El caballero de mi familia

¿Otra vez? Por favor, es otro domingo sin nada más que hacer, sólo mantengo mi cuerpo pegado a una silla frente al ordenador. Estoy tratando que mi día sea más interesante, pero ya son casi las nueve de la noche así que puede decirse que mis intentos quedan muy alejados de la lista de cosas hechas. 
 "Estoy leyendo un libro" Tal vez si me repito esa misma frase una y otra vez pueda convencerme a mí misma que hago algo significativo. <<Pero muy en el fondo sé que no es así. >> 
   Otras personas están durmiendo con un arma debajo de la almohada, o tal vez están despiertos tratando de atender las necesidades de los marginados. Y yo...estoy aquí desperdiciando el tiempo a lo que llaman "juventud".
   Aburrida de estar jorobada, me estiré un poco aventando mi libro hacia la cama que se encontraba detrás de mí. << Es muy temprano para irme a dormir, pero no he cenado aún. >> pienso mientras me rasco la barriga y dejo escapar un bostezo grotesco. De repente llega a mi un olor nauseabundo, como a leche añeja. 
 ¿Será leche añeja?
  Miré hacia todos lados preguntándome si es en mi cuarto en donde proviene ese olor. Y bingo, justo encima de mi mueble de accesorios está un plato de cereal, aún medio lleno. Recuerdo vagamente que me serví el desayuno en la mañana pero me distraje lo suficiente para perder el interés en seguir saciando mis hábitos de introducir alimento a mi flácida barriga. 
   Tengo tanta flojera para levantarme, sin embargo mi asco era mucho más grande. 
    Me levanté de la silla, y agarré mi plato. 
    <<¿Lo lavo o no lo lavo? Debería dejarlo ahí y ya después mi papá lo lavará. Siempre lo hace. >> Caminé sonámbula hacia la cocina, aún reconsiderando mis opciones. Los pasillos vacíos de mi casa me recordaban nuevamente de que hoy era domingo, y los domingos son taan aburridos. Escuché el ruido del televisor encendido en el cuarto de mi hermana <<Como siempre>, y a nuestras mascotas en el patio, ladrando a quien quiera que pasara frente a la casa <<Como todos los días>>. Doblé a la izquierda y al fin había llegado a mi destino. 
    No estaba sola. 
    Sin ánimos de saludar, vi que mi padre ya se encontraba en la cocina, con una botella de vino en la mano y sonrisa grande en su rostro. 
   La sola imagen de él en ese estado me hizo despertar de mi estado vegetativo. 
   Le temblaba la mano.
   -Hola, papá. -dije con mi tono absurdo de niña chiquita, tratando de ocultar así mi desconcierto. 
   -Hola, hija. -sin dejar de levantar la comisura de sus labios, dio un trago directo de la boquilla. 
   -¿Por qué "eso"? 
   Sin dejar de mirar la botella, mi padre dejó escapar una pequeña risa. 
   -Es para el susto. 
   Dejé el plato en fregadero y me dispuse a lavarlo. <<Después de todo, si lo voy a lavar. >> Algo no me gustaba de esto, lo sentía; y mi mente se estaba quedando en blanco a tal punto que empecé a mover mis manos de manera mecánica. 
    -¿El susto? ¿Qué susto?-pregunté al fin. 
   Mi curiosidad ante todo. 
    -¿No lo oíste? -dejó la botella sobre la mesa y me miró. -Asaltaron a una señora frente a nuestra casa. Los perros me avisaron así que agarré mis llaves (ya sabes que siempre las llevo a la mano) y también tomé un palo grueso y fui tras el asaltante. El vecino de enfrente también fue a ayudarla, y lo perseguimos al monte que está cerca de la cancha, ahí lo perdimos. -volvió a tomar un trago.- Soltó la bolsa pero se llevó la cartera, pero la señora está bien. Y...
   Con sólo escuchar que mi padre fue a perseguir a un asaltante fue suficiente para que mi corazón se detuviera y al mismo tiempo brincara de miedo, no por la señora sino por él. 
  <<¿Esto pasó hace rato? ¿Y yo estaba leyendo? >>
  Mi padre seguía hablando pero yo lo estaba escuchando a medias, él parecía estar feliz de haber ayudado a alguien pero yo me estaba poniendo más y más nerviosa. Mi padre tiene la pierna herida, cuando él estaba en secundaria lo habían atropellado, ahora vivía con un miembro que le funcionaba a medias. No puede correr ni siquiera caminar por una hora seguida sin desgarrarse constantemente el hueso. Imaginarlo correr detrás de alguien <<Asaltante> no era lo que el médico aprobaría.
   <<¿Y si el asaltante no estaba solo? ¿Y si tenía a otros que lo esperaban en el monte? Mi padre no hubiera regresado a casa si se hubiera atrevido a perseguir al culpable hasta atraparlo, y lo que es peor...yo nunca me hubiera enterado...>>   
   La sola idea hizo que los ojos me empezaran a escoser, el nudo en la garganta tan famoso me impidió decir un comentario o al menos un "ah". Él seguía hablando y hablando de cómo la señora les contó que fue atacada, cómo era el atacante y porqué rondaba a esas horas por la calle. 
   <<Él allá haciéndose el héroe, y yo aquí, perdiendo mi tiempo frente a una máquina. >>
   Empecé a sentirme molesta gracias a él, por su irresponsable falta consideración hacia su salud... pero también me sentía orgullosa (a medias) de que fuera de esas pocas personas que no voltean la mirada hacia otra parte cuando alguien pide ayuda a esas horas de la noche. ¿Cuántas veces no se ha visto en el periódico titulares como"Victima violada y luego mutilada"? Estoy segura que muchas de esas victimas gritaron  mientras otros oídos se volvían sordos. 
   Mi padre no. 
   ¡Demonios! Ahora no sé que sentir. 
  Sigue martillando en mis pensamientos ese "¿Y si...?" 
   ¿Y si mi padre no hubiera regresado a casa?
   ¿Y si yo no me hubiera enterado hasta que viera los titulares del periódico de mañana? ¿Cómo hubiera reaccionado al ver el nombre de mi padre? 
    ¿Y si hubiera acabado muerto? 
   -...Lo bueno es que está con su hermana ahora, que por cierto era nuestra vecina. ¿La recuerdas? Está a unas cinco casa de aquí. 
    Terminé de lavar, y cuando volvía a mirarlo entendí un poco más su sonrisa. 
    Sin preguntar si podía, estiré mi brazo hacia la botella de vino y me acabé todo lo que él había dejado. 
    No me dijo nada, sólo me acarició la cabeza y se dirigió hacia la sala. Estaban pasando su serie favorita. Debió pensar que yo no me mostraba muy interesada en el tema. Mayormente yo era de las que más hablaba en la familia y cada vez que no tenía ningún motivo para seguir conversando, me iba. Noté en su mirada algo de desánimo, habría pensado que me mostraría más abierta. Para él ya era normal que yo diera la vuelta para regresar a mi "cueva". 
    No dije nada. ¿Por qué no podía decir nada?
    Tiré la botella a la basura y, sin pensarlo siquiera , mis pies ya empezaban a caminar directamente hacia mi cuarto. Para encerrarme de nuevo en mi libro y en mis series online y fingir que todo seguía siendo "un domingo ordinario". 
    Pero al momento de abrir mi puerta, me detuve. 
    ¿Y si esta hubiera sido la última noche que vieras a tu padre sonreír?
   Como una niña de cinco años volví a ser.  Ya no me detuve a seguir batallando con mis pensamientos, dejé que la puerta se azotara mientras volvía a correr hacia él y me dejaba lanzar hacia sus brazos. Estrechándolo fuertemente. Y la bomba que hizo que mis lagrimas pudieran rodar por mis mejillas fue el silencio y sonrisa de mi padre que me recibieron como tal. Aún sin palabras, pero sabía muy bien que él estaba aquí, abrazándome. 
    Tengo diecisiete años, y me estaba comportando como si aún me estuviera adaptando a las horas de su ausencia. Cuando entré a secundaria no volví a abrazar a mi padre después de una larga jornada de estudios, como lo hacía en la primaria. Todo era diferente desde que decidí tener mis secretos y una computadora, no le daba el beso de las buenas noches, o tan siquiera le decía "papá". Ahora lo trataba con bromas y a veces me atrevía a decirle "maldito" en muchos juegos. 
    Y cuando lo abracé fue como no lo hubiera hecho desde hace toda una vida. 
    Me aparté de él después de unos largos minutos y al fin pude mirarlo a los ojos. 
    -Lo bueno, papá, es que tú estás bien, y ella también. 

Muchos que me conocen saben que mi mayor fobia es la muerte. El sólo pensar en ella me hace perder el aliento, pero más que mi propia muerte es la muerte de mi padre lo que me pone en estado de insomnio. No puedo dejar de llorar, de gritar o de pensar tan siquiera en que en el momento que dejemos este mundo sólo seremos recuerdos que se irán desgastando con forme a las generaciones. Y sé que mi padre será uno de ellos. Así como yo. 
Él no será recordado como "aquel hombre que defendió a personas cuando lo necesitaban" , los libros no hablarán de él, ni tampoco creo que mis bisnietos se enteren de su nombre. Y puede que esta publicación sea amontonada a muchas otras se escribieron. Pero a Denix Luna Santos, mi padre, no le importa eso, sino le importa mantener un poco de esperanza y buenos consejos (además de bromas sarcásticas) a sus hijas, que día a día enseña a vivir como personas independientes. 
Quizá ya te aburrí a ti, contándote de la manera más dramática lo que me pasó hoy, pero lo estoy haciendo con un propósito, y ese propósito es que "despiertes". 
  Me di cuenta de algo.
  El mundo sigue su curso allá fuera, mientras nosotros estamos pegados al celular o al ordenador. Y gracias a ese hecho hoy casi pude probar el amargo sabor de eso. Si el mundo se hubiera pintado cruel conmigo, estuviera llorando ahora por el cuerpo golpeado e inerte de mi propio padre. Y saben que no exagero, porque saben que ha pasado, no conmigo ni con ustedes, sino con otras desafortunadas personas que han estado en tabloides de papel, aquellos que vemos cada mañana y que nos venden por quince o diez pesos. 
  No imaginas lo feliz que me siento ahora de tener un motivo al fin de dibujar una sonrisa en mi rostro antes de dormir. 

Me despido por ahora, una adolescente inmadura y dependiente de tecnología (por ahora). 
J.Luna
        

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