Después de una pastorela

   Me estaba muriendo de frío, o al menos eso era lo que mi cuerpo me hacía saber cuándo veía que mis manos se movían mecánicamente sobre mis brazos tratando de hacerme sentir un poco de calor.
   Estábamos a las afueras del teatro, en donde la noche ya bañaba el centro de la ciudad, el frío se hacía presente en cada pequeña ráfaga de viento y las personas que estaban saliendo se amontonaban en las orillas de la acera para poder tomar un taxi de regreso a casa.   Para empeorar mi situación, nos paramos justo en medio de la entrada del teatro y la gran fuente universitaria que estaba encendida en esos momentos. Así que cada ráfaga de aire que corría venía acompañada de algunas gotas de agua que lograban mojar mi espalda y mi vestido.
   Manuel y yo estábamos esperando a que saliera el actor que debía acompañarnos a la fiesta, ni siquiera me había molestado en preguntar de quién se trataba, pero ahí estábamos los dos, mirando hacia la entrada principal del teatro. La gente salía en grupos, y yo miraba cada uno de sus rostros pero en realidad yo no estaba buscando a nadie, ya ni siquiera me importaba. Sólo lo hacía para fingir que estaba haciendo algo de provecho.
   En realidad en mi cabeza estaban pasando muchas cosas que me mantenían fuera del presente. Estaba muy triste, pensaba en Lisandro y en la posibilidad de que quizá no me iba a hablar durando los siguientes días. Era lo que menos quería, no cuando pronto me iba a ir de viaje a  Mérida e iba a necesitar de él para no sentirme sola.
   Lo necesitaba.
   -¿Estás segura que no quieres cambiarte? –preguntó Manuel, haciendo despertar de nuevo de mis pensamientos.
   -¿Mande?
   -Es que… el vestido que traes está algo corto y la verdad llamas mucho la atención. –Bajó la mirada- Yo me incluyo entre los hombres a quienes ha afectado. Enseñas mucho las piernas y tus… tus… Tú me entiendes ¿No?
    Cuando vi que intentaba ocultar su sonrisa incómoda con su mano, se me escapó una pequeña risa que hizo que me distrajera un poco de la niebla que me perdía en mi mente.
    -¿Tanto así?-me miré.- Alguien en camerinos me dijo que me hacía ver gorda.
    Él también compartió la risa conmigo.
   -En realidad… bueno… es…
   -¡Manuel! Al fin te encontré.
   Al fin había parecido el actor que estábamos esperando. Conocía al muchacho de vista, había jugado el papel del presidente chiflado en la obra. Llevaba puesto una camisa sencilla y sus pantalones, pero también llevaba una mochila y los cuernos falsos de diablo en su mano.  Se acercó a Manuel con grandes ánimos.
   -¿Y qué? ¿Ya nos vamos? –preguntó.
  Me dirigió la mirada y sólo sonrió, pero no parecía inmutarse.
  -Sí, sí. Sólo te estábamos esperando a ti, hombre. Oye, pero ¿no va a venir tu novia también?
   -No, ella quiere ir a cenar con los demás actores. Van a ofrecer una en honor a la obra. Me enteré a lo último, pero prefiero ir a la fiesta que a una cena.
  Empezaron a alargar más su conversación, yo sólo me quedé a un lado de ellos escuchando casi todo. Al parecer no iba a ser necesario presentarme, aunque en realidad el tipo no sabía mi nombre, no parecía importar.
   Hubo un momento en el que dejé de escucharlos. Dejé escapar un suspiro de cansancio y desvié la mirada a otra parte, claramente no me iban a  incluir entre sus chistes.
  << ¿Qué demonios haces, Luna? >> Me pregunté al mismo tiempo que empezaba a considerar que ir a una fiesta con desconocidos iba a ser una muy mala idea.
    Qué tan lejos había llegado por sólo estar triste.
    Miré a la gente que caminaba tranquilamente por el lugar, parejas que iban sonriendo entre ellas, familias bromeando y riendo, actores que no se habían quitado sus trajes y que en ese momento se encontraban con sus amigos. Tanta gente…
    Luego vi una sonrisa entre ellos, un horrible suéter café con rayas y ese cabello negro azabache que estaba mal peinado. Cuando descubrí su rostro, bajó la mirada sin quitar esa seductora sonrisa de su rostro, como si lo hubiera descubierto antes de que él lo planeara.
    Mi corazón empezó a gritar de emoción y de pena, pero por fuera yo estaba muy sorprendida, creo que yo también estaba sonriendo o quizá no. No lo sé, lo único que sabía era que Lisandro estaba ahí, justo frente a mí.
   Demonios.
    Tenía tantas ganas de abrazarlo, besarlo, besar sus mejillas si me lo permitía, y decirle al oído lo mucho que me alegraba verlo. Pero me controlé, no debía de ponerme así, no quería hacer otro espectáculo en frente de estas personas.
     <<Serénate, mujer. >>
    -Hola, Luna.
    -Hola. –bajé la mirada, sólo porque sentí que estaba sonriendo demasiado y él me estaba viendo a los ojos.- No sabía que estabas por aquí.
     Mentira, pero tampoco le iba a decir que ya lo había visto cuando yo estaba tras las cortinas del auditorio.
     -¿Qué? Ja, publiqué el cartel de la obra en mi Facebook. Por supuesto que iba a venir.
     < ¿Por mí? Pfff Sueñas, Luna. >>
     -Algunos amigos iban a estar en ella así que decidí venir.
     -Ah… Ya veo.
     <<Si, sueño…no vino exclusivamente por mí. >>
    -Y bueno… En realidad vine porque sabía que tú ibas a estar aquí.
    << ¿Qué? >>
    Lo miré a los ojos, sentí cómo me empezaban a arder las mejillas mientras por dentro estaba gritando de emoción.
    Lisandro desvió la mirada cuando se dio cuenta de lo que había dicho, comenzó a balbucear y se veía tan lindo haciendo eso. Él ya no sabía qué hacer, miró hacia adelante y señaló nerviosamente hacia lo que era la parada de taxis que se encontraba a unos metros de nosotros.
    -Estaba… ammm… Esperando un taxi, ya casi me iba a ir pero dije “Ey, quizá pueda verla aún.” Así que caminé hasta acá y te vi, y…-empezó a calmarse y dejó escapar un pequeño suspiro.- Que bueno que no te fuiste.
     Ante sus palabras no pude hacer más que derretirme, la verdad ya no me importaba si estaba haciendo alguna mirada ridícula en ese momento. Me encantaba que estuviera aquí conmigo, y que haya decidido salirse de la fila de taxis sólo para ver si aún seguía aquí… Significaba tanto. Si, puede que al principio él no tenía planeado hablarme pero cambió de opinión, y henos aquí parados frente a frente otra vez antes de que el año acabase, antes de que yo me fuera de viaje.
   Sin embargo algo interrumpió nuestra atmósfera, una risa socarrona que provenía de las personas de al lado. Se me había olvidado por completo que Manuel y el otro muchacho estaban ahí, pero no se estaban riendo de nosotros, ellos estaban inmersos en su propia conversación. Tenía ya planes con él, pero bastó con que viera de nuevo los ojos de Lisandro para saber muy bien a dónde quería ir realmente.  
   Tomé a Lisandro de la mano, y lo hice caminar a mi lado.
   -Ven, vamos a otro lugar.



     Todo esto parecía como una novela romántica, el que él haya vuelto solamente para verme era algo que todavía revoloteaba por mi cabeza como un recordatorio de que a él le importo. Después de tanto tiempo que estuve pensando que sólo era una pequeña aventura, me estaba demostrando lo contrario con esto. A una aventura no le dedicarías tu tiempo, ni tampoco estos pequeños gestos tan significativos.
    Y para esta noche que había empezado con un amargo sabor de boca, podía terminarlo de la manera más dulce posible. Verlo a él ya me era suficiente, que estuviera cerca de mí hablando como siempre lo hace, era ya un regalo.  
   -Entonces pensé que había dejado mi celular en la camioneta de mi amigo. Así que fui hasta su casa para volver a recuperarlo, pero tuve que esperar un rato porque la camioneta se la había llevado alguien más.-suspiró de cansancio.- Estuve hablando un rato con él pero al final si logré recuperarlo. 
    -Vaya, un día movido. –dije entre pequeñas risas.
    Era sólo una excusa para mostrar señales de vida, aparte de escucharlo no dejaba de ver sus ojos. Lo cual me parecía algo curioso, era de noche y el mar de seguro se veía precioso, las luces de los barcos a lo lejos y el puente de la ciudad iluminado por pirotecnia pero yo… yo sólo veía esos ojos que me fascinaban.
   Estábamos sentados en medio de uno de los observatorios del malecón, un lugar en donde los turistas podían acercarse un poco más al mar bajo la seguridad de una cabaña sin paredes y suelo de madera. Las sillas también estaban hechas de madera, diseñadas de una manera rústica y extraña.
   Su cuerpo estaba cerca del mío pero lamentablemente el estar cerca no iba a calmar el frío que tenía en esos momentos. Lamentablemente él no era de las personas que podían acoger con su calor. Apenas me estoy dando cuenta que es casi poético, en la mayoría de las ocasiones yo soy la que siempre tengo la temperatura estable pero cuando tomo su mano noto que él se mantiene frío. Cuando rozamos nuestra piel es como si nos complementáramos, frío y caliente, blanco y negro, el poeta y la novelista…
   -Su obra estuvo bien, pero… creo que utilizaron demasiados recursos en ella.
   -¿Si? ¿Cómo qué recursos?-pregunté curiosa.
  -¿Enserio me lo preguntas?-me sonrió.- El personaje homosexual, el marido maltratado por su mujer, pastores miembros de una iglesia góspel, ángeles con los pecados capitales, un concurso de televisión, la señorita Laura… -enarcó la ceja.- ¿Quieres que siga?
   Bajé la mirada, sólo para ocultar mi rostro sonrojado ante su tono tan juguetón.
    -Está bien, está bien. Tienes toda la razón. –volví a mirarlo.- Ahora… Quítate el suéter.
    -¿Qué?
    Entre los dos ya había suficiente confianza, y la verdad no iba a aguantar cinco minutos más expuesta al frío con este vestido corto, y él no me iba a ofrecerlo si yo no decía nada.
    Bastó con que yo frunciera mis labios y levantara las cejas para que supiera que estaba hablando enserio. Me miró de arriba abajo y entendió de inmediato que se le había pasado ese detalle, ya llevábamos mucho tiempo en ese lugar platicando.
   Se empezó a reír mientras se quitaba el suéter.
   -Eso se escuchó muy extraño ¿Lo sabías? Como si hubieras dicho “Ajá si, ahora quítate la ropa”.
   Me estiró la prenda.
   -Sé que tú sólo quieres verme sin ella.
   Puse los ojos en blanco y le di un codazo.
   -Sí, es mi meta en la vida.- contesté con sarcasmo.
  Me apresuré en ponerme su espantoso suéter café de rayas blancas y suspiré de alivio cuando inmediatamente me sentí más cómoda. El aroma de Lisandro impregnado en cada fibra de la prenda también lograba hacer un efecto agradable en el momento.
   No me había dado cuenta antes, a lo lejos, justo entre los pasillos del malecón se lograba oír con claridad la canción de “Mi historia entre tus dedos” interpretada por Franco De Vita. La canción favorita de mi madre.
   La voz del cantante resonaba por todo el lugar, he hizo que mi corazón empezara a acelerarse al instante. Ja, si la presencia de Lisandro no era suficiente, estoy segura que ya mi corazón tenía bastante tiempo golpeando mi pecho por las emociones de esta noche.
   -Al menos quédate sólo esta noche, prometo no tocarte. Estás segura…
   Casi como un reflejo, empecé a cantar en voz baja la letra de la canción, y miré por primera vez al panorama que me estaba perdiendo.
   Efectivamente, la noche se había apoderado de cada metro del mar que se encontraba delante de nosotros, la brisa hacía que las banderas de los barcos comerciales se movieran como si bailaran al son de la canción, las luces parecían estrellas y las estrellas en diamantes. Parecía mágico.
    Sin siquiera pensarlo, mi mano buscó de inmediato a Lisandro, cuando lo encontró entrelazó sus dedos con los de él y dejó fluir una vez más esa sensación de frío y caliente entre ambos. Su piel estaba helada, empezaba a arrepentirme de haberle quitado el suéter, él también debía estarse muriendo de frío.
    -Está funcionando.-dijo Lisandro a mi oído.
    -¿Qué cosa?- pregunté casi en susurro.
    -Tu mano. Si querías pasarme un poco de calor… está funcionando.
    Estrechó más mi mano y se acercó un poco más a mí.
    Bufé. No porque me estuviera burlando, sino porque ni yo hubiera escogido esas palabras para poder romper el hermoso silencio entre nosotros.
    Me sentía en paz, completa y segura. Si hubiera podido estoy segura de que me habría dormido ahí mismo, quedándome con la imagen del mar y el tacto de Lisandro en mi mente antes de desconectarme de la realidad. Pero ¿No sería esto una fantasía? Y si lo fuera sería de las mejores.
   <<Te quiero, Lisandro. >> Pensé en esas palabras, pero mis labios no quisieron decirlo. Creía que si lo decía quizá iba a romper con esta hermosa atmósfera y le iba a abrir paso a una más incómoda. Puede que él en si no esté tan preparado para decirlo también tan abiertamente, y si lo había dicho en aquella fiesta sólo fue porque estábamos solos.
    ¿Qué demonios estoy pensando?
    Lo quiero, y tiene que saberlo una vez más.
   -He estado pensando…- comenzó a hablar Lisandro, robándome las palabras.- Que de ahora en adelante las cosas claramente serán muy diferentes, y ha sido muy duro para mí aceptarlo. Estamos por terminar el año, nos vamos de vacaciones y quién sabe qué pueda pasar en el futuro.
    Estaba divagando, como siempre lo hacía.
    Calmé mis ansias de decirle lo que pensaba, y me relajé. Dejé de recargarme en su hombro y volví a tomar mi postura para escucharlo, sólo que esta vez ya no lo veía a los ojos, quería que sus palabras fueran fluyendo mientras veía que la noche seguía avanzando.
   -Y lo que pasó con Marilyn…
   Cuando escuché su nombre, sentí un pequeño piquete en el cuello.
   <<Ay no… >>
  -La verdad me ha dejado algo vacío… A lo que quiero llegar es que creo que voy a necesitar otra amiga. Lo estoy pensando, así podría decirle todo de mí, lo que en verdad soy, no lo que todos piensan que soy. Tú bien lo sabes. Y quizá no la encuentre ahora pero más adelante y…
     Como una cuerda invisible, empecé a sentir que me estrangulaban. Miré perpleja hacia Lisandro, para saber si era algún juego suyo, aquel en donde terminara de decir que esperaba que yo fuera “esa amiga”. Pero luego lo pensé mejor y sabía que no era lo que yo realmente quería.
   << ¿Qué? ¿Lo habías olvidado, Luna? No eres nada, nunca has pasado de ser nada para Lisandro. Y tal parece que ni siquiera te considera su amiga. Sólo te besa porque lo necesita, sólo está contigo porque eres su consuelo, algo pasajero. >>
   Su mirada, ahora él era quien estaba mirando al mar con anhelo. Estaba hablando enserio. Él decía que necesitaba a alguien más, y ese alguien claramente no era yo.
   << ¿Qué estúpido juego es este? >>
   Veía que sus labios se seguían moviendo, describiendo a su amiga perfecta pero yo ya no lo estaba escuchando.
   No le bastaba conmigo, nunca le bastó conmigo.
   Ahora todo se estaba tornando confuso.
   De repente sentí algo húmedo que caía sobre nuestras manos unidas, una lágrima mía se me había escapado. Rápidamente desvié la mirada, pero eso solamente empeoró mi estado, ya estaba llorando.
   << ¿Esta era la verdadera razón por la que Lisandro me había venido a ver? ¿La razón por la que había vuelto? ¿Para decirme que no quiere nada conmigo después de todo? >>
  Deseaba salir corriendo de ahí, dejarlo así. Pero no pude soltar su mano, simplemente no quería aceptar que lo que estaba pasando era real, que yo no era nada para él y que todas las cosas que había hecho por él nunca se iban a poder merecer un lugar importante en su corazón como lo había dicho una vez.
   No.
   -¿Luna?
   Cuando escuché que me llamaba, oculté mi rostro entre mi flequillo.
   -¿Por qué estás llorando?
   Él de seguro creía que no era nada malo no ser nada, después de todo quizá debe seguir pensando que a mí no me importa en absoluto. Pero se equivoca, me importa, me importa mucho él.
   -¿Dije algo malo?
   Suspiré de cansancio al mismo tiempo que intenté quitarme las lágrimas del rostro.
   -Sí, Lisandro. Dijiste algo…
   Decir que no era nada o simplemente “no” era realmente ridículo, mis lágrimas ya me habían delatado. No podía hacer nada más que aceptar las cosas como son.  
   -¿Qué dije?
   -No.- corté a secas mientras apartaba mi mano de la suya con delicadeza.- No importa. Es sólo una estupidez, hasta yo misma lo creo así.
   Restregarle en la cara que yo lo quería demasiado no iba a ser nada agradable ahora si él ya había tomado una decisión. Además, fui yo la que aceptó el hecho de que Lisandro no estaba listo para tener una relación, y si no es conmigo estaba bien, eso creo.
    No… A pesar de tratar de convencerme y poner en prioridad lo que él necesita, sabía muy bien que mi lado egoísta me estaba apuñalando. Me decía que yo lo necesitaba a él, que lo quería a él y que me dolía mucho saber que yo no era indispensable en su vida, que no era nada más que algo pasajero.
   Carajo.
   Ahora nuestro silencio ya no era nada agradable. Estaba intentando parar mi llanto pasivo mientras él intentaba reparar algo del que no sabía nada.
   -¿No puedo hacer nada?
  << No puedes cambiar algo del que no eres consiente. >>
  -¿No quieres saber por qué te miro demasiado?
   Ante su pregunta, un pequeño resplandor de esperanza surgió en ese instante. Pero sabía muy bien que ese era sólo uno de sus métodos para cambiar de conversación, sabía muy bien que él no se sentía nada cómodo cuando yo me ponía así y que si tenía la oportunidad haría lo que sea para cambiar la atmósfera.
    << No. >> contesté con la cabeza.
    -Déjalo, ya quedó en el pasado.-dije.
   Lo miré a los ojos, engañando a mi corazón mientras sonreía amargamente.
   Si bien yo no podía ser nada, al menos que el tiempo me pudiera permitir ver todavía a esos ojos suyos que se mostraban inocentes ante las luces de esta ciudad, ante mis sentimientos que bien me decían que sin importar lo que él dijera quería mantenerme a su lado y apoyarlo.
   No quería alejarlo, y la mejor manera de mantenerlo era guardando, callando y sonriendo.
   <<Te quiero, Lisandro. >> Volvía repetir esas palabras en mi cabeza mientras ahogaba un sollozo.
    La conversación tomó rápidamente otra dirección, pero ya no nos quedamos en el mismo lugar, caminamos unos minutos por todo el malecón, haciendo que ese amargo momento se fuera volando junto con las brisas pasajeras de la noche. 
    Ambos sabíamos que teníamos el tiempo medido, no iba a ser una sorpresa si nuestros celulares se sincronizaran nuevamente con la llamada de nuestros padres golpeando en la pantalla. Así que no tardamos en dirigirnos a la parada de taxis.
    Ya eran más de las once de la noche, pero yo sólo sentía que habían sido sólo minutos con él, pero no era así, desde que salimos de la obra apenas habían sido las nueve.  
   Me habría encantado poder alargar más nuestro momento juntos.
   Para ese entonces estábamos jugando entre nosotros, mientras esperábamos a que pasáramos a tomar un taxi en la fila.
   -¿Enserio?
   Volvió a rasguñarme en la palma de la mano, enarcando las cejas, esperando a que yo la quitara por la extraña sensación, pero solamente me reía al ver cómo se comportaba como un niño de nuevo. 
   -¿Cómo es que no sientes nada?-volvió a preguntar lanzando un gruñido de frustración.
    -No es que no sienta nada.-dije.- Es sólo que no siento lo mismo que tú.
   Hice que extendiera su mano, e hice lo mismo con él. La única diferencia es que no pudo aguantar a que yo terminara de pasar mis uñas por su piel, quitó su mano y arrugó la nariz.
    -¡Ey! No es justo.
   Había algunas personas más delante de nosotros, pero no nos importaba levantar la voz o reírnos como si la pena no existiera entre nosotros.
   Yo no aguantaba la risa, me encantaba estos pequeños momentos con él.
   Levanté mi mirada para poder toparme con sus ojos que me estaban observando. En sólo ese segundo, él abandonó su labio fruncido y sonrió. Pasó su mano por mi cintura y me acercó a él, para poder apagar mi risa con uno de sus besos.
   Cinco segundos, esos fueron los suficientes para hacerme sentir mejor.
   No pude evitar sonreír a mitad del beso, mientras Lisandro seguía jugando con mis labios. Cuando la magia se acabó, me acomodé en su pecho y cerré los ojos por un momento.
   -¡Siguiente!
  No duró mucho mi momento de paz cuando escuchamos que ya nos estaban hablando para tomar el siguiente taxi. El señor de la tercera edad que nos había llamado, ya tenía la puerta del taxi abierta.
  <<Maldito ancianito mata pasiones. >>
 Cuando estuvimos de camino hacia nuestras casas, nos quedamos un largo momento sin decir nada, simplemente manteníamos nuestras manos unidas mientras compartíamos de vez en cuando un pequeño beso tímido entre nosotros.
  A pesar de tener momentos como estos, mi mente no seguía de atormentarme con preguntas que ni el mismo Lisandro ha podido calmar, porque siempre era de él la culpa de que yo siguiera insegura en cada movimiento que daba en esta extraña relación. Si es que se le podía llamar así, él y yo seguíamos sin ser nada más que extraños que se querían. Yo me moría de ganas por saber qué era lo que pasaba por su mente, pero cuando lo miraba parecía como si nunca iba a permitirme saber eso sin antes jugar su juego.
   Suspiré.
   Lisandro se había convertido en algo que ni yo me esperaba que fuera. Se había convertido en la persona más importante para mí y no podía hacérselo saber porque bien sabía que no estaba listo para escucharlo. O quizá era mi miedo a saber que él no pensaba lo mismo de mí.
    Pero al menos esta noche no iba a acabar con más lágrimas, él estaba a mi lado y era lo que me importaba ahora.
   Lo miré de reojo un momento, tratando de guardar esa imagen de él en mi memoria. Si algo pasaba entre nosotros en el futuro, me gustaría guardar tantas imágenes de él para poder recordar.  
   -Luna.
   Lisandro susurró mi nombre cerca de mi cuello, haciendo que mi corazón volviera a despertar.
   -Dime.
   Seguí su ejemplo, hablé en voz baja. Miré de soslayo al conductor del taxi, pensando en la posibilidad de que nos escuchara. Realmente no importaba, en su oficio debió de haber escuchado cosas peores, pero ahora mismo Lisandro y yo estábamos compartiendo un momento tan íntimo que no quería que alguien más escuchara nuestra conversación.
   Por un breve momento, pasó por mi memoria aquella vez en la que Lisandro había sujetado mi mano de la nada cuando yo estaba realmente triste por lo que me había confesado esa vez. El taxista de aquella vez debió de pensar que éramos sólo un par de novios en malos días.
   -¿Qué viste en mí?- afirmó más la voz.-  ¿Qué soy yo para ti?
   Sorprendida por la pregunta, lo escruté con la mirada entre la tenue luz de la noche. Sus ojos me estaban observando con detenimiento. Las palabras que salieran de mi boca en ese momento iban a ser importantes para él, le interesaba en verdad mi opinión sobre él. Pero ¿Qué esperaba? Con todo lo que ya le había dicho anteriormente no le era suficiente.
   Para mí, él era mi inspiración, se estaba convirtiendo en mi persona favorita y el amor sincero de la preparatoria. Yo por él haría lo que fuera, y se lo había demostrado con anterioridad. Desde madrugar para ayudarlo con la tarea hasta ignorar los malos comentarios de su persona sólo para verlo sonreír. Ciertamente no muchos teníamos un buen concepto de él, tras esa facha egocéntrica se encontraba alguien mejor, alguien con la capacidad de levantar a personas, hacer que las sonrisas y la inocencia surjan de nuevo en los extraños.
   Si me pidieran que dijera en concreto qué me atrajo de este hombre, no sabría qué contestar porque la verdad no lo sé. ¿Por sus ideales? Esos los tiene cualquiera, no sería el único. Sólo sé que me estaba enamorando lentamente de Lisandro Owen, simplemente por ser quien es. Esos defectos que todos vemos de él, los estaba abrazando junto con sus virtudes. Y no me importaba sangrar al hacerlo, por eso seguía ahí con él, por eso lo seguía escuchando.
   Sí, era un narcisista empedernido pero también era un niño a punto de despertar para ser un hombre. Y no sería cualquier hombre, sería de aquellos que la gente escucharía y admiraría.
    Sonreí, seguidamente lo besé ligeramente en la mejilla y…
   -Ustedes me dicen dónde me estaciono.
   El conductor ya estaba en el fraccionamiento de mi casa. Su voz áspera hizo que la magia de aquel momento silencioso se desvaneciera por el aire. Haciendo que mí valentía y mis palabras también se fueran en un suspiro.
    -En la tercera calle a la izquierda. Por favor.-dije mientras seguía aferrándome a la mano de Lisandro.
   Ya sólo me quedaban segundos con él, ahora era lo que inundaba mi cabeza. Me sentí tan triste al momento, pero me pude recuperar, porque sabía que aún tenía que contestar a su pregunta.
     - Lo que yo vi en ti va más allá de lo que nos haces ver a todos. No sabría explicártelo bien ahora, tendría que escribírtelo. Pero…-me acerqué más a él. - No eres una mala persona, Lisandro. No como tú piensas que eres.
   <<Y perdóname a mí, por ser algo cerrada contigo. >>
  Lo abracé sin pensarlo, acercándolo lo más posible hacia mí. Disfrute cada respiro, cada roce y cada lamento mío. Esta era la última vez que lo vería en el año y sabía muy bien que había una verdad dentro de mí que debía ser dicha en ese preciso momento, antes de que todo se volviera oscuro.  
    -Te extrañaré. –le susurré al oído.
   Lo miré por última vez, aprovechando que las luces de mi casa nos alumbraran dentro del taxi. Su sonrisa, era lo único que me bastaba para hacer lo mismo.
   Y cuando cerré la puerta del auto, me detuve todavía para ver cómo se alejaba de mí, mientras nos seguíamos observando a distancia.
    Fue en ese entonces cuando dejé escapar aquella pequeña lágrima que me estaba acosando desde el momento en el que reprimí las verdaderas palabras que quería decirle en esta noche.

    -Te quiero. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor a distancia (Obra de teatro)

La chica de la ventana

El calendario (Poema)