidad que quizá estaba cerca de escapar a la realidad.
Me estaba doliendo.
—Puede que
él solamente esté confundido. Y crea que me quiere más que una amiga cuando en
realidad lo único que siente es gratitud. Probablemente fue la razón por la que
no me dijo nada el día que salimos, porque no estaba seguro de que era eso lo
que deseaba. No está seguro de lo que siente. Y yo no puedo permitirme ser como
una sombra a la espera de su decisión.
Debo mantenerme indiferente ante eso. Y seguir con el rol de “amiga”.
Oí de cerca su suspiro de cansancio.
— ¿Te
estás escuchando?—arrugó un poco las cejas. —Yo lo
hice, y lo que escuché fue a ti tratando de convencerte. —se paró
del siento y se puso en frente de mí. —Algo de lo que yo estoy seguro es que no
debes de perder la oportunidad de amar. Y si, digo “amar” porque quizá ustedes
dos ya estén empezando a sentir eso y no se dan cuenta. Están tan enfrascados
en sus temores de “¿Y si no siente lo mismo?” que se están perdiendo su
presente y probablemente su futuro. Tienes en tus manos a un hombre
que confía plenamente en ti, pero tú no quieres hacer lo mismo. Eso es un error
tuyo. No quieres arriesgarte a ser lastimada de nuevo y lo que es peor, esas
dudas son las que también hacen a
Lisandro retroceder. Así que si en el fondo
quisieras que algo entre ustedes llegara a pasar, debes comenzar primero
contigo, arreglar y estar segura de lo que sientes tú y dejarte llevar.
Quise evitar su argumento con lo que yo
pensaba al respecto, pero mientras más indagaba en lo que había creado en mi
mente, me di cuenta de que él había dado justo en mi problema.
Estaba insegura de lo que sentía. Yo era
la que ponía barreras a lo tonto, sólo porque el fantasma de amores pasados y
cicatrices todavía me atormentaban.
<< ¿Y si me arriesgaba a dejar que
los sentimientos fluyeran? ¿Me arrepentiría? >>
—El amor
es una montaña rusa. —dije.
—Sí, pero
depende de ti si quieres subir y vivir una aventura, o quedarte siempre en la
fila de espera, mirando cómo los demás lo hacen.
Asentí,
dejando que la analogía terminara de ser procesada.
—Tienes
toda la razón. —sonreí.
Espero que aún no sea tarde para desearte un "Feliz Cumpleaños". Quiero que sepas que no me he olvidado de ti, a pesar de estar todo el tiempo concentrándome en cosas como la Universidad; aún me acuerdo de aquella promesa hecha en el malecón...
Pasa un día fantástico y no olvides que siempre estaré para apoyarte, si así lo quieres, lo único que tienes que hacer es hablar. También quiero agregar que no estás solo, muchos de los que frecuentabas siguen preguntando por ti y también ofrecen sus manos si así lo necesitas.
Tienes más amigos de los que crees.
J. Luna
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