Danzando entre limones (Obra de teatro)

Nota: Esta obra fue escrita con el motivo de enseñar un poco sobre el tema de lluvia ácida. Se terminó a mediados del año 2014, como parte de un trabajo de la materia de Ecología. Se recomienda investigar antes de creer en todo lo que se encuentra aquí escrito. 


 Danzando entre limones



Personajes:

  • Sr. Jonathan
  • Suzy
  • David 
  • Tom
  • Maria 
  • Ing. Morales
  • Viajero 1
  • Viajero 2
  • Trabajador 1
  • Trabajador 2
  • Sofía 
  • Campesino
  • Doña Noemí 
  • Borracho








1° Acto
(Cuadro primero):

Una habitación casi a oscuras, dos lámparas iluminan las esquinas del fondo y una cama se encuentra en medio del escenario. Suzy vestida con una bata blanca, se  encuentra acostada en la cama respirando sus últimos momentos de vida. De rodillas junto a la cama el Sr. Jonathan con vestimentas de oficina, mira a su hija morir.

 Suzy: Papá (levanta la vista al techo. Habla lentamente y con pequeñas pausas) Dime algo que no digan en momentos como estos. Evítame la pena de escuchar cosas que no pude hacer o que dejé incompletas. Quiero sonreír, si no es mucho pedir.

Sr. Jonathan: (Coge su mano, mientras contesta con dulzura) Diré todo lo que quieras, si eso es lo que deseas, querida. (Mientras ella espera, él le acaricia la frente) Hablando de sonreír ¿Qué crees? (Animó, palmea su hombro) La señora Noemí ya vendió su parcela de cacao, hace rato la vi  gorgoteándose frente a la esposa del carnicero.

Suzy: ¿Enserio? Pobre hombre que lo haya hecho, esas tierras ya no dan para la siembra.  A pesar de que siguen habiendo lluvias, traen más desgracias que milagros.

Sr. Jonathan: Enserio, casi casi podía ver sus encías vacías y dientes de cobre desde el otro lado de la calle.

Suzy: Me alegro que no intentara coquetearte como lo hace siempre. (Se ríe débilmente) Nunca me agradó la idea de tenerla como madrastra.

Sr. Jonathan: ¡Ni lo digas! Cuando bajé del autobús tuve que esconderme entre la gente del pueblo para que no me viera.

Ambos se ríen. A los pocos segundos, e l silencio se va propagando al paso del tiempo.

Suzy: (Voltea a ver a su padre) Lamento mucho haber hecho que vinieras desde  la ciudad hasta acá.

Sr. Jonathan: Sabes que no es ninguna molestia, y menos cuando tú…

Suzy: (Sombría) No lo digas.

Sr. Jonathan: (Baja la mirada y sonríe con tristeza) Ya. Lo siento.  Se me olvido que en 99% de tu personalidad es de tu madre. (Entrecortado) Siempre… Siempre prefirió escapar de los malos momentos con una sonrisa. (Se limpia las lágrimas) Te pareces mucho a ella, y me alegro tanto por eso.

Suzy: Papá… (Pone una mano en su hombro) También recordaras que tampoco le gustaba ver a las demás personas llorar.

Sr. Jonathan: Lo sien…

Suzy: (Ríe con esfuerzo) Ya, ya. Como dicen aquí “No hay que llorar por la leche derramada”.

Sr. Jonathan: Pero hija, esa frase la usan cuando pierden algo material. No aplica para nada cuando sé que lo que perderé es algo de mucho más valor, a ti, hija mía.

Suzy: (Sonríe) No lo veo así (Tose) No me arrepiento de nada, hice todo lo que quería hacer cuando estuve consciente de ello. (Tose) Quedarme en el pueblo fue mi elección ¿no? (Tose con más fuerza)

Sr. Jonathan: (preocupado) Suzy ¿Estás bien? ¿Te consigo…algo?  

Suzy: No, estoy bien, tranquilo. No se preocupe usted. (Vuelve a sonreír)

 Suzy empieza a toser sin control. Sr. Jonathan se levanta aturdido sin saber qué hacer, más que sólo repetir el nombre de su hija con desesperación. Llega un momento en el que las luces empiezan a volverse más tenues, hasta llegar el momento de dejar la escena en completa oscuridad. Ya no se escucha la tos de Suzy, sólo el último que grito ahogado en llanto del Sr. Jonathan.


1° Acto
(Cuadro segundo):

A las afueras de una hacienda, arbustos y árboles de color verde vivo, así como rosas blancas, y personas vistiendo de negro. Es de tarde. Se escuchan lamentos de señoras y campanas de iglesia. Entra el Sr. Jonathan, mientras trata de encender un cigarrillo. Entra Doña Noemí coqueta, fingiendo al mismo tiempo empatía con las demás señoras, vislumbra al Sr. Jonathan.

Doña Noemí: ¡Don Jony! (Cantarina)

Sr. Jonathan, se espanta y deja caer el cigarrillo.

Sr. Jonathan: (Saluda fastidiado) Señora Noemí.

Doña Noemí: ¿Señora? ¡Bah! Siempre odie la falsa cordialidad de los de ciudad. Dígame Doñita, doña, chaparrita, bonita, dulce, flor…

Entra el borracho.

Borracho: (Se ríe socarronamente) ¿Flor? ¿Dulce? ¡JA! ¡Ya dígale que la llame Pozole! O ya de plano “Cacerola”. (Vuelve a reír) Con esas lonjas desbordándole por las orillas, le queda perrrrrfecto.

Doña Noemí: (Con asco)  ¿Y a este quién lo invitó? ¿Acaso no ve que aquí venimos a compartir penas en vez de agotar el alcohol de Don Jony?

Se acerca demasiado a Doña Noemí, apuntándole con cerveza en mano hacia la nariz.

Borracho: Mujerzuela…

Doña Noemí: ¿¡Cómo se atreve?!

Sr. Jonathan: (Se pone en medio de los dos) Por favor, señores. Les suplicaría que se calmaran, estamos de luto. Sé que a mi hija no le hubiera gustado que se le negara la entrada a cualquiera que quisiera comida y hospitalidad. (Se dirige al borracho) Pero tampoco le gustaría que viniesen a molestar a otros invitados.

Borracho: (Bebe de su cerveza) No pos así no juego, Joninsito.  Yo que quería tanto a tu hija, siempre fue muy dulce conmigo que… (Empieza a lagrimear) No es justo que el señor se la haya llevado. Dime ¿Por qué a ella? Si ni siquiera le hizo mal a nadie… (Suelta en llanto, mientras abraza al Sr. Jonathan)

Doña Noemí: ¡Óigame no! (Los separa) ¿Qué no ve que el traje del Don no está para soportar mocos de sucios alcohólicos?

Sr. Jonathan: Señora Noemí, no es la gran cosa. (La aparta del camino y dirige al borracho entre los invitados) Por favor, dese la libertad de compartir con los invitados sus penas, y también sírvase hasta saciarse, porque comida sobra por aquí
.
Borracho: ¡Oh! ¡Muchas gracias, Don Joninsito! ¡Dios lo bendiga! ¡Y que también bendiga en sus brazos a su dulce niña que está ahora en su gloria!

Se va el borracho dando tropezones, saludando con rapidez y  sin gracia a los invitados.

 Doña Noemí: Desagradable (masculla) Y bueno, Don Jony ¿Qué piensa hacer ahora que su hija ya no está? (Se acerca con cautela, aún ofendida)

Sr. Jonathan: Me iré a la ciudad otra vez. Mi vida no es el campo, el de mi esposa e hija lo fue pero yo siempre me acostumbre a los edificios. (Contesta distraído)

Doña Noemí: ¡Es toda una lástima! Tan bien que se ve que el campo lo quiere a usted. Sino mal recuerdo, esta hacienda es de su padre, no puede dejarla así como así. Además, con esos brazos fuertes y piernas musculosas, estoy segura de que cualquier dueño de parcela lo contrataría para ayudarlo con las siembras. (Se acerca más) Yo lo haría, lo contrataría.

 Sr. Jonathan: (Sonríe, mientras se aleja de ella paso a paso) Muy amable, señora Noemí. Pero tengo más intereses en la ciudad que aquí. Lo lamento, pero gracias.

Se oye a una mujer llamar a la señora Noemí desde otra sala.

Doña Noemí: ¿¡Qué quieres?! (Grita desde donde está)

Voz: ¡Doña Chela, va a repartir los tamales!

Doña Noemí: ¡Guárdame unos, por fa!

Voz: ¡No voy a guardarle tamales ni a doña Panchita! ¿¡Por qué crees que te estoy avisando?!¡Ven tú por los tuyos!

Doña Noemí: Maldición (masculla) (Se dirige al Sr. Jonathan) No tardaré mucho. ¡Ah! Mis condolencias, por cierto.

Sale corriendo de la escena a grandes zancadas. Sr. Jonathan suspira de alivio. Entran David, Tom y María, vistiendo las ropas negras más corrientes.

Maria: Don Jonathan…

Sr. Jonathan: ¡Ah! Muchachos. No los había visto antes.

Tom: Queríamos mantenernos lejos mientras platicaba con doña Noemí, pa que la doña no salga después que no somos más que mocosos entrometidos.

Sr. Jonathan: No, por favor. No piensen así. Me hubieran hecho un favor si se hubieran acercado antes. Por milagro pude zafarme de ella, pero sé que no durará mucho.

María: (Ríe con amargura) Sin duda tiene el humor de su hija...Ah…Lo lamento.

Sr. Jonathan: Tranquila, me gusta pensar que algo de ella aún queda conmigo.

David: Pues yo creo que demasiado (gruñe con amargura) ¿Por qué se encuentra tranquilo? ¿Acaso no debería de estar llorando más que todos nosotros? ¿No debería darle rabia que de la nada lo hayan llamado para decirle que su hija sufría una enfermedad terminal en los pulmones?

María: ¡David! (Lo agarra del hombro)

David: (Da un manotazo) ¡No, María! (Vuelve la mirada hacia el Sr. Jonathan) ¡Responda! ¡Ella ni siquiera pudo explicarnos porqué de repente había caído enferma! ¡Sólo quiero…! Sólo… (Da la espalda)

María: David…

María se lleva a David a un rincón para calmarlo.

Sr. Jonathan: Lo entiendo. Es desconcertante mi actitud en un funeral, más bien, el funeral de mi única hija. Pero les diré algo muy importante. Cuando ella estaba a punto de morir, me insistió no llorar, no decir nada que recordase su estado y mucho menos lamentarme. Ahora que no está, no pienso darme el lujo de ignorar sus últimas insistencias. Ustedes tampoco, no digo que no se merezca nuestras lágrimas, merece que la recordemos, pero a su modo. No niego que estoy destrozado… Lo estoy, por mi parte, hubiera preferido no invitar a nadie y encerrarme en un cuarto a llorar. Pero ella no lo hubiera querido así. (Sonríe con amargura) Esta actitud no es por mí, es por ella.

Tom: Lo lamentamos mucho… Nosotros también la queríamos demasiado. Fue nuestra amiga, y en el campo y pesca, ella siempre ponía todo su empeño para darnos su ejemplo y seguir adelante. Su buen corazón fue el que ha hizo reunir a todas estas personas aquí.

Sr. Jonathan: Espera ¿Dijiste campo y pesca?

Tom: Eh…Si, Don. ¿Por qué?

Sr. Jonathan: No sabía que trabajaba doble.

Tom: Ah, sí, lo hacía. Al parecer no quería decírselo. Me dijo una vez que quería poder dar más bienes a los menos afortunados en el pueblo, y  desde entonces empezó a trabajar en el puerto que está cerca de aquí. A veces se traía mercancía que ella misma pescaba, esa era su comida de cada día.

David: Creo que eso fue lo que la enfermó. (Vuelve a la conversación con el brazo de María rodeándole los hombros)

Sr. Jonathan: ¿De qué hablas, jovencito?

David: Por favor, no me diga así (contestó fastidiado) El doctor que la había visto durante meses repetía una y otra vez sobre algo de una contaminación de fábricas y lluvia ácida. Aunque no veía relación con los peces, nos dijo que ellos fueron el medio que la enfermó. (Suspira) Por eso quería hablar con usted, debe de saber un poco más de eso.

Sr. Jonathan: ¿Qué te hace pensar eso?

David: Viene de ciudad, los conceptos deben de sonarle conocidos.

Sr. Jonathan: No… no me son conocidos. De hecho… a mí no me avisaron de la gravedad del problema hasta que ustedes me llamaron para decirme que estaba a punto de… (Se traga las palabras) Claro que quise investigar por mi parte, pero a mí me dijeron otra cosa. Que ella trabajaba aún con lluvias y que esos esfuerzos le costó una pulmonía crónica que pronto acabaría con su vida en días.

David: Pues ya ve que no fue así, Don.

Queda un silencio sepulcral.

David: Bueno, pero como Suzy decía “No hay que llorar sobre leche derramada” Ya pasó… Ella ya no está con nosotros.  (Se dirige a sus amigos) Vámonos ya. (Se dirige al Sr. Jonathan) Tiene mis condolencias. Sé que no es culpa de nadie su muerte, pero me hubiera gustado que supiera un poco más de su hija así como le presume a la gente del pueblo.

Se va David.

María: Lo lamentamos mucho, cuídese por favor. (Lagrimeando)

Tom: Esperamos verlo otra vez por aquí, Don.

Se van María y Tom. Dejan al Sr. Jonathan con los remordimientos carcomiéndolo por dentro.



2° Acto
(Cuadro primero):

Una carretera terrosa. Está lloviendo y es de noche. Hay una parada para autobuses de concreto con techo escaso. El Sr. Jonathan se encuentra con dos maletas y abrigo en mano. Dos viajeros más se encuentran bajo la misma parada.

Viajero 1: Cada día es peor. No puedo creer que no hagan nada al respecto.

Viajero 2: Ni me lo digas. He estado peleando con el ingeniero de la industria para que ponga un alto a todo esto, pero ni siquiera quiso atenderme.

Viajero 1: ¡Qué necio! Si las lluvias siguen prolongándose durante todo este año, que es lo más seguro, puede que este pueblo se quede en la ruina.

Viajero 2: Pero ¿qué más se puede hacer? A los empresarios les importa poco si la lluvia ácida carcome los cultivos y mata a los peces de la región.

Sr. Jonathan: Disculpen la intromisión, caballeros. (Se apresura a decir, mientras se acerca un poco más a ellos) Los escuché decir ¿lluvia ácida?

Viajero 1: Así es, señor. Mi colega y yo somos graduados de la UNAM, y hemos venido aquí a ver las condiciones de los pueblos a causa de este fenómeno de contaminación para hacer una tesis...

Viajero 2: (Le da un codazo) Tonto, preguntó por la lluvia ácida, no por nosotros.

Viajero 1: Lo lamento.

Viajero 2: Discúlpelo. No puede hablar sin antes presentar a su ego. No era necesario decir de qué universidad veníamos ni qué éramos. (Pone los ojos en blanco) La lluvia ácida puede verse como una lluvia normal, es más, puede que estemos en medio de una en este momento. La única diferencia es que la acidez de esta afecta a las plantas y a las especies animales marinas de nuestro entorno de manera lenta.

Sr. Jonathan: ¿Y cómo lo hace exactamente?

Viajero 1: Muy simple. Cada parte de la tierra tiene una acidez determinada. Imagínelo así, tenemos una tabla que nos dice qué acidez es la ideal, en este caso el grado 7 es un estado de acidez neutral. El agua de mar tiene una acidez de 6 a 8. Pero qué pasa cuando la lluvia acida agrega más, se eleva el grado, y las criaturas marinas que estaban a cierto grado empiezan a morir a causa del cambio brusco en su ambiente. Lo mismo nos pasaría a nosotros si de un día a otro una fuerza misteriosa pusiera más dióxido de carbono en nuestro planeta, no respiraríamos y moriríamos.

Sr. Jonathan: Y con las plantas es lo mismo…

Viajero 1: Así es.

Sr. Jonathan: ¿Y en los humanos? ¿Nosotros nos vemos afectados por la lluvia acida?

Viajero 2: Por supuesto, pero no de manera directa. (Saca una mano a la lluvia) Por ejemplo, mi mano no será carcomida en este momento por la lluvia. Pero por otra parte, si llegara a comer algún molusco, crustáceo o un simple pez de un estanque afectado por la lluvia ácida cada semana, esto ocasionaría un daño en mi sistema digestivo y respiratorio. Es como si comiera ácido en pequeñas cantidades. (Vuelve a meter la mano) Pero al ser evaporada el agua también nos vemos afectados al vivir en un lugar en donde la lluvia de este tipo de encuentra presente de manera constante, dañando de manera gradual nuestro sistema respiratorio.

Sr. Jonathan: ¿No hay una forma de pararlo?

Viajero 2: Por supuesto que la hay, pero no es algo que se pueda resolver en un instante. Porque debemos solucionar esto con aquello que la genera. Y esas son las industrias que queman sustancias toxicas, y dejan que el humo de sus residuos se propaguen por el ambiente sin más. Si tan sólo estas industrias se dieran a la tarea de disminuir, o eliminar ese hábito de quemar porquerías, nos evitaríamos el problema en el D.F. de sufrir de la lluvia ácida cada mes.  Y del mismo modo que dejen de deteriorarse el campo y las aguas.

Se escucha el claxon del autobús a lo lejos.

Viajero 1: ¡Oh, el autobús! ¿¡Por qué demonios se detuvo a un metro de la parada?!

Viajero 2: Será mejor que corramos.

Viajero 1: ¿No viene señor?

Sr. Jonathan: ¡Ah, sí, sí! Voy.

Se van corriendo con sus maletas.

2° Acto:
(Cuadro segundo):

A las afueras de una fábrica, se encuentra mucha basura en la calle, la fachada del edificio es apagada y sucia, entran y salen trabajadores a cada rato. Hay un cartel en la pared que dice “Se solicita secretario (a) con experiencia”. En una esquina se encontraran dos trabajadores y un hombre de traje discutiendo sobre su trabajo. Entra el Sr. Jonathan con ropa de oficina y una hoja en mano. Entra un trabajador, vestido de overol manchado de aceite, apurado choca con él.

Trabajador 1: ¡Oh, lo lamento! (Sacude frenéticamente el chaleco del Sr. Jonathan)

Sr. Jonathan: Descuide (Incómodo)

Trabajador 1: No, no. Debí fijarme. Otra vez, lo lamento. (Deja de sacudir)

Sr. Jonathan: Las prisas nos vuelven ciegos, no te preocupes.

Trabajador 1: Ni que lo diga. Hablando de prisas, debo irme. Pase un buen día. (Se dispone a irse)

Sr. Jonathan: Si, igualmen… (Reacciona) ¡Oh! Espere, por favor.

Trabajador 1: (Se detiene en seco mientras el Sr. Jonathan le muestra el papel en sus manos) Dígame usted.

Sr. Jonathan: Me preguntaba si me podría ayudar al ingeniero Morales, dicen que es el encargado de esta fábrica.

Trabajador 1: (Mira el papel. Se pasa la mano por el cuello) Nuestro supervisor, pero si, también podría decirse que es el dueño de todo esto. (Escupe en el piso) Con gusto se lo presento, pero no aseguro que él tenga el gusto de tener visitas.  (Se la piensa) ¿Tiene una cita?

Sr. Jonathan: No, no. (Se guarda el papel en el bolsillo) Vengo de improviso.

Trabajador 1: ¡Ufff! Peor aún. (Dirige su mirada hacia la esquina) Bueno, espere aquí. Pero quisiera darle un consejo antes que hable con él.

Sr. Jonathan: Dígame usted.

Trabajador 1: (Vacila) Manténgase a cierta distancia de él… (Se acerca un poco para susurrar) Suele escupir cuando habla, y más cuando no está de buen humor.

El Trabajador se dirige hacia los hombres en disputa y habla con el hombre de traje.  Seguidamente señala al Sr. Jonathan y se va. El hombre de traje se despide de los trabajadores con los que hablaba y se dirige con humos de estrés hacia el Sr. Jonathan.

Sr. Jonathan: Buenas tardes, señor. He venido…

Ing. Morales: (Seco. Saca su celular) No tiene cita. No recibo a personas sin previo aviso.
Sr. Jonathan: Si, de eso me enteré, pero…

Ing. Morales: (Guarda su celular) Hágame el favor de retirarse. Por ahora no estoy para recibir a muertos de hambre.

Sr. Jonathan: ¿Disculpe?

Ing. Morales: Viene por trabajo ¿No es así? (Lo mira de abajo a arriba) Por dios santo. (Masculla con fastidio)

Sr. Jonathan: Perdóneme, pero yo no vengo aquí a pedir trabajo. Vine a discutir algo sobre su fábrica…

Ing. Morales: Ambientalista ¡Con razón! (Se ríe, mientras saca su cartera y deja ver los billetes en su interior) Muchos vienen aquí a reclamar sobre estupideces, pero seamos sinceros, ustedes sólo vienen a que compremos su silencio.

Sr. Jonathan: Entonces acepta que no es la primera vez que vienen a reclamarle sobre los desastres que causa su fábrica.

Ing. Morales: Escuche (Guarda su cartera) Tengo una junta, es a las dos. Así que mejor dejaré que mis guardias vengan a escoltarlo a un taxi. ¿Sí? (Se da la vuelta) ¡Ah! Olvídelo, no le estoy preguntando si quiere. 

Sr. Jonathan: ¡Espere!

Desconcertado, el Sr. Jonathan detiene al Ingeniero agarrándolo por el brazo. Este se da la vuelta rápidamente con hastío.

Ing. Morales: ¡Suélteme! (Escupe al hablar)

Sr. Jonathan: (Lo suelta torpemente. Se limpia el escupitajo que le llegó a la cara.) Señor, por favor. Sólo vengo a hablar.

Ing. Morales: ¿Qué no le queda claro? No estoy disponible. (Se acomoda el traje y se pasa una mano por su peinado) (Da un paso para irse)

Sr. Jonathan: ¡Usted mató a mi hija!

Los trabajadores de los alrededores ponen atención a la conversación de repente.  El ingeniero, incómodo, se percata del escándalo que el señor estaba creando.

Ing. Morales: ¿De qué tonterías está hablando? (Confundido) (Finge ignorar las miradas alrededor)

Sr. Jonathan: Me escuchó bien. Gracias a su fábrica, mi hija contrajo una enfermedad que acabó con su vida, gracias a la contaminación que usted mismo produce con una sola orden de trabajo.

Ing. Morales: Oh, ya veo (Más relajado) ¿Usted viene aquí nada más a echarnos la culpa, a mi gente y a mí, de la muerte de su hija? Cuando bien pudo haber sido por cualquier otra razón. ¿Quién no me asegura que este teatrito no es nada más para cerrar la fábrica y dejar sin trabajo a estos pobres ciudadanos? (Señala a los trabajadores)

Sr. Jonathan: (Se controla) No vine aquí para llorar o quejarme de la pérdida de mi hija. Y no culpo a estas personas. (Eleva la voz) Es a usted. Por dejar que la contaminación que produce su fábrica tome por cobro la vida de las personas que trabajan en nuestros campos o nuestras lagunas.

Ing. Morales: Y de todas las fábricas de esta ciudad, vino a esta. ¿Puedo preguntar por qué? Le recuerdo que yo no soy el creador absoluto de la contaminación.

Sr. Jonathan: No soy un impulsivo, señor. He investigado antes de venir aquí. Su fábrica ha sido registrada como una de las que más quema sustancias tóxicas al día.

Ing. Morales: Sólo sus palabras son su prueba.

Sr. Jonathan: ¿Qué hay de las investigaciones de los estudiantes que han llegado aquí a observar su trabajo? Ellos, en este momento, están preparando una tesis que podría poner en duda su capacidad como encargado de esta fábrica.

Ing. Morales: ¿También vienen  a amenazar?

Sr. Jonathan: Vengo a pedirle una solución al problema. Porque sé que al igual que a mi hija, otras personas ya han sido dañadas gracias a la contaminación en el campo. Y aquí en la ciudad, nuestra calidad de vida se ha ido reduciendo también por lo mismo.

Ing. Morales: (Piensa antes de hablar) Entiendo. Sin embargo, señor… disculpe ¿Su nombre es?

Sr. Jonathan: Jonathan Gonzales, señor, un simple trabajador de ciudad…

Ing. Morales: Si, sí. Mire, señor Gonzales. Usted no puede venir aquí y reclamar por cambios cuando no tiene pruebas de lo que dice, sólo está aquí alborotando a mis trabajadores. No nos hacemos responsables por las muertes de personas,  y no nos hacemos cargo de reclamos de personas que aún piensan que con alzar la voz pueden cambiar algo. Así que baje sus humos y regresa a casa a rendirle los días de luto a su hija, como es debido.

Se sostienen la mirada. Suena la campana de la fábrica. El ingeniero, aparta la vista y dirige sus palabras a los trabajadores.

Ing. Morales: ¡Muy bien! ¡Se acabó el receso, vuelvan a trabajar! (Se voltea nuevamente hacia el Sr. Jonathan) En cuanto a usted, esta discusión ha terminado.

Se va. Queda el Sr. Jonathan con los malestares de la discusión no ganada. Los trabajadores se empiezan a ir de poco a poco, susurrando lo ocurrido. Uno se queda rezagado.

 Sr. Jonathan: (Indignado) ¿Cómo es posible que personas como él dirijan nuestros trabajos? (Suspira con fuerza y se recarga en la pared) (Mira al cielo) Lo siento, hija.  ¿Pude haber hecho más?

Trabajador 2: Eh… Disculpe, señor. (Se acerca con cautela, volteando hacia ambos lados)

Sr. Jonathan: ¿En qué le puedo ayudar? (Cansado)

Trabajador 2: No pude evitar escuchar su conversación con el ingeniero.  

Sr. Jonathan: Como todos. La intención era esa, que escucharan.

Trabajador 2: Y lo comprendo. Como ya sabrá, no es el primero que viene a reclamarle al ingeniero de ese problema, pero es el primero que ha podido llamar la atención de los trabajadores.

Sr. Jonathan: ¿Enserio? (Sin ánimo) Pero de nada sirve llamar la atención si no se hace nada.

Trabajador 2: Pero puede hacer algo.

Sr. Jonathan: (Despierto de curiosidad) ¿De qué habla? (Se endereza y mira con más atención al trabajador)

Trabajador 2: Vaya con la secretaria principal. Estoy seguro de que el ingeniero ya se fue a su junta. Ella le podría dar las pruebas que necesita.

Sr. Jonathan: (Desconcertado) ¿Por qué me ayuda?

Trabajador 2: Mi hermano. (Espera unos segundos) Murió joven por trabajar mucho tiempo en esta fábrica. Los doctores dijeron que fue gracias a la contaminación a la que siempre estaba expuesto. Ninguno de los encargados hizo algo para responsabilizarse… (Vuelve a retomar una sonrisa) Espero que logre hacer algo.

Se va.


2° Acto
(Cuadro tercero):

Una habitación de colores pastel, y muchos recuadros en una sola pared. Hay una mesa en el centro con un florero y cuatro sillas. Muebles de madera con tapices de color naranja y amarillo. En un sillón se encuentra Sofía, leyendo un libro, y conectada a un suministro de suero.
Llaman a la puerta. Ella se levanta con dificultad, arrastra el suero con ella.

Sofía: ¡Voy! (Abre la puerta, con una amable sonrisa en el rostro) Pase, por favor.
Entra el Sr. Jonathan.

Sr. Jonathan: Buenas tardes, señorita. Agradezco mucho que se diera el tiempo para recibirme.

Sofía: Al contrario. No tenía nada qué hacer. Ahora que me han discapacitado, tengo todo el tiempo libre del mundo… (Cierra la puerta)O de lo que me queda de tiempo. (Dice para sí misma)

Sr. Jonathan: ¿Disculpe, dijo algo?

Sofía: ¡Ah! No, no, olvídelo, sólo hablaba en voz alta. (Ríe torpemente)

Se hace un breve silencio.

Sofía: (Da vueltas en la habitación buscando qué hacer o arreglando discretamente sus cosas)  ¿Por qué no… toma asiento?

Sr. Jonathan: Claro, muchas gracias. (Toma asiento en la mesa de en medio)

Sofía: (Nerviosa) Ammm… ¿Le puedo ofrecer una bebida? Ay, discúlpeme si estoy así. Casi no recibo visitas.

Sr. Jonathan: No, no, descuide. Estoy bien, gracias. (Piensa un poco antes de hablar) En realidad lo que si quisiera es que comencemos a hablar de lo que comenté por teléfono.

Sofía: (Se detiene en seco) (Toma asiento del lado contrario de la mesa) Si, tienen  razón. (Suspira) (Acomoda el suministro) He estado pensando en lo que me dijo. Y si, estoy de acuerdo en que debemos hacer algo para disminuir la contaminación de la ciudad.

Sr. Jonathan: Y entiende también porqué la necesito a usted también, ¿no es así?

Sofía: (sonríe) Claro que lo entiendo. No me sorprende que me llamara a mí… He sido un caso excepcional. No lo niego. Los doctores se sorprendieron cuando supieron la causa de mi problema en los pulmones.  (Ríe)  Y también quisiera agradecerle de ante mano que me permitiera hacer algo en esta vida antes de que muera. (Melancólica)

Sr. Jonathan: No piense en eso. (Sonríe con amabilidad)

Sofía: Si. En fin, no es bueno lamentarse de cosas que aún no pasan. (Se levanta) Yendo a otro asunto, ¿cómo piensa llevar a cabo toda esta revuelta?

Sr. Jonathan: Teniendo las pruebas, a usted; pienso reunir a más personas afectadas por esta fábrica. Así como las personas del pueblo cercano para que nos ayuden a protestar.

Sofía camina con dificultad por la habitación.

Sr. Jonathan: ¿Se encuentra bien? (Se levanta, preocupado)

Sofía: Lo lamento, no me gusta estar mucho tiempo sin hacer nada.

Sr. Jonathan: Me recuerda a mi hija. (Guarda un silencio repentino)

Sofía: (Con empatía) Creo que ella estaría muy orgullosa de usted por hacer todo esto. Ella fue la que lo impulsó ¿no es así?

Sr. Jonathan: En realidad, es un poco más complicado que eso.

Sofía: ¿A qué se refiere? (Se detiene)

Sr. Jonathan: (Toma aire) Nunca estuve enterado de las causas de muerte de mi hija hasta su funeral, que fue cuando me dijeron que había sido presa de este ciclo de enfermedad y contaminación.  Me siento culpable por no haber estado con ella en el pueblo. Yo me quedé en la ciudad porque me iba mejor aquí, y por mi trabajo casi no podía hablar con ella. Y hago esto como una forma de redimir mis errores del pasado…Aunque ahora que lo pienso, no creo que aun así pueda hacerlo.

Sofía: (Lo mira con tristeza) Pero lo hará, por ella.

Sr. Jonathan: (Se limpia la comisura de los ojos) Por supuesto.

Sofía: Muy bien. (Saca su celular del bolsillo) Empecemos a llamar a la gente.



3° Acto
(Cuadro primero):

En el pueblo, sonidos de la mañana acompañada de murmullos de mercado, hay varias personas regadas por la calle. Hay una caseta telefónica en una esquina, y María está al teléfono. David y Tom están platicando en el centro. El borracho está dormido a mitad de la calle. Campesino y Doña Noemí están a un metro del Borracho, indignados. María habla en voz alta.

María: ¿Enserio? (espera) Se los diré. Si ayudaran si se los pido, puedo ser muy persuasiva, Don. (Ríe) Claro, lo vemos allá. (Cuelga)

Corre hacia Tom y David con aire de emoción.

María: ¡Tom, David! 

Tom: (intrigado) ¿Y a usted qué le pasa ahora?

María: (Conteniendo el aliento) Es algo de suma importancia… (Respira hondo) Acabo de hablar con Don Jonathan por teléfono, y me dijo…

David: (Despectivo) ¿Y nos interesa? (Se aleja unos pasos)

Tom: ‘Ora, ¿A ti qué te ha picado? Sólo oyes las palabras “Don Jonathan” y te pones de rejego.

David: (Ignorándolo) Lo que sea que nos vaya a decir no tiene importancia, él no es de este pueblo. (Da la espalda) No concierne saber lo que tenga que decir.

María: (Desconcertada) Emmm sí. De hecho nos concierne a todos en el pueblo. (Sin su permiso, se pone en el centro y empieza a llamar la atención de todos) ¡Oigan! ¡Préstenme su atención, por favor!

Cada uno de los presentes se va acercando poco a poco. A excepción del Borracho que sigue roncando en la acera, y David quien se mantiene a cierta distancia jugando con la punta de sus zapatos.

Campesino: ¿Qué es este alboroto?

María: Necesito decirles algo muy importante.

Doña Noemí: ¿Sobre qué, mija? (Finge dulzura)

María: Quiero pedirles su ayuda, de parte de una persona que formó parte de nuestra comunidad hace algunos años, y que ahora quiere arreglar algunas cosas por aquí.

Campesino: ¿De quién se trata?

María: Del señor, Jonathan Gonzales.

Doña Noemí: ¿¡Don Jony?! (Emocionada)

Tom: Don Jonathan…

Doña Noemí: Ya, ya. ¡¡Shhh!! (Vuelve a poner atención) Prosigue, cielo.

María: (Carraspea) Quisiera recordarles primero de la muerte de su hija, Susana Gonzales, nosotros la conocíamos mucho como “Suzy”. Murió a causa de una repentina enfermedad en sus pulmones. ..

David: (Fastidiado) Sáltate la biografía. Ve al punto.

Todos voltean a verlo con reproche.

David: ¿Qué?... ¡Bueno, ya! No digo nada más (vuelve a su rincón. Sigue escuchando con atención).
María: (Prosigue) Puede que dentro de unos años nosotros tengamos el mismo final que ella. ¿Por qué? Porque las fábricas en las ciudades han estado abusando de los productos esos que usan para sus infernales máquinas de trabajo. Según, el señor Jonathan, la contaminación pasa a través de la lluvia acida.

Tom: ¿Qué es eso?

María: Es… Ammm… Es… ¡Ash! ¿Cómo explicarlo? Ammm… Es cómo jugo de limón.

Se despierta el borracho a carcajadas. 

Borracho: (Se levanta, tambaleante, aun conteniéndose de la risa) ¿Jugo de limón? (Vuelve a reírse sin control) Ya díganle a la chavita que deje de fumar a escondidas en las parcelas. (Bebe de su botella)

Tom: ¡Ey! (Intenta quitarle la botella de un manotazo)

Borracho: (lo esquiva) Oye, oye, oye….Oye, oye… Tranquilo. Chupamos en paz ¿no? ¿Qué te ha hecho la botella a ti?

Campesino: Querido hermano, podrías tener más control sobre tus riendas, por favor.

Borracho: ¿Yo? Mejor díselo a la niña que se me ha despertado con resaca…

Doña Noemí: La resaca te la da el alcohol.

Borracho: ¡Y los delirios de esta chica se la da la marihuana!

María: ¡Ya! ¡Por favor! Necesito terminar de explicarles todo.

Borracho: ¡Pero si la…!

David se fastidia,  agarra la botella del borracho y la tira hacia el otro lado de la calle.

Borracho: (Mira la botella, luego a David. Se pone a llorar como un niño) ¡Qué i-insensible! (Sale sorbiéndose los mocos)

David: Ya puedes continuar. (Se limita a ver hacia María)

Todos vuelven a poner atención.

María: S-si… Ammm ¿En  qué estaba? ¡Ah, sí! Limones. (Carraspea) La lluvia acida es como una lluvia normal, pero que tiene cierta acidez que a la larga nos puede perjudicar a todos, hasta a nuestras cosechas. ¿Acaso no hay notado un desgaste rápido en los árboles a comparación de hace 10 años? Y aún peor ¿Cuánto tardará en perjudicar nuestra salud así como lo hizo con Suzy? El señor Jonathan piensa hacer una huelga en frente de una de las fábricas que ha ocasionado esto, con la esperanza de reducir los daños. Y necesita de nuestra ayuda para poder llegar a un acuerdo con el encargado de la fábrica.

Se hace un  breve silencio. Los pueblerinos susurran entre sí. 

María: ¿Amigos?

Tom: (Mira a su alrededor. Suspira) ¿Y… cuándo es la huelga?

Cesan los susurros.

María: Mañana.

Campesino: ¿¡Mañana?!

Doña Noemí: ¡No tenemos mucho tiempo!

David: Tenemos el suficiente, doña Noemí. (Reprime) Sólo necesitamos llevar una muda de ropa y carteles. Es muy poco para lo mucho que pretendemos hacer, pero eso no quiere decir que nos neguemos a ayudar a salvar a nuestro pueblo. ¿O sí?

Campesino: (Piensa) Tienes toda la razón, muchacho. (Se dirige hacia el pueblo) Vamos todos, debemos de empezar a preparar las cosas.

Se escuchan vítores, y frases de ánimo. Salen los pueblerinos, y se quedan en el centro María, David y Tom.

Tom: ¿Puedo preguntar, porqué tan repentino cambio de humor, David?

David: Digamos que he estado ignorando uno de los muchos consejos de Suzy desde que se fue.
Los tres: “Nunca hay que llorar por la leche derramada”.

Se van riendo y platicando sobre sus planes.

3° Acto
(Cuadro segundo):

A las afueras de la fábrica, es de tarde. Hay un tumulto de personas con pancartas y  bocinas. Entre las personas están los trabajadores y las personas del pueblo. Sr. Jonathan se encuentra a la cabeza. 

Sr. Jonathan: ¡No más daños tóxicos al ambiente!

Protestantes: ¡No más!

Sr. Jonathan: ¡No más vidas expuestas a la contaminación!

Protestantes: ¡No más!

Sr. Jonathan: ¡No más baja calidad de vida!

Protestantes: ¡No más!

Borracho: ¡No más promulgaciones de ley seca en el país!

Protestantes: ¡No más! … ¿Qué?

Borracho: (Bebe) Sólo decía…

Lo abuchean y sale de escena. Sale el Ing. Morales a escena, con fastidio reflejado en la mirada.
Ing. Morales: ¿¡Qué está sucediendo?!

Sr. Jonathan: (Se planta en frente de él) Protesta, señor. Venimos aquí en paz para que nos permita tener acuerdos con usted y su fábrica. Para así disminuir los daños que ha causado sus gases tóxicos en el campo y en la ciudad.  

Ing. Morales: ¿Otra vez usted? ¿No le quedó claro, verdad? No puede hacer nada, ni con los pueblerinos que están a sus espaldas.

Sr. Jonathan: Sus trabajadores también están en esta protesta, señor. Fíjese bien.

Ing. Morales: (Ve de reojo) Aunque ellos estén ahí también, no hay nada que avale esta protesta. Tristemente, puedo llamar a seguridad y hacer que barran con ustedes el piso.  (Hace un ademan de sacar su celular)

Sr. Jonathan: (Levanta más la voz) ya previne todas sus excusas, señor. Quisiera que conozca a una persona. (Estira la mano hacia gente) Le presento a la señorita Sofía Morales. (Ella sale entre la gente arrastrando su suministro de aire) Su hermana, ¿No es así?

Sofía: Gusto en verle de nuevo.

Ing. Morales: ¿Qué haces aquí?

Sofía: Necesitaban ayuda, mi ayuda. (Se toma el tiempo para respirar) Queremos que pares esto. Tú bien sabes por qué tengo que arrastrar conmigo un suministro de oxígeno.  Y es por esa razón que no quiero que toda la ciudad tenga que hacerlo dentro de unos años más gracias a que tú no quisiste gastar el dinero en la reducción de sustancias tóxicas en nuestro ambiente.

Ing. Morales: ¿Cómo dieron contigo
?
Sofía: ¿Eso importa? Estoy aquí y necesitamos arreglar este asunto ahora.

Protestantes: ¡No más contaminación!

Sofía: Y si eso no te es suficiente, yo también quisiera presentarte a mis amigos de la UNAM que están escribiendo todo este proceso para su tesis. (Mira hacia los protestantes, saluda a Viajero 1 y 2 que están cámaras y libretas de apuntes)

Ing. Morales se queda sin habla. Esperan su respuesta.

Sofía: ¡Ah! Y si eso no basta, sabes que aún tengo los registros de mis trabajos como química de industria aquí, y puedo…

Ing. Morales: ¡Está bien! ¡Ya basta! (Suspira) Vengan adentro ustedes dos (Señaló  Sofía y al Sr. Jonathan) Discutamos sobre ese estúpido acuerdo que quieren.
Se escuchan vítores y aplausos por parte de los protestantes mientras entran Sofía, Sr. Jonathan y el Inge en el edificio. Repentinamente empieza  a llover, y los protestantes se van a toda prisa. Sólo se quedan María, David y Tom en medio de la lluvia.

 María: ¡Ven, David! Debemos encontrar un  lugar donde resguardarnos.

David: Limones.

Tom: (Confundido) ¿Qué dices?

David: Limones. (Repitió) María, tú dijiste que era como jugo de limones. 

María: (Cubriéndose de la lluvia con los brazos) Ajá, sí. ¿Y? No quita el hecho de que pescaré un resfriado si seguimos parados aquí.

Tom: (Imita a María) Vámonos.

David: (Sonríe y se empieza a cubrir con su chal) ¡Qué aguafiestas son!

María: ¡Ja! Mira quién lo dice, señor cascarrabias.

Corren. Salen de escena. Se escucha el repicoteo de la lluvia.


Telón

J.Luna

Comentario: En lo personal, la obra no significó mucho para mí en ese entonces, era sólo un trabajo más que se debía entregar. Sin embargo el valor que le doy ahora es mucho más especial, ya que una vez me dijeron que cuando alguien escribe algo y no lo comparte es como si no existiera. Tampoco les diré que es mi mejor obra (prefiero "amor a distancia"), pero al menos me gusta pensar que alguien podrá darle mayor valor del que le pude dar yo como su autora. 

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