El caballero con espinas

La primera vez que lo conocí, él blandía una espada de madera. La presumía como si fuera la herramienta que conquistaría los continentes y que también lo llevaría a atravesar el mar que lo separaba de sus sueños. 
Yo no era Julieta ni tampoco Dulcinea para él, es más, creo que no había ninguna musa que lo hiciera escribir versos en su tiempo libre. 
"El caballero sin amor" se hizo llamar después de saber que se cargaría de espinas con el primer roce de ese amargo trago de la vida. Sin embargo, para toda dama que se cruzaba en su camino, era una maldición. 
¿Cómo un hombre con la voz y la mente para formar poesía, no estaría dispuesto a dedicarla? 
Yo le sonreía cada vez que se dirigía a mí para platicar sus hazañas.
Día tras día, venía a mi bar y me contaba sobre la transformación de su espada y el acero con lo que la estaba formando. 
Yo lo atendía, porque de todos los hombres que llegaban, era el único que no parecía temerle a otra espada sobre su pecho. 
Me enamoré, pero como a todas las mujeres que pasaban por sus ojos, caí en el pozo que él había reservado para las falsas Elenas. 
Aun así, seguía llegando a mi morada y seguía relatando sus historias, como si nada hubiera pasado. 
Lo odié, aunque nunca me atreví a decirle en la cara que seguía herida y que deseaba ser yo la que le abriera una herida en su centro.


Una noche vino sin sonrisa y sin espada, sólo con una espina en la espalda. Me miró con lágrimas en los ojos y me dijo que una mujer lo había rechazado.
Celosa, traté de disimular mis ganas de hacer lo mismo, yo quería llorar. Aún sentía algo por ese caballero, pero no fui su primera opción, a pesar de haber sido con quien hablaba cada noche y la que siempre estaba disponible para él.
No me quería a mí.
No me dijo un nombre, no quería saberlo.
Le serví un trago, mientras seguía hablando con voz dulce y quebrada sobre las cosas que pudo hacer por "esa mujer".
Serví otro trago, para mí, y lo escuché, aun cuando los amaneceres se volvieron decenas y nuestros tragos en botellas.
Pasó otro tiempo y él continuaba encontrándome en el mismo sitio, a la misma ahora.
Supe sobre todas sus batallas y también de sus demás espinas, pero a diferencia de la primera, él ya no me decía sobre esas mujeres. Parecía como si al verme, desaparecía de su mente todas aquellas experiencias y sus nombres.
Pero estaba tan segura que bien lo ocultaba, porque al ver su pecho, me preocupaba ver que aquel rosal sin rosas seguía creciendo.

Había temporadas en las que el caballero se ausentaba. Esas largas estaciones eran las peores que pasaba, porque ya no había con quién discutir sobre política o poesía, ni tampoco encontraba compañía que me agradara más que la suya.
Un invierno conseguí la atención de un juglar, un joven alto y de voz gruesa que llegaba siempre  a cantar a la puerta del bar. Siempre pedía un buen ron y luego se iba después de cantarme una canción.
Salí con él, menos de una primavera, y lo dejé después de saber que era como cualquiera.
La expresión quizá engaña, pero él nunca lo hizo. Su único pecado fue amarme tanto que caía en los clichés de un amor de verano.
Un otoño llegó un hombre con capa y de ojos color miel, se sentó en la barra y pidió un beso mío.
Descarado fue aquel que inmediatamente convertí en mi sombra.
Sabía cómo luchar, podía derribar al sobrio más violento dentro del pueblo con sólo un puño y su acento; su única debilidad parecía ser sólo la opinión.
¿Qué quieres que haga?
Puedo hacer todo por ti, amor mío.
Eso me decía todas las noches en mi cama, después de unos besos apasionados y una botella de vino.
Una noche llegó temeroso, y sin mirarme a los ojos me dijo que los del pueblo estaban hablando mucho sobre mí. Se decía que yo no lo amaba y que mi corazón seguía en las filas de la guerra en el Sur.

Un hombre con espinas... -dijo.

Saqué sus cosas inmediatamente de mi habitación y le deseé buena suerte en su siguiente viaje  hacia el batallón.


 Las espinas no nacen solas -decía mi madre- ellas ya están en nuestro corazón, pero es a causa de alguien más que crecen sin control. Perforan la piel, se hacen ver para que siempre recuerdes que nada se hace sin querer. 

Yo ya había regado las espinas de un músico y un guerrero; sin sentir culpa, sin sentir nada.
Pero no era todo tempano en mi pecho, yo sentía que siempre estaba ardiendo en deseo; el deseo que siempre pretendí ignorar cada que el caballero con espinas echaba a andar a la guerra sin retorno.
Volvía a ser feliz cada que sonaba la campana del bar y él entraba con una nueva espada y una sonrisa mejorada.
Cuando regresó por tercera vez, trajo también nuevas espinas. pero a diferencia de los veranos pasados, él no me miró. Se sentó frente a mí y suspiró.
Olía mucho a alcohol y azabache.

 -Encontré a un  joven solo en el camino, y me dijo que te conocía. "Era mi novia" dijo y luego siguió cantando por la orilla...Pero eso no fue lo que más me sorprendió... Luego encontré a un hombre tirado en la calle, con el pecho ensangrentado, él quería sacarse la única espina que tenía ahí alojada. No lo pude detener, ya que supe después quién había sido la villana. 

Iba a hablar pero él me detuvo.

-Me desvié un poco de aquel camino que recorría en mi mente desde el campo... Tomé tu nombre más de una vez, porque era lo único en lo que pensaba cuando otra espada me apuntaba al rostro. Me da valor. Ahora mismo espero que también lo haga, para sólo poder decir en voz alta que me siento feliz de poder encontrarme a tu lado y que tú también estés sola. Si eso no es amor, ahora mismo exijo que me digas otra explicación de por qué ahora que te miro, no puedo pensar nada más en besar tus labios. 

Varios meses esperándolo inconscientemente, varios meses me la pasé llorando pensando si su aliento ya debía de ser ausente. Y en ese momento sólo pude esperar a que él simplemente se entregara a mí como yo planeaba hacer por él.
Fueron las primaveras más hermosas que puedo recordar, aún si el invierno nos azotaba en la puerta de nuestra casa; el calor nunca nos faltaba.


Pero incluso con amor... Un caballero nunca ignora la llamada del honor.
Nunca tuvimos un anillo o un compromiso entre nosotros, sólo promesas de tener una vida juntos.
Las mujeres del lugar, escupieron a mis pies cuando vieron a mi "futuro marido" cabalgar. Estaba tan enamorada que apenas pude hacer caso a las palabras que me golpeaban a mis espaldas.
Seguí trabajando en el bar, sonriendo y cantando sobre el regreso de mi amado. Ya no necesitaba un juglar o un guerrero para defenderme sola de los demás caballeros. Muchos vinieron a cortejar a la boba dama solitaria que miraba siempre en dirección al horizonte, esperando que se mostrara la silueta de aquel caballo sin espejuelas y del caballero con espinas.
 Nunca me faltó aliento para seguir adelante, seguía con esperanzas de que él regresaría y que todo sería como antes.
Pero una noche, mi mirada se fue a las manos de un mensajero que traía malas noticias en una carta.

"¿Cuánto tiempo ha pasado, amor? ¿Meses o ya vamos para un año que te he dejado sola detrás de aquel portón? Varios han muerto por el filo del enemigo y, no te voy a mentir, tal parece que jamás se verá un auténtico amanecer en nuestra humilde nación. He perdido a varios amigos y también mis esperanzas. A pesar de que te tengo a ti a la distancia, me duele más pensar que terminarás igual que las esposas de aquellos que ahora yacen bajo un zanjo. 
He estado pensando, y perdóname si así lo digo, tú siempre has sido libre. Y nunca dejaré de amar ese espíritu tuyo que te ha llevado a superar tantos obstáculos. Ahora le hablo a él, a aquel que ha estado dentro de ti, para decirle que sea fuerte también ahora que yo ya nunca regresaré. 
Me he visto en la ardua tarea de aceptar que moriré aquí, junto a mi espada y mi caballo. Y no quiero que estés esperando a un cuerpo que nunca volverá a caminar. 
Te libero de ésta jaula en la que tú decidiste quedarte, para que puedas volar y encontrar un verdadero nido en donde regresar y estar segura de que nunca se destruirá.
Con todo el amor y suerte para ambos, me despido. Ojalá que a la vuelta de la esquina logres encontrar a alguien que te ame más de lo que yo hice."

Si no hubiera estado en el bar esa noche, si la gente no hubiera visto el momento en el que lloré delante de aquel mensajero... Tal vez seguiría viviendo en aquella mentira en donde él regresaría... por mí.
Pero no fue así.
Lo esperé, aun lo esperé pero... luego me enteré que él se había quedado en un pueblo cercano, con otra joven que ahora se encuentra a su lado.



J. Luna

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