Negro

Negro aceituna, 
negro nos abruma
porque todo es absurdo 
en esta tierra en penumbra.

Los ángeles ya no cantan,
temen que el rey de luna
los destierre de nuevo
en el abismo sin ruta. 

No hay reglas en días y noches,
se dice que no importa.
Si Pedro duerme y ronca, 
no habrá ojos embriagados de tristeza.

Se dice del amor en ayunas. 
Un sentimiento hecho mito
para las personas que rezan
desde las alcantarillas. 

No conocen su sabor,
el aroma o el color.
Sólo existe la leyenda 
de que alguna vez existió. 

Los religiosos lo susurran, 
los filósofos lo especulan
y los científicos, sin duda alguna,
ya han cavado una tumba.

Los jóvenes no opinan,
no saben lo que fue 
y si algún día será;
si pronto o nunca volverá. 

Ya no existe la tristeza,
ni yo sé si las lágrimas caminan, 
si aún se atreven a vagar
en el mapa de nuestra mirada. 

¡Oh! Lágrimas.
Es cierto que aparecen
cada vez que el cielo oscurece. 

Ya no existen los diarios
o a lo que llamaban "leer". 
No hay ojos expuestos
a garabatos indirectos.

No hay necesidad de escribir.
Somos libres de hablar sin más,
libres de no aprender 
para copiar y pegar.

Aprendemos a vivir del sonido, 
de los insultos de la gente
cada que no nos vemos, 
de los gritos o aveces del silencio. 

Extrañamos, quizá, los colores.
Creo que uno se llamaba verda
o humorillo, ruso. 
Extrañamos sentirnos en el mundo. 

¿Que qué extraño?
Mi reflejo. 
Ese infeliz que se quejaba
de todos mis defectos. 

Nunca fui Narciso,
nunca me enamoré de mí mismo. 
Extraño ser crítico 
de mi cuerpo y mis delitos. 

Estando en este mundo sin ver, 
me quedo sentado esperando
a que algo de luz vuelva aparecer. 

Muchos esperan al igual que yo, 
esperan motivos para levantarse, 
para seguir adelante. 

Negro ambulante, 
negro sin acompañantes. 
Lo invitamos a nuestra casa
y se quedó, porque abrazamos sin dudar
la ignorancia de lo que podíamos alcanzar. 
  

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