Segunda oportunidad

Camino contando mis pasos, también mis suspiros y, de vez en cuando, las veces en las que una lágrima sale de mi rostro. No me encuentro tranquila, invento otro pasatiempo para poder dejar de pensar en el pasado, aquel no tan remoto que se la ha estado hostigando durante estas horas. No sólo me molesta a mí, molesta a mis libretas, mi computadora que ya no sabe ni qué mostrarme para atraerme a ella, mi ropa y todo aquello que logra rodearme. 
Maldición, tampoco puedo leer en paz. 
Sé que hay un asunto que debo de atender, por muy doloroso que sea, debo tener en mis labios una respuesta a todo lo que me está afectando. Debo saber si puedo acostarme en el piso y llorar sin control, o mirar hacia la ventana y escribir otra historia triste que pueda liberarme de las telarañas de mi mente. El caso es que debo dejar salir todo esto de alguna forma. 
Pero... ¿En serio no hay más opciones? ¿No he considerado seguir con mi vida y saltar todo el drama? 
¡Ja! Soy yo, por favor. 
"Drama" es mi segundo nombre.
Si no lo amara, no tendría en mis libretas un montón de historias bañadas en sal. Y tampoco me molestaría en hacer un libro por cada desamor en mi vida. 


Desamor...
Claro, he vuelto a recordar "Por qué". 
¿A quién engaño? Todos sufrimos desamores, pero yo soy de esas personas que quieren recordarlos como si fuesen algún premio... o una lección. Los enmarco en papel y los decoro con tinta de todos los colores, y para enmicarlos, hago que se vuelvan poesía.
Quisiera que se quedaran ahí, sólo entre libretas u hojas usadas: pero hay veces en las que salen de su realidad y regresan a la mía. Vuelven a mí cada vez que caigo de nuevo en ese barro putrefacto de mentiras y promesas rotas.
Algunos de ellos se ríen en mi cara, empujan más mi rostro en aquel lugar y luego caminan sobre mi espalda. Otros nada más se quedan mirando, me ponen nerviosa, nunca sé si esperan que muera o sólo les gusta verme como si fuera una película ajena. Pero los que más me molestan son los que se detienen a tenderme la mano y levantarme. 
Habría la posibilidad de que me fueran indiferentes aún después de darles las gracias por haberme ayudado, pero nunca lo hacen de buena voluntad. No, ellos aún sienten que les debo algo más que lágrimas y decepciones. Uno de ellos quería explicaciones de algo que ya estaba muerto, me agarró del brazo, limpió mi playera con unas palmaditas y luego apretó los dientes y dijo: 
-Espero que te encuentres bien, yo no era así contigo ¿Verdad?
Me detuve para pensar en mis palabras, me di cuenta que estaba muy ansioso. 
Negué con la cabeza.
-Qué alivio.-dijo- Y... ¿Yo era un fastidio para ti? ¿Te molesté alguna vez? ¿Por qué quisiste terminar todo?
Sabía muy bien que lo que quería era respuestas, esas que nunca le di al momento en que tuve que cortar por completo esa relación enferma. Era el desamor del que nunca hablo, porque no me gusta recordar que alguna vez besé esos labios que nunca han dejado de buscarme sólo porque quiso cumplir la promesa de estar siempre a mi lado. Una relación formal. 
Quise soltarme, así que lo distraje para poder huir. 
Sin embargo, cuando al fin pude lograr mi cometido, otro desamor apareció. 

  Éste me abrazó sin siquiera pedirlo o advertirlo.
-Tranquila, yo estoy sufriendo lo mismo. 
 Confundida y curiosa, lo miré y me aventuré a indagar un poco más en sus palabras. 
-¿Cómo?- pregunté. 
-Ten. - Me extendió un chocolate.- Primero come algo. 
Caminamos un poco, alejándonos de la voz de aquel otro que estaba buscándome. Me escondió con un sólo brazo y miró al cielo. 
-Yo también he pasado lo que tú ahora mismo. Sólo que mi caso fue un poco más fuerte, me amenazaron de muerte e hice feliz a la mujer que menos lo merecía. Porque yo, estaba saliendo con una niña. En fin, estaba pensando que ahora que ambos estamos solteros otra vez, y que la coincidencia no pudo haber sido más divina, podríamos salir. Y si te animas...
-Espera ¿Qué?
Me detuve en seco. Y empecé a temblar de miedo. Era peor que el anterior, quería otra oportunidad para comenzar donde lo habíamos dejado. Como si nos hubiéramos dado una pausa de la que eramos conscientes.
Mis razones para terminar con él fue que no coincidíamos en ideales y tampoco me entendía, el problema era que él estaba fascinado de sólo tocar mi mano. Cuando el amor entre nosotros aún existía, yo era para él como una estatuilla, algo para admirar que a veces confundía con amar. Y nunca lo entendió. 
Esta no era la primera vez que me proponía algo así, era su tercer intento. Y cada vez quedaba más embobado por lo que podría obtener, en vez de querer. 
Intenté correr, pero antes de que pudiera dar un paso, escuché un disparo.



Caí en el suelo. Cerré los ojos. 
A oscuras otra vez. 
No obstante, algo era diferente. Empecé a sentir el cálido aliento de alguien cerca de mi oído,se había sentado cerca, aguardando un poco de distancia. 
-Abre los ojos.
-No. 
-Por favor. ¿Quieres ser más ciega de lo que ya estamos todos?  
-¿Quienes son "todos"?
-Tú, yo, ellos; todos los que estamos aquí contigo, recordando. 
-¿Y tú eres...?
-¿Ya no te acuerdas de mi?-No respondí- Bueno, sabrías quién soy si abrieras los ojos. 
-No eres diferente a los demás. Todos tratan de ayudarme pero quieren algo a cambio. Dime que tú estas aquí sólo porque querías salvar a una amiga de ahogarse. 
No oí nada. Solo su respiración, pero no me tocaba, ni siquiera un roce. 
Ya me había acordado de él. 
-Lo prometiste. 
-...Las parejas enamoradas siempre prometen muchas cosas. Le he prometido bastante a personas falsas, que siempre me decepcionan... Tú no eres diferente. 
-Estabas enamorada. 
-Por supuesto. Alguna vez quise algo serio contigo, pero las cosas no fueron como quisimos, y te decepcionaste de mí así como yo de ti. Pensé que había sido un acuerdo mutuo, pero aquí sigues. Apareciendo cada que vuelvo a caer ¿Por qué?
-Fui un idiota. Nada de lo que sentí por tí ha cambiado y yo quiero pensar que sigo aquí porque eres mi destino. Entonces ¿Por qué querría yo contradecirlo?
Quise entreabrir mis ojos, sin embargo sabía muy bien que no iba hacerlo porque quería. Muy en el fondo quería confiar en esas infantiles palabras.
 Destino, quién no ha oído hablar de él. Siempre tan presente en los creyentes en algo tan efímero como las mismas promesas, el culpable de las buenas y las malas ocasiones. La carta para explicar prácticamente la vida misma. 


Que se joda. 
Nunca creeré en él otra vez. 
Volví a cerrar mis ojos, y con mis manos pude sentir el arma de aquel desamor. Sin titubear, me separé  y disparé. 
Quién hubiera pensado que todo eso era lo que me asfixiaba, que las personas que pasaron por mi vida se aferran a lo que no puede volver a ser, porque yo huí sin explicaciones y sin segundas oportunidades. 
Yo no quería nada con ellos si ya habían fallado, pero siempre estaba en sus labios "Y si..."; yo cerraba la puerta al escuchar esa simple frase sin terminar. Nunca me atreví a saber el resto. 
¿Por qué? 
Es cobarde, lo sé, no me atrevo a conocer a las personas más allá de un error, porque pienso que es su patrón de vida, el inicio de la cadena podrida en la relación.¿Por qué yo querré eso? 
No, no lo quiero. 
Segundas oportunidades ¿Con ellos? No. 
No... 
Cada desamor me lastimó de diferente manera, sosteniendo la esperanza de ese "Y si...". 
Lo recuerdo, ahora recuerdo por qué estuvieron aquí, porque me siento asfixiada.
 Y es que hay un nuevo desamor tocando mi puerta, para unirse en el circo de tintas y papeles. Quizá en un año o dos se convierta en poesía, y quizá yo haga un libro por él. 
Y al menos él logrará tener algo que los demás no: un lugar en mis recuerdos como el caballero con armadura de niño. 
Sé que debo abrir la puerta para que pase y se una, para que se vuelva como los demás desamores. Siendo la lección enmarcada de mi vida para que no vuelva a suceder, siendo el recordatorio de mi cobardía para perdonar y continuar. 
 Conmigo no hay segundas oportunidades. 
<<Conmigo no hay segundas oportunidades>>
Me levanto del suelo y dejo el arma en el suelo, camino hacia la puerta. 
Cada  vez que trato de huir, ellos regresan, volviendo a preguntarme ¿Por qué no seguimos? Las mujeres fuertes hubieran sido secas con ellos, desapareciendo de sus mentes esas preguntas sin contestar porque desde el principio fue muy claro su error. Pero yo no soy así, prefiero desaparecer y dejar la tormenta de dudas viva, no porque me guste hacerlo sino porque es la consecuencia que acepto al tomar mis cosas y salir de sus vidas. 
El amor que se encuentra del otro lado de la puerta aún brilla, y todavía siento muchas cosas por él, aparte de ira y tristeza. Su error no fue el más grave que me han hecho pero tampoco es algo que se pueda borrar en una discusión. Merece estar en el olvido, al menos hasta que vuelva a caer y entonces su fantasma tendrá el derecho de atormentarme de nuevo. Todo porque yo también le tengo miedo a...
-Y si... 
Él me cuidó y vio por mí de muchas maneras, y yo lo cuidé y lo aconsejé como me fue posible hacerlo. Habíamos nutrido nuestra relación a base una relativa confianza, al menos hasta que él admitió hacer algo mal y yo quise destruir todo eso, huyendo. 
-ÉL tuviera una segunda oportunidad. 
No lo haría porque no quiero que me hostiguen más fantasmas al caer, sino porque ya no tendría yo esa duda de "¿Y si lo hubiéramos intentado de nuevo, me habrías amado de igual manera?" .
En serio lo quiero, y también quiero saber si aquel error fue eso justamente, un "error". 
¿Realmente espero seguir así lo que resta de mi vida? Corriendo cada vez que alguien comete una sola falta, por miedo. 
Si se lo merece o no, ya no me importa. 
Abro la puerta y al ver su rostro, sonrío. 
-Tenemos mucho que discutir. 

J. Luna







Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor a distancia (Obra de teatro)

La chica de la ventana

El calendario (Poema)