Luna ~ Mi pasado revelado (Prólogo)

     Espantosos gritos de gente luchando con cosas que aún no he terminado de dibujar en mi memoria, parecen ser como nosotros, pero sólo lo aparentan…
     De nuevo estoy en un campo de batalla, luchando no sólo con esas extrañas sombras que aparecen de repente en cada momento del día, sino también con mi mala vista, que trataba de ubicar a una persona en especial (la cual no puedo recordar por el momento). 
    Mis labios están temblando de miedo, pero sé que  no debo de mostrar debilidad en estos momentos, sé que no me puedo tirar al suelo, llorar y gritar que esto tenga su fin en esos mismos instantes. Lo sé todo, y a la vez no sé nada. 
      ¿Por qué siempre sueño con estas escenas tan caóticas? No sé por qué estoy aquí, a quién busco, por qué no conozco a nadie a mí alrededor y qué fue lo que hice para estar en ese lugar. A pesar de todas esas dudas, hay algo que tengo muy claro en mi mente y es la victoria.
     Ganar esta batalla es muy importante, sí pierdo no sólo defraudaré a miles de personas, sino también perderé... 
     << ¿Qué demonios perderé? >>
      Está lloviendo, típico en cualquier batalla épica de cualquiera de los libros que he leído hasta ahora, no puedo creer cómo es que puedo estar luchando sin una espada, arco o cualquier otra cosa que se puede utilizar para este tipo de situaciones. 
     Uno de los espectros se está acercando muy rápido hacia mí, y lo primero que hago es esquivar el ataque de su delgada espada, seguidamente pongo mi mano por encima del omóplato y dejo que una ráfaga de energía que emana de mis adentros lo atraviese como una si fuera una bala ya incluida, dejando una estela de color celeste a su paso, matando así a la criatura.
     Las gotas de lluvia me estorban cada vez que quiero seguir avanzando a través de esa batalla, mi corazón estaba inquieto, necesitaba encontrar a esa persona (quien quiera que sea). Me estremezco al ver que uno de los soldados que están de mi lado es atravesado de manera violenta por unas seis espadas de un grupo de criaturas que se reunieron al mismo tiempo. Pero no me importa, lo único que quiero es verlo a “él”, ver que está bien, ver que no sea topado con aquel comandante que está detrás de todo esto, aquel que ha iniciado esta sanguinaria batalla por la libertad de todo un mundo.
     Haciendo a un lado mis dudas, empecé a matar a todas aquellas criaturas en mi camino, sin siquiera saber cómo es que he aprendido todas esas maniobras para esquivar sus ataques, y sobre todo qué era todo ese poder que salía de mi cuerpo cada vez que los enfrentaba.
  Todo es tan confuso.
   — ¡Retrocedan!
      Oí a un chico gritar a mis espaldas.
   Volví mi mirada hacia donde estaba ese soldado, y me di cuenta, aunque fuera por unos mili segundos, de que él estaba de mi lado; un soldado de cabello oscuro, cejas delgadas, labios carnosos y piel bronceada, tenía una espada en su mano y al parecer no era tan malo en batalla, ya que sólo podía notar en su cara una rajada de alguna espada, pero nada más, se veía fuerte y confiado a la victoria. 
    “Retrocedan” al escuchar esa palabra hizo que un escalofrió recorriera por toda mi columna vertebral, no era una buena señal en esas circunstancias. Pero no sabía… simplemente no sabía ni lo que estaba haciendo, para quién luchaba, cuál era el propósito de todo esto.
   Como un reflejo casi calculado, di media vuelta y esquive a dos de las criaturas que pensaron aprovechar el momento en el que me distraje para atacarme, pero los sentí. Sin demorarme ni un minuto acabé con ellos de un solo movimiento.
  Apenas me estoy dando cuenta de que estamos en una pradera, los árboles del bosque nos observaban con miedo mientras temblaban gracias a las grandes ráfagas de viento que pasaban frecuentemente por la lluvia. Mi traje de batalla era casi tan ligero que me permitía moverme con rapidez, parecía como un vestido corto con pequeñas partes de una armadura moldeada perfectamente a mi cuerpo, de colores perfectamente combinados haciendo un efecto similar al anochecer en su mayor esplendor. Mis botas negras estaban tan ajustadas que me estaban matando los pies al momento de girar para evitar otro de los muchos ataques que estaban llegando hacia mí sin parar.
   De repente algo llamó mi atención.
   Quien diría que después de haber asimilado el hecho de que era una gran guerrera en este sueño se derrumbaran todas mis ilusiones, todo gracias a un mal cálculo.
   Sentí que alguien se puso a mis espaldas, sujetando con increíble rapidez mis brazos con tanta fuerza que hacía ver a mi cuerpo como un conjunto de palillos de madera a punto de ser quebrados. Pude oler su aliento, lo sentía desde mi cuello, como si no le temiera al hecho de que podría destruirlo con cualquier movimiento si es que llega a descuidarse. Sangre, a eso olía, pero… ¿cómo? Ese aroma metálico casi inconfundible era tan desagradable para mí, y a la vez tan común en este campo de batalla que nunca se me ocurrió que alguien pudiese tener ese aroma emanando de su boca. 
    Sin aviso, la persona que se encontraba detrás deslizo sus manos a mis muñecas y me las dobló tan fácilmente que hizo que yo gritara de dolor y me retorciera de tal manera que acaparé la atención de algunos de los combatientes. No pude evitar soltar una pequeña lágrima, mientras me obligaba a ponerme de rodillas. Había algo más, algo de lo que no me había percatado en mis otros sueños, ahora puedo ver cómo son esas manos que me sujetan: pálidas, de uñas largas, huesudas, y con cicatrices atroces en ellas. Sin duda era de una mujer que llevaba varios años en batalla.
   Su risa hizo que diera por cierto mi conclusión, era una mujer.
   —Eso es, arrodíllate como cualquier sabandija, después de todo sabemos muy bien que eso es lo que eres. — levantó la voz conforme hablaba, saboreando cada una de sus palabras.
    Algo llamó mi atención, a un costado de nosotras se extendía un manto negro como la noche… No… No se podía comparar con la noche, era más bien como un abismo en vida… ¿Alas? Sí, eso era. No era una mujer ordinaria después de todo. Era una criatura muy diferente a las que estaban en su bando. Aquellos espectros voladores que eran parte de su cuerpo estaban muy maltratados, me pregunto si es capaz de volar aun en esas condiciones tan deplorables. Con el rabillo del ojo pude notar que ella traía una espada colgando por su cintura; no iba a poder usarla si tenía ocupada sus dos manos.
    Pero ella no iba a ser la que blandiera la espada.
    Casi como un rayo, uno de los espectros que estaban combatiendo se puso a un costado de nosotras, y sin siquiera temer a aquella criatura que estaba detrás de mí, sacó su espada de su cintura y con movimientos seguros la clavó por debajo de mi pecho. 
     Aunque esto fuera tan irreal, el dolor parecía ser todo lo contrario, hizo que un grito fuerte escapara de mí haciendo que mis adentros se llenaran de temor, no por la muerte, sino porque aún no veía a la persona que estaba buscando en el sueño. Era un corazón destrozado, podría ser literal.  Estaba tan llena de tristeza que no me importó guardar todas las lágrimas que quise sacar ante ese hecho desconocido. Podía oír como algunos guerreros gritaban mi nombre, distrayéndose del combate, pero eso no era lo que quería. No podían detenerse por los sollozos de dolor de una guerrera cualquiera ¿No? Pero entre sus gritos hubo uno que me llamó la atención, incluso hizo que mi corazón se acelerara a pesar de estar amenazado con la punta de una espada espectral.
     Pero no pude verlo. Me deje caer al frío y empapado suelo con la espada aún incrustada en mí.
   No tenía idea de que esperar ahora, en la mayoría de mis sueños era aquí en donde todo terminaba, pero no esta vez. Algo me estaba obligando a seguir soñando, a seguir viendo, qué era lo que sucedía cuando me dejaba vencer. Yo siempre supuse que ahí terminaba todo, se supone que es cuando muero en el sueño, pero hay otra parte en mí que me insiste que hay más en esto, aunque no sepa muy bien de qué se trata.
   Después de unos segundos, volvía  a abrir mis ojos y pude observar como unas botas de batalla se acercaban con rapidez hacia donde estaba, bajaba de algo… no puedo distinguir qué era con exactitud pero no era un caballo ni siquiera podría decirse que es un tanque de batalla. Me sostuvo entre sus brazos e hizo que me pusiera boca arriba. No pude ver su rostro, las gotas de lluvia me obstruían la vista, pero algo me decía que ahí se encontraba la persona que estaba buscando en la batalla, aquel que había pasado conmigo milenios…
   Quería darle señales de que aún estaba viva y que estaba feliz de verlo antes de morir.
    —Mi… mi…
    Pero no pude decir más, mis labios se movían pero mis oídos no escuchaban mis propias palabras.
   Todo se está desvaneciendo, pero un último deseo estaba emanando de mi pecho como si mis verdaderas intenciones estuvieran ocultas ahí. Un beso, era lo que quería, sólo de él y nada más él sería aquel que terminaría con esto de una vez por todas, es una lástima que lo último que puedo conocer de ese hombre misterioso es el tacto de su piel.
    Lo amo, y siempre lo amaré, no importa cómo es que llegué a este enfermo juego mío de enamorarme de una ilusión, pero así es.

    Uno… Dos… Tres… Cuatro… Cinco… latidos de mi corazón, y luego… nada.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor a distancia (Obra de teatro)

La chica de la ventana

El calendario (Poema)