Tanatofobia

Mantuve la mirada fija sobre el pizarrón, sin saber exactamente por qué debía de estar haciéndolo, ya que la maestra no había llegado y nadie estaba al frente apuntando un aviso. Simplemente me encontraba pensando vagamente sobre lo que iba a pasar hoy.
   Después de estarlo considerando una y otra vez, y gracias a los grandes motivos que Rubén me ha dicho, siento que ya es hora de que Lisandro sepa lo que en verdad siento por él.
   Llevo días suspirando y cada vez que me encuentro a solas con él no puedo evitar ponerme al descubierto, siento que en uno de estos días me mostraré demasiado obvia. Cabe la posibilidad de que ya lo haya notado, sin embargo lo dudo mucho ya que mi adorado confidente me ha estado pasando información acerca del hecho de que Lisandro está totalmente ocupado ascendiendo en la empresa en donde está.
    ¿Qué tenga tiempo para pensar en tonterías como en el amor? Sí, claro. Así como yo he de tener tiempo para poder pensarlo todo el día.
    <<Si lo haces. >>
    Suspiré.
    Hoy debía ser el día, por supuesto, ya que tenía la gran oportunidad de que estemos toda la tarde y parte de la noche juntos gracias al evento de hoy, en el que ambos asistiremos.
    El día internacional del libro.
    Tendría que “secuestrarlo” de su grupo de música para que me dedicara unos minutos o puede que espere a que termine el evento para que estemos los dos juntos en lo que restara del día  caminando por el malecón de la ciudad. Y  después se lo diría.
   <<Suena bien. >>
  Mientras imaginaba mil y un posibles escenas para lo que pasaría esta tarde, mis amigas continuaban hablando sobre lo que habían hecho el día de ayer. Valeria estaba sentada en el piso en medio de  nuestra amiga y de mí, se veía algo cansada, tenía los ojos hinchados y un aura de tristeza. Tendría que preguntarle lo que le pasaba pero parecía que ni ella quería hablar de eso.
   Hania, otra amiga nuestra de la clase, la escuchaba atentamente mientras se reía de casi todo. Ella era la muchacha más bajita de todo el grupo, quisiera atreverme a decir que es la más baja del campus entero pero había visto a otras estudiantes de primer semestre que parecían de primaria. Al igual que Valeria, compartía el hermoso don de verse muy femenina a pesar de tener la mala costumbre de decir “Güey” a cada rato como un hombre vicioso.  
   Era otra joya de la cual los hombres se volvían locos porque lucía demasiado adorable cuando se enojaba o cuando reía.
   Vaya amigas.
   -Y se quedó hasta tarde, pero…-Valeria desvió la mirada hacia la pared y suspiró.- Juro que ese hombre me saca de quicio a veces.
   -Pero güey, tú también eres una tonta por dejar que te haga ese tipo de berrinches. –dijo Hania.
   -¿De quién habla?-pregunté de inmediato.
   Cuando volví a meterme en la conversación, mis amigas me recibieron con un gesto de desconcierto, como si les fuera algo estúpido que preguntara cuando ya habían mencionado el nombre del involucrado.
   -Güey, de Edward. –reprimió Hania.
   -Ah. 
  << ¿Desde cuándo están hablando de él? >>
  Yo todavía seguía pensando que hablaban de lo que habían comprado ayer en la tienda.
   Me quité de encima todo mis pensamientos y volví a tomarle importancia a lo que estaban hablando.  
   -Le estaba diciendo a Hania que ayer Edward llegó a mi casa a comer nada más y luego se fue enojado porque le dije que tenía tarea. Me hizo un berrinche diciendo que yo no le daba la atención que merecía.
    <<Vaya mujercita. >>  Pensé.
    Me empecé a reír, pero no me pude mantener así por mucho tiempo. Vi que Valeria sólo sonrió a medias mientras sus ojos se volvían más cristalinos. Ella tenía ganas de llorar.
   <<No jodas…>> Para una chica como yo, oír de un hombre así esa reverenda estupidez es motivo suficiente para mandar al carajo esa relación sin pies ni cabeza. Desde hace mucho tiempo había estado en desacuerdo de que ella continuara con ese tipo de persona, pero ella siempre me reprimía con una sonrisa diciendo:
    “Es que lo amo.”
   Pero esto ya era demasiado.
   Él es un imbécil por portarse esa manera tan infantil, y ella es una idiota por dejar que esos eventos insignificantes la hicieran llorar.
   Pero no podía empezar a regañarla o hacerla saber de mis pensamientos, no ahora que estaba a punto de llorar en medio del salón.
   De repente escuchamos que alguien golpeaba la ventana del salón. Las tres volteamos a ver hacia esa dirección, y lo que encontramos fue a Edward haciendo un gesto malhumorado hacia Valeria. Él chasqueó los dedos y después le hizo señas a ella para que saliera un momento.
    << ¡Pero qué cretino! ¿Desde cuándo Valeria se convirtió en su mascota? Esto era peor de lo que imaginaba >>  
   No sé si era mi idea, pero hoy, Edward, lucía más asqueroso que de costumbre. Su peinado ridículo brillaba más que de costumbre, como si se hubiera echado más gel de la cuenta, y sus ojos estaban un poco más marcados. ¿Y ese diente chueco suyo? Por más que él tuviera el rostro serio, ese diente suyo siempre sobresalía de sus labios como una asquerosa señal para que las mujeres se acercaran.
   Qué repugnante.
   Volví a mirar a Valeria, pero en vez de encontrarla en el mismo lugar, estaba vendo cómo ella obedecía a las órdenes de su novio. Estaba a punto de cruzar la puerta, justo a su encuentro.
   << ¿Qué carajos? >>
   Pero antes de que ella pudiera estar entre sus garras, la maestra de psicología ya estaba llegando al salón. Y todos aquellos estudiantes que habían estado afuera platicando mientras ella no aparecí, se metieron de inmediato, volviendo a llenar los espacios vacíos dentro del salón.
    -Buenos días.- saludó, mientras acomodaba una pesada mochila sobre la mesa.
   Valeria volvió a sentarse a mi lado.
   Gracias a la maestra, ella había podido evitar una desagradable discusión con el patético de su novio.
   Hania, al igual que yo, no hicimos ningún comentario al respecto.
   -Bien chicos, fui a la dirección antes de pasar al salón, así que discúlpenme por llegar tarde. Sin embargo, quiero pensar, que la clase de hoy valdrá toda la pena. Hablo tanto como para ustedes y para mí.
   Las clases de psicología siempre debían de empezar de esta forma. Con un vivaz comentario de nuestra maestra, ella nunca perdía el entusiasmo en su clase. Y hoy parecía estar de muy buen humor, Se había maquillado de manera sencilla, no como otros días, y sus ojos café oscuro parecían brillar un poco más.
   << Me pregunto qué nos tendrá preparado para hoy. Le está dando muchas vueltas al asunto. >>
   Todos estaban atentos a lo que decía la maestra, manteniendo siempre la buena reputación de este grupo de los miércoles. Los cuales teníamos la fama de ser los más callados, y también los menos participativos.
   Mis amigas y yo estábamos en los asientos que se encontraban en medio del salón. Hoy era la primera vez que no habíamos escogido lugares hasta el frente.
    -Hoy vamos a ver dos cortometrajes, y después de eso me van a escribir un reporte de aquello que sintieron durante todo ese tiempo.-empezó a sacar aquello que traía dentro de la mochila negra.-Y el tema que vamos a tratar…
  Sacó un proyector y un montón de cables que parecían amenazar con estrangular la mano de la maestra. Estaba demasiado distraído viendo cómo se las reglaba para poder arreglar todo que dejé de prestarle atención unos segundos.
  -Muerte.
  Y fue ahí cuando todo se detuvo, para mí.
  << ¿Muerte? >>
  -Los psicólogos del desarrollo toman parte en este tema, ya que ven en su carrera las etapas del ser humano, y esto, lógicamente, los lleva a la vejez en donde la mayoría de nosotros empieza a aceptar el hecho de nuestra inminente muerte. El proceso que nosotros hacemos…
   << Muerte. >>
   -…no todos tienen la suerte de morir en una cama en una edad avanzada. Por eso mismo…
   <<Morir. >>
    -… las perspectivas varían para muchos de nosotros, muy pocos les interesa lo que sucederá, pero algunos otros tienen una indescriptible duda o preocupación por lo que llegue a pasar después de la muerte.
   <<No hay nada. >>
   -Los religiosos alegan un paraíso que…
   <<No existe. >>
   -Nadie sabe lo que sucederá con certeza, tenemos fe pero no lo sabemos.
    <<Pero morir es seguro. >>
   -Luna.
   <<Necesito salir de aquí. >>
   -¡Luna!
   Hania me jaló de la manga de mi suéter, haciendo que volviera en sí.  Me estaba doliendo el brazo, y el corazón parecía querer salir de mi pecho en cualquier momento. Pero por más que intentaba tranquilizarme el pánico me abrazaba más, envolviéndome en la desesperación. Mi respiración se estaba agitando, necesitaba controlarlo.
      Mi amiga había llamado mi atención, pero no porque notara mi pequeño ataque de pánico. Cuando la miré, ella señalaba hacia algo que se encontraba junto a mis pies. Era su pluma, sólo quería que yo se la pasara.
   Mi brazo me seguía doliendo por algún motivo, pero no pude ponerle atención a eso. Le di a Hania su pluma, mientras intentaba ocultar los temblores en mi mano.
   Entonces me di cuenta la razón de mis dolores. Cuando volví a poner mis brazos sobre mi pupitre, noté marcas de mis uñas sobre mis brazos. No me había dado cuenta, estaba lastimándome desde el momento en el que la maestra comenzó a hablar del tema.
    << ¿Cómo demonios…? >>
    -Sugerencias antes de empezar: pueden tomar apuntes o simplemente guardar silencio. Recuerden que necesitaré sus reportes al terminar los videos.
   Las luces se apagaron, y el proyector ya estaba conectado a una computadora portátil.
   ¿Cuándo hicieron eso?
  Los cables ya habían sido desenredados, el escritorio de la maestra estaba ahora en medio de las sillas del salón teniendo encima el proyector y la computadora. Ya el reflector estaba puesto en el pizarrón, y todos parecían estar emocionados.
   << ¿Acaso no había nadie más igual que yo? >>
  Estaba desorientada y temerosa, tenía tantas ganas de correr hacia la puerta del salón y no volver hasta la clase de la siguiente semana. Todo lo que fuera posible para evitar ver esos videos, si su contenido tenía que ver con la muerte no quería enterarme.
  Desde que estaba en primaria yo había experimentado este tipo de ataques cada vez que me dormía en clases y soñaba con morir, o con la posibilidad de que alguno de mis padres pudiese morir. Lo peor de todo es que ese sueño se convirtió más en una fobia que en otra cosa, porque cuando se lo decía a alguien no podía calmarme o ahuyentar mis temores, no como lo hacen cuando soñamos con monstruos. Ellos no podían decirme:
“Esas cosas no existen. “

  Porque en cualquier momento todos debemos morir, no se puede evitar y no se puede convertir en mentira.
   No podía dejar que el miedo me controlara, al menos no ahora. Qué ridícula me iba a ver si salía corriendo del salón, qué tantas estupideces podrían decir cuando se enteren que le tengo miedo a la muerte. Todos me dirían que es normal, porque todos le tememos, pero ellos no pueden entender el miedo que yo le tengo.
   Noches despertando a gritos, y luego caminando en círculos, intentando controlar la respiración.
   No me podía pasar aquí.
   Volví a clavarme las uñas en el brazo, pero esta vez estaba consciente de que la intención por la que lo hacía era para obligarme a mantener la calma, y distraer mi mente con dolor en vez de otra cosa.
    Sólo debía mantenerme calmada, ver los cortometrajes, escribir el condenado reporte y luego salir de aquí.
    <<Guárdalo, cállate y sonríe. >>
    Bueno, creo que sonreír no va a ser posible esta vez. Puedo saltarme eso.
    -Guárdalo y cállate.- susurré para mí.
    Una música espectral, la voz de una mujer cantando como si estuviera en agonía y las imágenes de un cementerio solitario empezaron a reproducirse justo en frente del salón.
     <<Espero que esto termine pronto…>>


     

     Salimos del salón con un aire amargo y espectral.
     Iba arrastrando los pies por el pasillo, haciendo que el eco de las voces distrajera a mis amigas del molesto ruido de mis zapatos contra el piso. Mantuve la mirada distante, pero aún las escuchaba hablar.
    Hubo un momento en la clase en donde debíamos de leer frente a todo el grupo nuestro reporte de los cortometrajes, y a mí me había tocado pasar. Comentaban del hecho de que casi estaba igual a un manojo de nervios y lágrimas a estallar, mi voz se había escuchado entrecortada y la verdad en cada palabra de mi reporte fue de las menos esperadas.
   No tuve otra opción que desahogarme en las hojas de mi libreta.
     -Al menos ya sabemos que Luna si tiene sentimientos.- dijo Valeria entre risas.
     No era de mala intención su comentario pero era mejor que escuchar otras personas que decían que era sólo intento de llamar la atención. Me gustaría poder admitirlo pero no sería por orgullo sino por la misma impotencia de no saber qué hacer con este pánico reprimido.
    <<Si tan sólo supieran. >> Sin embargo no es un sentimiento que quisiera que tuvieran todos. ¿Cómo controlarlo? Hay que hacer la pregunta a la persona correcta, porque mi método hace que quede con el brazo lastimado. No podía ver mi brazo gracias al suéter que llevaba puesto, y lo agradezco, porque si no alguien hubiera preguntado por el verdadero motivo de esas pequeñas heridas hechas con uñas.
    Bajé en silencio las escaleras y seguía los pasos de mis amigas, inmersa en mis pensamientos y en mi pequeño lamento de haber expuesto de esta manera mi pequeño secreto que pocos entenderían. No es que piense que es algo que se deba entender, hasta para mí es ridículo pensar que le tengo miedo a algo como la muerte, debería de aceptarlo y ya. Pero así no puedo solucionar mi miedo.
   Necesito a Lisandro, quizá él pueda entender, y si no lo hace no importaría porque él siempre encuentra la manera de cambiar el tema cada determinado tiempo. Eso me ayudaría mucho en este momento, distraerme y oír su voz.
    Pasamos por las áreas verdes que rodeaban a la cafetería, y cuando llegamos a las puertas de vidrio de la entrada estuve tentada a decirles que iría a nuestro salón. Si, a ese claustrofóbico y bien climatizado espacio en donde de seguro nuestros compañeros estarían durmiendo con la luz apagada o haciendo mil y un estupideces que de seguro no les tomaría ni las más mínima importancia. Pero ya no quería entrar a ese lugar lleno de gente casi desconocida.
    No tenía ganas de hacer algo, o de estar con ellas ahora.
    << ¿Dónde podría estar Lisandro? >>
    Mi respuesta para estas situaciones siempre había sido “Necesito estar sola”, pero ahora lo único que puedo pensar es “Necesito a Lisandro”.
    Sin embargo consideré mejor las cosas.
    No me vendría nada mal un poco de chocolate, quizá eso puedo tranquilizarme.
   Cuando entramos, no tardamos mucho en encontrar una mesa.
   Y a los pocos minutos ya estaban desayunando y halando de otras cosas pero…
  ¿Yo dónde estaba?
  No dejaba de mirar sin prestar atención a los rostros de Hania y Valeria, que no paraban de comentar sobre un tema que parecía estar muy interesante pero apenas podía escuchar sus voces, como si ya no tuvieran importancia entre ese mar de ruidos dentro del lugar. Sentía que se estaba llenando cada vez más mientras permanecíamos ahí, o quizá era yo que no podía hacer algo más que distraerme con los ruidos que estaba a nuestro alrededor.  
    Todavía no me levantaba a  comprar mi condenado chocolate, y ya estaba totalmente arrepentida de haber cruzado esas puertas.
   Tantas personas a mi alrededor, y yo sentía cada vez más grande el vacío que crecía en mi interior.
   De repente sentí una mano sobre mi hombro, que me daba un pequeño empujón afectuoso.
   -¡Señoritas! Qué alegría verlas aquí. –dijo Rubén con mucho ánimo.  
   Los saludos mutuos se hicieron escuchar en la mesa inmediatamente. Valeria se levantó a abrazarlo y Hania, bueno, ella no tenía tanto afecto por este chico bonachón que siempre nos alegraba el día a los de teatro. No puedo decir que era el más querido del lugar pero al menos era una de las personas que les era fácil hacernos sonreír.
    Intenté cambiar mi expresión y darle a él una sonrisa, pero creo que estaba demasiado decaída o seguía impregnada con mi mal aura que él mismo se dio cuenta de inmediato de que algo iba mal conmigo.
   Se sentó de inmediato a mi lado y apretó ligeramente mi brazo. El cambio de mirada en su rostro me hizo ponerme algo incomoda. Este era el tipo de reacciones que evitaba cada vez que yo callaba estas cosas. No quería que las personas me vieran con lástima, no quería su tristeza abrazando a la mía o la hipocresía de otras. Sé que Rubén no es así, y sus intenciones siempre han sido buenas, pero esta vez no quería que nadie más se enterara de eso.
   Ya había sido suficiente por hoy.
   -¿Qué sucede?-preguntó mirando de hito a hito a Valeria y Hania.
   -Acabamos de salir de psicología.-dijo Hania.-Y bueno…
   Me miró con duda en sus ojos, como si me pidiera permiso para poder hablar de lo que pasó en clase. ¿De verdad contestaría yo eso? Bajé la mirada de vergüenza, y concentré mi atención en otra cosa, no iba a querer escucharlas hablar de nuevo.
    Valeria fue la que se ofreció a explicar la situación. Y cuando Rubén terminó de escuchar, él quitó su mano de mi brazo y suspiró.
    No era ni una sorpresa, él había sido la primera persona a quien le conté ese “secreto” (ahora ya no se le puede llamar así), pero, como muchas personas, sólo pensó que no era nada grave, que era algo normal que yo sólo ponía en mi pedestal de cosas que seguramente usaba para llamar la atención.
    Nos quedamos un momento en silencio, esperando a que Rubén dijera algo.
    <<Oh, horrible vacío de palabras… Y todo por mi culpa. >>
   -Ahí está Jocelyn.-exclamó Hania después de un rato.
   Rápidamente levantó sus cosas y se despidió.  
   Mejor así.
   Era una excusa más para alejarse de esta mesa en donde todo se estaba muriendo. No había cómo rescatar la pequeña y efímera alegría que se había formado gracias a su presencia. Pero era mejor para ella estar con otra amiga que aquí.    
    Solamente pude ver sus pies alejándose de donde estábamos nosotros. Yo ni siquiera me había molestado el levantar la mirada para poder verla a los ojos, pero si lo hubiera hecho, de seguro podría ver todavía esa tristeza en ellos.
   <<Lástima. Eso es. No te confundas. >>
  -Luna, no te pongas así.-dijo Valeria.
  A ella no podía tratarla con indiferencia, no cuando usaba ese tono condescendiente conmigo. Sin apartar mi cara de la mesa, la miré. Ella se mantenía preocupada, pero no tenía idea de qué decirme. Las marcas de expresión en su frente se profundizaban y sus labios se amargaban, ya que no dejaban de retorcerse. Ya notaba que habían vuelto a mí las ganas de llorar.
   -Escucha, ya no tocaremos el tema. Pero trata de quitarte esos malos pensamientos, porque… se sienten.
   << ¿Se sienten? >>
   -¡Valeria!
   Y casi como un cliché del día, otra voz volvió a interrumpirnos en la conversación, pero no para llamarme a mí. Esa voz gruesa y ridícula que bien conocíamos hizo eco por toda la cafetería, haciendo que los estudiantes presentes voltearan a ver de dónde provenía.
   Muchos iban a quedarse con la duda, pero nosotros tres ya sabíamos quién era. Porque nos estaba mirando fijamente, y con el ceño fruncido, desde la planta alta del lugar. Parado cerca del barandal, y con la facha de tirar un cuchillo desde esa altura, Edward no dejaba apuñalar con esos ojos de color a Valeria.
   Nuevamente, como antes de que iniciara la clase, le hizo una seña a ella para que subiera hacia donde estaba él.
   << ¿Por qué no vienes tú a pedirle que te acompañe como se debe? Animal. >>
   Ahora estaba de mal humor. Otra vez.
   Levanté mi rostro de la mesa y me enderecé, sin quitarle la mirada de encima.  
   -¿Por qué ese cabrón siempre tiene que llamar la atención?-preguntó Rubén.
   -No lo sé, pero el problema es que logra hacerlo con tanta facilidad.-dije con la bilis aumentando dentro de mí.
    Miedo o enojo, ya no podía diferenciar uno del otro.
    -Tengo que ir.
    Y como una caída en picada, veía como mis energías volvían a desvanecerse contra el suelo al escuchar a la sumisa de mi amiga arrastrar la silla hacia atrás para levantarse de la mesa e irse. La sorpresa inundó mi rostro por unos segundos, y ella lo notó.
   Encogió los hombros a manera de disculpa y me entregó su celular.
   Rubén, quien estaba más decepcionado que yo, simplemente le dio tiempo para preguntarle a Valeria sobre su insistencia a hacer todo lo que ese hombre le decía. A lo que ella no pudo contestarle nada.
   Y así fue como vimos que la bestia que se encontraba sobre nosotros caminó hacia la oscuridad de nuestra visión, mientras que la bella que se estaba yendo para acudir a su encuentro iba tirando pequeños fragmentos de su dignidad con cada paso que daba.
   Tuvimos que ver cómo ella subía las escaleras sin prisa, desapareciendo de poco en poco hacia lo que le esperaba.
   ¿Por qué no detenerla? ¿Por qué no darle un alto a todo eso? Porque ella misma ha pedido que nos abstuviéramos a cualquier acción que molestara al animal.
   Y creo que nosotros somos peores personas, porque no actuamos aun así. Deberíamos no hacerle caso, y enfrentarlo, pero eso no arreglaría nada, y lo sabemos. No mientras Valeria siga pensando que lo necesita.
   Mis oídos volvieron a inundarse del sonido de las voces de las personas que nos rodeaban, del sonido de risas y los gritos de adolescentes enfrascados en sus propias conversaciones. Y yo, mientras tanto, quisiera poder callarlos a todos.
   Me sentía tan impotente, me estaba arrepintiendo de mi decisión de dejarla subir sola a hablar con Edward. Era necesario, necesitaban hablar pero con esa actitud tan altanera no iba a permitir que ella tuviera que soportar de nuevo los berrinches y reclamos de ese niño vestido de ego. No era sano que cargara en su espalda cosas tan injustas como las que le restregaba día con día.
   <<Debería subir. >>
   Pero antes de que pudiera mover un solo pie, me encontré antes con la mirada inquisidora de Rubén. No lo había pillado aún, él y yo ahora estábamos solos en la mesa. Eso sólo significaba que teníamos la libertad de hablar del tema anterior sin ninguna interrupción.
  -¿Es enserio lo que me contaron?-preguntó sin perder más el tiempo.
  <<No puedes huir. No de él. >>
  Suspiré con fuerza. Dejando escapar un momento el tema de Valeria, aunque todavía me seguía molestando.
  -Si… Fue enserio. –solté.
  Sin dejar de mirarme, extendió su mano y me agarró el brazo, subiendo de un poco la manga de mi suéter. Dejando ver así las marcas de mis uñas en mi piel, esta vez se veían un poco más. Las marcas resaltaban con el color rojo vivo alrededor, algunas ya eran pequeñas heridas ya secas que apenas se notaban pero que existían. Era lo que empezó a molestarle a Rubén.
   -Deberías de controlar ese miedo, Luna. No es sano.-soltó mi muñeca y volvió a juntar las manos.
   -No es que no quiera superarlo, Rubén-repliqué bajándome la manga de golpe. –He intentado de todo. Y esta vez, déjame decirte, fue más tranquilo el ataque. Da gracias de que no salí corriendo del salón.  
   Cuando comencé a hablar pude sentir que el nudo en mi garganta estaba amenazando con asfixiarme con cada palabra. Quería llorar de rabia. No quería escuchar a otra persona que me dijera que ese miedo es una tontería, que debía superarlo, que necesitaba enfrentarlo. Pero ¿Cómo carajos iba a poder mantener la calma cuando no puedo ni pensar con claridad cuando me inunda como una ola cruel de pánico?
   Desvié la mirada esta vez, con el temor de que viera las pequeñas lágrimas que ya se asomaban por la comisura de mis ojos.
   -De todos modos eso no quita el hecho de que ahora te lastimas para poder controlarlo, y eso es peor. Al menos si hubieras salido del salón no tendrías lastimado así el brazo.
   Su voz tomó un tono más severo.
   Y me sentí estúpida.
   -¿Y para la próxima? Quizá vayas a necesitar sangrar para distraerte y estar en una pequeña conversación que tenga que ver con la muerte.
  Cuando dijo “muerte” pude sentir un escalofrío recorriendo mi columna vertebral. Me estaba haciendo un poco más pequeña en mi lugar, y no podía mirarlo a los ojos.
   <<Carajo. >>
   -No es un hábito viable.- seguía hablando.- ¿Sabes? Deberías leer algunos pasajes en la biblia que quizá podrían ayudarte con esto. Sé que no eres religiosa, y creo que es por eso también que te afecta más ese tema porque tú no crees que haya algo más allá de la muerte. En cambio la religión te ofrece esperanza, algo con qué aferrarte.
   Hubo un momento entre sus palabras en donde yo ya no seguía escuchando, simplemente asentía con la cabeza, mientras me aislaba más en mi burbuja personal. Intentando tranquilizarme mientras Rubén decía una que otra vez mí palara prohibida.
   No era con mala intención, sé que quería ayudar pero me estaba negando a escucharlo. Un consejo no era lo que yo quería en este momento, aunque lo apreciara, yo sólo quería esconderme y estar sola.
   No más intentos para hacerme sentir mejor, ya no los quería.
   Yo sólo quiero salir de aquí.
   Sin que se diera cuenta, volví a clavar mis uñas en mi brazo. Intentando esconder ese pequeño secreto bajo la mesa.
    <<Resiste. >>
   No, no iba a poder resistir. Instintivamente miré hacia a puerta de salida de la cafetería, pensando en la posibilidad de salir por ahí dentro de unos minutos si se me permitía.
   La puerta se abría y cerraba a cada minuto, grupos de estudiantes indiferentes al asunto pasaban sin problemas y entre risas. Parecía como si todo el mundo estaba pintado de colores mientras yo me hundía más en el gris.
   Pero no fue para siempre.
    Una sonrisa chueca entro por la puerta esta vez, notando inmediatamente la presencia de Rubén y de mí dentro de este lugar con mucha gente.
  Lisandro venía directamente hacia nosotros. Y aunque yo intente sonreír, mis esfuerzos no fueron suficientes, sin embargo mi corazón se encontraba feliz. Si hubiera podido, y si tuviera el valor para hacerlo, lo hubiera abrazado inmediatamente. Dejando a un lado todos esos miedos mientras me dejaba inundar ahora con la seguridad de su presencia. Aquella con la cual me he refugiado desde el día en el que pudimos conocernos mejor. Aquella que me daba la fuerza suficiente para volver a sonreír en estos días.
  Al fin él estaba aquí.
  Cuando llegó con nosotros, no saludó, simplemente agarró una silla y comenzó a escuchar a Rubén, quien seguía hablando.
   -…Que precisamente hablan sobre el miedo a la muerte.
   -¿Estás hablando sobre la biblia?-preguntó Lisandro con evidente curiosidad.
   -Sí. –contestó Rubén mientras volvía a tomar aire. Le había molestado que lo interrumpiera. –Luna vio este tema en su clase de psicología.
   -¡Ah! ¿Enserio?-exclamó Lisando con cierto tono divertido en su voz.
   No me estaba mirando.
   <<No me está mirando. ¿Y por qué reacciona así? >>
    Él también sabe de mis ataques de pánico, se lo había contado muchas veces, cada vez que me daba un ataque o cuando salió el tema de los miedos cuando fuimos al cine. Él lo sabe, y aun así parece que no entiende su significado. 
 En eso, levantó una ceja y volvió a sonreír con un poco más de picardía. Esta era la primera vez que me miraba a los ojos en el día.
   -Yo no le tengo miedo a la muerte.-dijo con orgullo.
   Y eso fue para mí como una piedra más en la cara. Algo que me hizo pensar que en realidad a él le daba igual lo que los demás pudieran sentir, él estaba orgulloso de sí mismo de no tener el mismo miedo. No es que yo quisiera que lo tuviera, pero…
  << ¡A MI ME IMPORTA UN CARAJO QUE TÚ NO LE TENGAS MIEDO A LA MUERTE! ¡YO SI! ¡ESTAMOS HABLANDO DE MÍ! ¡MALDITA SEA! ¿ACASO NO CAPTAS AÚN LA IDEA DE QUE ESTOY MURIENDOME DE MIEDO AHORA MISMO? CON UNAS INMENSAS GANAS DE LLORAR Y SALIR CORRIENDO. ¿Y LUEGO ME SALES CON “ESTO”? >>
   Me enojé. Y lo hice notar mucho en mi rostro. Ahora estaba viendo fijamente a Lisandro, quien ahora estaba volviendo a sacar el tema de la muerte. Lo estaba odiando, suplicaba con las agujas de mi mirada que se callara pero seguía moviendo sus labios con tanta pasión que parecía disfrutar verme callada.
   Ahora estaba temblando.
   Él era mucho peor que todo lo que había soportado hasta ahora. Al menos mis amigos sacaban el tema para intentar ayudarme, pero él… Él se estaba burlando de mí diciendo una y otra vez que era realmente estúpido que existiera gente que le tuviera miedo.
   Se estaba riendo por otras cosas. Tal vez no me atacaba directamente a mí, pero me estaba lastimando.
  Toda la maldita mañana deseando que él apareciera para poder calmar mis miedos, cuando la realidad me estaba mostrando que sólo era una falacia.
   Y Rubén no se dio cuenta de que me estaba volviendo a desmoronar.
   Ambos ya estaban hablando nuevamente del tema sin pudor.
   Y yo sólo quería gritar.
   -La vida no es vida si la vives con miedo. Es por eso que no entiendo cómo es que la gente se la vive en sus miedos.
    Oración tras oración, fragmento por fragmento, yo ya no aguantaba mis lágrimas.
    Y sin darme cuenta, yo ya me estaba parando de la mesa, dejando mis cosas con ellos y caminando con rapidez hacia las escaleras que daban hacia el siguiente piso.
   Ni siquiera se inmutaron, siguieron hablando. Mientras yo me alejaba de ellos, sin saber muy bien qué hacer. Sólo había seguido el instinto de no seguir oyendo, pero no pensé bien las cosas. Mi mochila estaba con ellos, y también la de Valeria, no podía irme.
   Valeria.
   Podría ir con ella ahora. Quizá pueda interrumpir su pequeña discusión y robármela un rato.
    Ella es la persona que sabría lo que necesito.
    Unas lágrimas ya estaban rozando mis mejillas cuando empecé a subir los escalones de esa ancha escalera de caracol. Las limpié rápidamente mientras pensaba en las palabras adecuadas para poder hacer que ella viniera conmigo al salón.
    Me importaba un carajo que estuvieran discutiendo, yo quería a mi amiga ahora mismo.
    Sosteniendo mi corazón despedazado y lo que quedaba de mis fuerzas para aguantar el llanto, llegué hasta el último escalón. Miré rápidamente lo que era esa parte de la cafetería, los salones que estaban por el lado izquierdo, la entrada al balcón que se encontraba hasta el fondo y el gran barandal en forma circular que evitaba que los estudiantes de esta parte cayeran hacia la planta baja de la cafetería.
   <<Demonios, hubiera sido una buena idea. >>
   Y del lado derecho se encontraba un pasillo estrecho que daba hacia otro pasillo más angosto que atravesaba la cafetería por los aires. Pero mi mirada se detuvo justo en una columna que se encontraba en la esquina. En donde vi a Edward y a Valeria, él la estaba gritando en la cara mientras movía los brazos de un lado a otro, señalando como si la causa de su enojo se encontrara a sus pies, y ella estaba con la mirada evasiva, escuchando atentamente, intentando replicar. Pero cada vez que ella movía los labios él la callaba con sus propias palabras.
   Me quedé congelada.
   De repente vino a mí la imagen de mis padres pelando en la casa, y yo en medio de ellos dos con el uniforme del kínder, escuchando atentamente cada palabra pero sin entender ni una sola de ellas. Yo sólo quería caminar con ambos agarrados de la mano mientras me llevaran a la escuela, que me dieran un beso de despedida y un abrazo, quería que me dijeran que me querían mientras sonreían pero no iba a ser posible, no cuando ambos se ponían a gritarse en la cara.
   Ahora me estaba sintiendo igual. Yo había subido hasta aquí con la intención de que mi amiga me abrazara y me dijera que todo iba a estar bien, pero cómo demonios iba hacerlo cuando ella también necesitaba a alguien quien la ayudara en esto. Y yo no podía. Yo ya no tenía fuerzas para gritarle a alguien y decirle “¡Ya basta!”. No, yo había escapado de una mesa con lágrimas en los ojos y una vana esperanza en mente.
   Valeria se dio cuenta de mi presencia, y sin pensarlo se dirigió hacia a mí, con una sonrisa falsa en su rostro. Dejando a Edward con las manos extendidas.
   -¡¿A dónde vas Valeria?!-le gritó.
   -¡Con Luna!- respondió ella sin voltear atrás.- Ahorita regreso.
   A lo último su voz se apagó, dándole a entender que se calmara. Él me miró con el ceño fruncido y no dijo nada más.
   La esperó.
  Cuando ella llegó a mí, pude ver que sus ojos estaban cristalinos. Ella también tenía ganas de llorar.
    -¿Qué pasó amor?-me preguntó con dulzura.
    << ¿Qué hago aquí? >>
   Apreté mis manos hasta hacerlas puño. En eso me di cuenta que llevaba conmigo su celular, y me hizo recordar que entre la conversación con Rubén, había llegado una llamada que había ignorado.
    Rápidamente mostré su celular y dije:
   -Es que…-estaba balbuceando.- Te llegó una llamada.
    Ella miró mi mano, luego a mí y volvió a sonreír. Hizo que guardara nuevamente su celular.
    -Más al rato lo veo. ¿Sale?
    -Ah… Está bien. Yo… Voy al salón… Me llevaré tu mochila.
   Sin antes terminar, ya estaba dando unos pasos hacia atrás. También necesitaba huir de aquí.
   Valeria, a pesar de seguirme mostrando esa sonrisa suya que bien sabía que estaba mal maquillada, también parecía ver que no era necesario que yo subiera para ese asunto. Era cierto, ella podía ver eso más adelante.
   <<No debes dejarla sola. >> Una voz en mi cabeza empezó resonar como un eco débil que reclamaba atención, pero tenía miedo.
    -Está bien. –dijo ella mientras se daba la vuelta y volvía hacia donde estaba Edward.
    Sólo vi cómo se alejaba de mí. Mostrándome nuevamente que yo era totalmente inútil. Hace unos momentos quería salvarla a ella, pero no puedo hacerlo si no puedo salvarme a mí misma. No puedo con mis propios problemas que claramente, para la persona que me importa, son una tontería.
    Bajé las escaleras nuevamente, en silencio y ahora sin poder controlar mis lágrimas.
    A la distancia pude ver con facilidad la mesa en donde estaban Rubén y Lisandro, quienes seguían platicando. Pero mi vista se concentró principalmente en Lisandro, aquel hombre en quien creí poder confiarle mis secretos. Ahora se encontraba ahí, indiferente.
   Ese no era el Lisandro que había ayudado hace unos meses con la tristeza y decepción que él tenía en su vida; ese muchacho que se encontraba platicando con Rubén era el mismo arrogante y altanero que yo había odiado desde tercer semestre. No tenía nada de parecido con la persona radiante y de corazón gentil que conocí ese día en el cine.
  Con esa persona yo no quería tratar.
  Así que tomé un poco del enojo y decepción que me quedaba y lo usé para ponerme una máscara que ocultara toda esta tristeza.
  Caminé con firmeza hacia ellos, esquivando a las personas que se me quedaban viendo con curiosidad por los tatuajes de mis lágrimas que ahora se encontraban reprimidas.
  Al llegar, comencé a recoger mis cosas y las de Valeria con rapidez, manteniendo la mirada abajo.
  -¿Qué pasó? –preguntó Rubén.
   <<Lo lamento, sé que me perdonarás esta ocasión. >> El único afectado de esto sería él. No tiene por qué soportar esta faceta grosera y severa de mí, pero era necesario. Al menos para mí, no quería que me vieran llorar. Y menos frente a Lisandro.
   -Valeria está discutiendo con Edward. –dije secamente.
   -Ah ¿Y por qué te vas?
   Esta vez se escuchó más preocupado, y yo me estaba sintiendo como toda una maldita.
   -Rubén. La verdad no me siento bien. Y preferiría estar en otro lugar que aquí con ustedes, llorando.
   No quería decir eso último pero fue una palabra que se me fue al hablar.
   -… Ammm ¿Y por qué no te quedas y lloramos juntos?
   << ¿Era enserio lo que estaba diciendo? >> Me ofendí por un momento, pero luego recordé que simplemente se había sentido incómodo y quería portarse amable.
   -No.
   Ya tenía ambas mochilas sobre mi hombro, y comencé a caminar hacia la entrada sin despedirme apropiadamente.
   Debí verme muy ridícula intentando llevar dos mochilas más grandes que mi cuerpo, mientras caminaba rápidamente hacia la salida. Una enana enojada.
   <<Y triste. >>
   No miré hacia atrás, con temor a ver a Lisandro, quien no había dicho nada al respecto cuando había llegado nuevamente a la mesa. Ni mucho menos a Rubén, quien de seguro se debió sentir ofendido. O no sé.
   Ya no importaba si ellos seguían hablando del mismo tema o no, yo ya no soportaba estar en un lugar en donde no podía estar a gusto, en donde me sentía acorralada.
   Cuando estuve afuera de la cafetería no me detuve, caminé directamente hacia los baños más cercanos. No hacia el salón, no quería que nadie me viera así, no ahora.
    Pasé junto a varias personas que volteaban a ver a la pequeña niña que no le importaba golpear a alguien al pasar.
    En el baño, inmediatamente me encerré en uno de los cubículos, arrojé ambas mochilas al suelo y, al fin, pude llorar.
    Mis lágrimas drenaron esta vez sin interrupciones, golpeé mi cabeza contra la pared sólo una vez y ahogué mis gemidos con la manga del suéter.
   <<Qué patética eres. >>Me dije en mis adentros.
    Dejé que la rabia y la tristeza me consumieran dentro de ese estrecho lugar, arrancándome a golpes las ideas que no dejaban de repetirse una y otra vez en mi cabeza.
    <<Eres tan inútil, Luna. E igualmente patética. En vez de que enfrentes tus miedos y ayudar a la gente, estás aquí llorando. Eres una egoísta. Deberías de dejar de pretender ser fuerte cuando ni siquiera mereces que te miren con admiración. Eres una máscara, Luna. >>
    <<No es mi culpa… No es mi culpa. De veras que lo intento. >>
    <<Pues no lo haces de verdad. Si lo intentaras ya lo habrías solucionado. >>

     Y así fue, como pasé media hora encerrada en ese cubículo, llorando, lastimándome a mí misma, mental y físicamente, sin que un alma se enterara de que estaba ahí. No sabía cómo iba a terminar este día pero al menos sé que nada más puede salir peor, no después de todo esto.


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