Break Away
CAPÍTULO 1
(Adelanto)
Cabos Sueltos
Entenderás
algún día que
Las
cicatrices son recuerdos y
Los
recuerdos son efímeros.
La tetera empezó a silbar sobre la estufa.
Roland
estaba terminando de leer la carta del fallecido padre de Violet.
—Pensó que viviría para entregártela.
—comentó
con voz ausente.
La
hija de aquel doctor se encontraba sentada cerca del lavabo, miraba a través de
la ventana.
El día se había congelado, no acaecía la nieve pero la niebla daba unas
pintadas turbias en la parte del bosque que se encontraba cerca de la casa. No
había mucho que admirar, sólo murmullos del viento que pasaban por casualidad.
Sin embargo, ante los ojos de Violet, pasaban muchas cosas.
—Él era de las personas
que hablaban demasiado antes de que algo realmente pasara. —dijo ella, extrañamente
divertida.
Su compañero arrugó las cejas, preguntándose si en verdad ella estaba
con ánimos de sonreír o si sólo estaba tratando de reflejar algo que no sentía.
La tetera se había removido sola, y ahora servía el té en dos tazas que
se encontraban en la mesa.
—Violet. —suspiró. — Me preocupa mucho que
esto lo estés tomando… Tan… Leve. —terminó inseguro.
Ella se encogió de hombros.
—No quería hacer tanto
drama, es todo.
Las tazas levitaron hasta llegar a las respectivas manos de sus dueños.
— ¿Esta vez no? —inquirió. —Recuerdo que te gusta
mucho tirar árboles cuando te llegan las sorpresas.
Violet enarcó la ceja y dejó escapar una pequeña risa.
Se
llevó la taza a los labios.
— Creo que las sorpresas
que mi padre dejó en esa carta no fueron suficientes para camuflar los enigmas
que me hacen pensar. —tomó un sorbo. — Lo extraño es que no me importan.
— ¿No te importa que seas
adoptada? ¿O que tu madre biológica se suicidó porque no te quería tener?
—No. —cortó.
Rendido,
Roland optó por dejarse caer en la silla, mirando confundido hacia la mezcla
turbia de hierbas y agua.
Si fuera él aquel que tuviera que lidiar con
las malas noticias, que al parecer caían del cielo, estuviera totalmente
alterado o al menos no sabría si debía romper cosas o llorar.
Con el último ataque que presencio de ella, esperaba que la casa
volviera a estar de cabeza.
Violet lo miró de reojo y se divirtió un poco por haberlo desconcertado.
No
mentía.
No
sentía nada en absoluto por aquellas nuevas revelaciones.
Por dentro ya intuía que no era pariente del doctor, aun así él se
dedicó a darles los mejores momentos de su vida hasta ahora. Y se lo agradecía
mucho.
<<Al carajo si no compartimos la misma sangre. >> Se dijo a
sí misma.
Y su verdadera madre, nunca lo fue.
Así que para qué ponerse a llorar por el cariño que nunca obtuvo de una
muerta.
—Cuando naces, te dicen a quién llamar ‘mamá’ o ‘papá’. Nunca te dicen
por qué lo son hasta más adelante. Y ni siquiera sabes lo que realmente
significa cuando lo dices por primera vez. Pero la esencia, el sentimiento que
tiene el hijo para tener la convicción de llamarlos así es por el amor. —juega
con el borde la taza. — O porque simplemente cubren sus necesidades básicas.
>>Son los que te visten, te dan de comer…
>>Mi padre murió antes de que yo supiera que la sangre y los
rasgos eran los que me “patentaban” como su hija.
>>Aun así, si él hubiera vivido para darme esta carta también me
seguiría dando igual. Porque, a como lo sentí en ese entonces y como lo siento
ahora, Logan Hatchkings era mi padre.
>>Y Ángela, después de lo que te he dicho, no tengo razones para
que su suicidio me afecte.
—Pero aceptas que hay algo intrigante en ello.
—Lo
sé. Y eso es lo que me ha dado vueltas la cabeza. —suspira.
—Me sorprende tanto oírte con tanta elocuencia
y seriedad… Casi. —sonrió.
Ambos rieron levemente.
—Digamos que lo último que pasó, terminó por echar de mí a aquella
adolescente inmadura.
Violet miró parte de su reflejo en la taza. Vio cómo su cabello largo y
sedoso se había convertido en una maraña irregular y corta -que Roland trató de
componer poco después del incidente-, era parte del recuerdo de una noche
agotadora.
<<Tenía que aprender por las malas que
hay cosas más grandes que yo y que he sido una vil ignorante la mayoría de mi
vida. >> Se abstuvo de decir lo demás, no estaba lista aún para escuchar
esas palabras en voz alta.
Sin querer, en ese breve momento de silencio,
ambos recordaron los rostros de las personas que se dieron a la tarea de ser
despreciados en este tipo de espacios.
El inmaculado, Scarlett, William y su banda de odiosos; y Justin.
El último en particular, en Violet, era odiado como si la hubiese herido
a un grado más alto que el inmaculado hizo.
Sobre la superficie de la taza, una grieta se dibujó. Haciendo que
Violet se obligara a cerrar los ojos y calmarse.
—Como sea, creo que podría despejar un poco
mis preguntas si Andrew estuviera aquí.
—Dudo que pueda hacerlo. ¿Cómo podría resolver cosas de este mundo?
—Porque la mayoría de los enredos que se están creando se deben a
razones del otro mundo.
—Pero no sabes dónde está.
—No. —dijo con voz apagada. —Leíste la nota conmigo. Dijo que necesitaba
descansar.
Roland torció los labios.
—Eso fue hace una semana ¿Crees que le haya pasado algo?
Violet terminó de beber otro sorbo del té y
dejó la taza a un lado. Roland apenas había bebido algo; era curioso, sabiendo
que él era quién lo sugirió en primer lugar al verla bajar por las escaleras.
—No lo creo. Sino ya lo hubiera sabido.
—Pero tú no tienes un collar asesino en tu cuello que te avise cuando
esté herido.
—Hoy despertaste con un montón de “Peros” en tu boca. —comentó
divertida. —Al menos cree en mí cuando te digo que está bien. Así lo siento. Es
como si fuera…
— ¿Alguna cosa rara de Ornáculus?
Sonrieron.
—Alguna cosa rara de Ornáculus. —afirmó Violet.
<<No, sólo intuición. >>
Aunque
ella hubiera querido estar muy segura de lo que creía, también se empezaba a
preocupar por su compañero.
Cuando despertó de aquella noche, no encontró nada más que una silla
vacía a su lado y una nota hecha en su cuaderno electrónico.
Se
sentía en deuda con él. Y no tuvo la oportunidad de agradecerle por haber
llegado justo antes de que la mataran.
— ¿Sabes? —comenzó a decir Roland. —Te luce
mejor tu collar, ahora que tienes el cabello corto.
Sorprendida por el comentario, se tardó unos segundos en mirar aquel
objeto que había sido un regalo de su padre.
Roland se levantó, dejando la taza en la mesa, y caminado hacia ella con
las manos en los bolsillos.
— ¿Y sabes qué le luciría mejor?
Antes de que ella pudiera preguntar, él extendió en sus manos una foto
de tamaño ideal para que cupiera en el portarretrato del collar.
Al principio, Violet tuvo que acercarse más para distinguir quiénes eran
los que estaban en la foto. No porque no veía bien, sino porque no podía creer
que en verdad existiera una así.
Robert se las había ingeniado para tomar una foto con ella mientras
estaban estudiando.
Se
veía de fondo parte del balcón y los libros de los estantes de la biblioteca;
el escritorio estaba tan desordenado como siempre, Violet estaba de espaldas a
la cámara pero se podía ver parte del perfil de aquella niña de doce años que
trataba de ver algo en el libro a su lado y frente a ella estaba el buen Robert
quien estaba limpiando sus lentes. <<Quizá se preparaba para la
foto>>
Había una sonrisa en el rostro de su mentor.
Sin querer, aquella foto había
capturado el momento más feliz de sus días con él.
Conforme ella fue creciendo, adoptó cierto repudio hacia las
cámaras. Robert lo sabía.
Esa foto no era nada más que un pequeño secreto que había sido guardado
en la habitación del profesor, encontrado posteriormente por Roland.
El cartero había esperado el momento indicado para poder entregarle
aquello que había encontrado, ya que sabía del portarretrato vacío. Y, aparte
del padre de Violet, Robert bien se podía merecer un lugar entre ese corazón
macizo.
—Él sigue entre nosotros, aunque literalmente no sea así. —dijo Roland
vagamente.
—Si…
Los ojos de Violet se llenaron de remordimiento y melancolía.
Ahora la sonrisa que parecía asomarse a su rostro se murió al momento de
recordar cómo fue que el inmaculado sucumbió a su sexta habilidad. Aquella que
lo partió en dos, dejando ríos color carmín a su alrededor.
Así había matado a Robert.
Sus dedos intentaron retractarse para no tocar la fotografía. Sentía
como si fuera una blasfemia a la memoria de su querido profesor, al querer
llevar una foto suya consigo.
Pero no podía dejar que el cartero supiera de este tipo de sentimiento,
eso lo llevaría a interrogar. Violet no estaba de humor para seguir sumando
mentiras a la muerte de su tutor.
—Muchas gracias. —dijo Violet al acoger la
fotografía a su pecho.
Bajó un poco la mirada para ocultar aquella lágrima solitaria, por
vergüenza.
—No hay de qué. —suspiró. —Bueno, me toca trabajar ahora. Espero que los
estudiantes que se quedaron no reciban mucha correspondencia. Y quizá pueda
llegar a tiempo para ayudarte con la comida.
Roland no pudo identificar con seguridad si aquella foto la había hecho
feliz o si ese había sido un recuerdo agridulce en donde le inmortalizaba el
hecho de que Robert tenía pocos meses de haber muerto.
De cualquier manera, se sentía liberado.
Después de todas las cosas que habían pasado, era bueno tener algo grato
en sus días. Una sonrisa amable y sincera era lo que ella necesitaba ahora.
Apretó el hombro de Violet como gesto de despedida y se dispuso a
abandonar la cocina.
—Más te vale. —dijo Violet con esfuerzo, mientras se limpiaba la cara.
—No querrás otro plato con cenizas.
El cartero se dio la vuelta antes de llegar a
la puerta y sonrió.
—Pollo rostizado a la Violet. —hizo un gesto de desagrado. —Creo que mi
estómago no está para eso hoy.
—Ya veremos.
Violet levantó la mirada y le devolvió la mueca.
Roland salió de la casa pocos segundos
después, dejando atrás aquel silencio que ella empezó a desconocer desde el
momento en el que él se mudó.
Se bajó del nivel e hizo que los trastes sucios se dirigieran al
lavabo.
Los lavaría después.
Ahora mismo ella no tenía ganas de tocar
el agua fría.
Subió las escaleras, sin prisa, hacia la biblioteca. Y ahí, abrió las
ventanas hacia el balcón, en donde algunas rosas estaban congeladas y otros
brotes marchitos. El paisaje sin color se extendía desde la copa de los árboles
hasta más allá del muro, y dentro del mismo, los edificios se encontraban
cubiertos del manto invernal, tranquilos e inhóspitos (o al menos así
parecían).
Violet miró hacia una ventana en específico, en el edificio de los
dormitorios de los hombres.
No se veía ningún movimiento, sólo podía distinguir el empañe del frío
en el vidrio.
Por más que ella tuviera buena visión, no significaba que tuviera el
poder de ver a través de las paredes.
Detrás de esa ventana quizá pudiera estar Andrew, haciendo quién sabe
qué. Y Violet deseaba que fuera algo relacionado con los planes de volver a “su
verdadero mundo”.
Ahora que Justin no formaba parte de las razones para quedarse, se
inclinaba más al camino de abandonar todo lo que conocía, quería escapar del
conflicto que estaba viviendo.
Pero…
Volvió a mirar la foto que Roland le había obsequiado.
No podía dejar la muerte de su amado tutor como una mentira y un asunto
sin resolver. Y tampoco podía dejar al
aire la pequeña promesa silenciosa que Robert trató de hacerlo cumplir mientras
seguía con vida, la relación que tenía con sus tíos debía de ser aclarada.
Después de lo que había leído de la carta de Camilo, su tío Stephen y su
padre; no cabía duda de que los malos entendidos y el panorama limitado habían
hecho de su perspectiva, un desastre.
<< Todavía hay cosas qué hacer. >>
Después de muchos años, abrió su collar y colocó cuidadosamente la foto
de Robert y ella.
Sabía que su tutor no era el único que merecía colocarse en aquel lugar,
su padre también debía estar, pero, con tan pocas fotos de él y de formato
anticuado, no valía la pena recortar recuerdos tan hermosos por un capricho.
Suspiró.
Cerró su dije y miró por última vez el
paisaje.
£‡—————‡£
El silencio absoluto, el leve movimiento de las hojas y la brisa sutil;
eran los elementos que hacían de la escena una tortura. Ni el bosque mismo
quería ayudar a buscar lo que Andrew quería.
Él
llevaba horas arriba de un árbol, tratando de seguir un rastro. Pero sus
inconvenientes crecían cada vez que se adentraba más en aquel laberinto.
Unos
policías se habían aventurado en el lugar para seguir con la investigación de
aquella persona que había cometido los asesinatos dentro del Instituto. Lo
lógico era buscar pistas en el plantel pero todas ellas las llevaban al bosque.
Sin embargo, los oficiales no se reportaron desde hace una hora.
Andrew había estado espiando en una de las cabinas de los oficiales del
instituto cuando se enteró, luego decidió salir a investigar.
Para
su mala suerte, ni los sentidos agudos de un Ornáculus eran suficientes cuando
se trataba de buscar en un espacio tan extenso. Los rastros eran difíciles de
buscar, el aroma de los perros de búsqueda se perdió cuando fueron mojados en
el camino por los restos de la lluvia matinal y, por supuesto, todo parecía
estar extrañamente tranquilo.
Se
quitó el sudor de la frente.
—Imbéciles.
<< ¿Dónde demonios creyeron que encontrarían pistas? >>
Miró
nuevamente a su alrededor.
<<Quizá sólo necesito detenerme un momento>>
Se
sentó en una de las ramas gruesas y cerró los ojos.
Sin
embargo, al dejar caer su peso, sintió que algo le molestaba en el pantalón.
Esculcó en uno de los bolsillos y sacó aquel objeto escondido.
Había olvidado por completo aquella fotografía, la que, por impulso, se
llevó de la habitación de Violet.
Era un mal chiste para su situación. No quería pensar en ella, ni
siquiera quería verla, porque si lo hacía no sabría cómo reaccionar ahora que
recordaba su rostro de pequeña.
Era aquella niña dulce que había jugado con él desde hace algunos años…
Pero ¿Cómo? ¿Cómo pudo cruzar de un mundo a otro? ¿Por qué ella no lo
recordaría?
Hizo un mohín.
Cuando tuviera las respuestas a sus preguntas, él estaría listo para
verla de nuevo.
Sostuvo la foto del doctor Logan y Violet, luego siguió con su búsqueda.
Respiró hondo para prepararse y sumergirse nuevamente en la oscuridad.
Esta vez volvería a escuchar atentamente al bosque, si una rama se
movía, él lo sabría, y si uno de los oficiales perdidos respiraba aún, también
lo sabría.
Pasaron los segundos, se volvieron
tormentosos. Los sonidos variaban, escuchaba ahora el pequeño picoteo de unos
pájaros, sus aleteos; el crujir de las ramas por el viento y las hojas.
Pero no escuchaba…
Un
llanto, uno de un perro asustado.
Rápidamente
se concentró en ese pequeño gemido que iba atenuándose cada vez más. Pareciese
como si lo estuvieran obligando a callarse.
No
perdió el tiempo, a juzgar por la debilidad del sonido, era de suponer que se
encontraba muy lejos de donde estaba él.
Bajó del árbol de un salto, para después correr tan rápido como se le
era permitido.
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