Nadie más, sólo yo

Subió a la cima de la montaña...
pensado que solo estaba. 
Triste, se sentaba 
para mirar el mar y la playa. 

"Nadie más habita aquí",
decía a los vientos en la mañana. 
"Sólo yo... Nadie más"

A veces escribía en la tierra, 
y volvía a exclamar sin novedad. 
Creía que el mundo así debía ser,
no conocía otra realidad. 

Escribía sin parar,
en hojas o troncos,
cada vez que oía al silencio pasar
por aquella cima de ojos nublados.

"¿Nadie más habita aquí?"
preguntó una tarde, cansado. 
Y sin respuesta a su plegaria,
continuó escribiendo sin ánimo. 

En la cima de la montaña se encuentra, 
viendo al tiempo pasar 
y a las aves emigrar. 

Quería compañía tener, 
pero nunca abandonaba aquella montaña
que siempre lo veía al amanecer. 
Siempre, solo,
siempre él. 

"¡Nadie más habita aquí!"
gritó una noche, llorando. 
"¡Nadie más que yo!"
Y se rindió.

Tiempo de pedir el roce de una voz, 
que nunca apareció. 
Tiempo de mirar hacia los cielos y el mar, 
sólo para perecer como los demás. 

Poco caso hizo lo que ocurría a su alrededor.
Tanto tiempo mirando a una sola dirección
lo hizo olvidar que las montañas
engañan a quien no tiene al suelo a su favor. 

Cayó sin gracia o freno, 
cayó recordando que ya era tiempo. 
Sintió sus plumas, 
sintió su pico, 
sintió que ya no debía temerle al viento.

Extendió sus alas cual velero
y mantuvo su pecho muy erguido.
El cielo ya no era un extraño, 
era ahora aquel que lo había salvado. 

A lo lejos vio su nido, 
ese lugar de memorias y dolores. 
Él fue un ave 
que había vivido con temores. 

Subió por las nubes,
pensando que solo estaba. 
No pasó mucho 
para saber que se equivocaba. 

"¿Nadie más vuela aquí?"
preguntó emocionado. 
"Nadie más que nosotros"
contestó un águila de marfil. 

"Has estado solo por temor, 
la luna y el sol te estuvieron cuidando. 
Y yo, te he estado esperando". 

"Ahora ven pequeño polluelo, 
debemos emprender un nuevo comienzo. 
Porque entre avanzar y detener, 
es preferible emprender". 

Fue así como inició el camino. 

Y las historias que quedaron en la montaña
siempre fueron escuchadas. 
En el mar de viento, navegaban. 
Compartiendo sus anhelos
a cada ser que encontraban.

"Yo soy Eolo, 
águila solitaria. 
Dueño de los vientos
y de historias olvidadas"

J. Luna















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